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Desarrollo


La discriminación laboral sigue vigente de diferentes formas. Una muy importante es la discriminación salarial. Se entiende por ella a la percepción que se tiene de la existencia de un salario inferior de la mujer respecto del hombre que desempeña un trabajo equivalente. La variación de salario a veces está justificada por la diferente productividad, en cuyo caso no se habla de discriminación salarial. Las cifras muestran que, en igualdad de trabajos, mujeres y hombres no cobran lo mismo. En 1995 el salario mensual de una mujer era poco más de dos tercios del salario medio del hombre. Es decir, se produce una brecha salaria de un 20% con respecto al varón: mientras éste ganaba 100, aquella ganaba 80. En España, cualquier ojeada a estadísticas dibuja este panorama de desigualdad. Como muestra ofrecemos las cifras de un año, 1995, en el sector industrial y en los servicios. La retribución media de las trabajadoras era de 2.036.100 pesetas anuales, lo que representaba el 67,1% en relación con la masculina. La mitad de ellas percibían entre 1.166.100 y 2.489, una cuarta parte no llegaba a ella y la otra los superaba. Entre las que no llegaban a esa cantidad, el 10% percibían 626.700 pesetas, lo que aumentaba la diferencia respecto a los mínimos masculinos hasta ser el 51,8% de ellos. Las retribuciones superiores eran de 3.537.900, que se acercaban más a la masculina al representar el 69,3%. A esta diferencia de salarios se le ha calificado como la "brecha salarial", que se corresponde con un cálculo estadístico del porcentaje de los ingresos de las mujeres en comparación con el de los hombres.

Se trata, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo del año 2003, de un fenómeno mundial. La discriminación en el centro de trabajo sigue siendo un problema persistente a nivel global, con nuevas formas más sutiles emergiendo. El informe "Diferencia y discriminación salarial por razón de sexo" publicado por el Instituto de la Mujer en 2007, analiza las encuestas sobre la estructura salarial entre los años 1995 y 2002. Matiza los resultados distinguiendo entre diferencia y discriminación salarial. La primera sería la brecha existente entre lo que cobran en media hombres y mujeres, medido en salario bruto/hora. En España, durante 1995 fue del 26% y del 21% en 2002. La discriminación salarial correspondería a aquella parte de la diferencia salarial que no puede justificarse por razones distintas al sexo de la persona ocupada. Ésta ha aumentado su peso en relación con la diferencia salarial total. Desde 1995 a 2002 lo hizo desde un 66% al 85%. En el periodo comprendido entre el 2002 y el 2006 alcanzó hasta el 89%. En 2008 la brecha salarial media fue del 21,8% tanto en el sector público como en el privado. La mayor desigualdad a la que se enfrentan las mujeres se da en el sector de la asistencia sanitaria y en el trabajo social -con una tasa del 33,9 por ciento- y en el pequeño comercio con el 27,9 por ciento, ambas en sectores tradicionalmente femeninos. Sin embargo en hoteles y restaurantes y en la construcción, las mujeres están relativamente mejor, con el 11,4 y el 12,5 por ciento menos del salario que sus compañeros hombres por el mismo trabajo.

Dado que la dotación de las características de las mujeres trabajadoras se va pareciendo cada vez más a la de los hombres, el sexo se va convirtiendo en la característica verdaderamente diferencial entre ambos, como señala el mismo informe. Gráfico Junto a la discriminación salarial existen otras formas de discriminación indirecta en el ámbito laboral. Por ejemplo el "techo de cristal", nombre con el que denomina un fenómeno que impide o dificulta enormemente para que las mujeres estén presentes en los puestos de decisión. Ello conllevaría una mejor remuneración y más alta consideración social. Se trata de un techo invisible pero que impide que la mujer lo traspase. En 1995 las mujeres ocupaban el 27% de las gerencias de las empresas hoteleras, el 28% de las comerciales y un 13% de las direcciones de pequeñas empresas. Se habla también del "precipicio de cristal" para designar cuando se colocan a mujeres en puestos de responsabilidad pero sólo en situaciones extremadamente difíciles, donde es más probable fracasar que triunfar.

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