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Datos principales


Desarrollo


Está generalizada la tendencia a considerar la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado como un cambio positivo para ellas. No obstante, aquí no se observa una mejora en la situación material de las mujeres exiladas -del grupo mayoritario de las amas de casa- en función de su nueva actividad, ni tampoco se derivaba de ello una mejor consideración social del trabajo de las mujeres. Al contrario, sí puede afirmarse que, por lo general, se mantuvo en la familia la misma división del trabajo genérica por la cual correspondían a la mujer las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, mientras que los hombres ocupaban una posición de dominio en el grupo. Estos roles genéricos tradicionales eran aceptados por las propias mujeres, pues concebían su trabajo remunerado como algo secundario respecto a sus verdaderas tareas que consistían en el trabajo no pagado en el seno del hogar. Las instituciones del exilio contribuyeron también al mantenimiento de estos roles genéricos mediante las normas que regulaban su relación con los grupos familiares de exilados. Estas se basaban en una concepción androcéntrica del grupo familiar que dejaba a la mujer una posición totalmente subordinada a su padre o mando. Junto a esta tendencia conservadora de los comportamientos femeninos tradicionales se observan algunos cambios que afectan a la división genérica del trabajo. Aparecen nuevos comportamientos femeninos entre las exiladas, sobre todo en el sentido de que se presta menor atención al trabajo doméstico y a la reproducción, en beneficio de su actividad laboral y de una vida social más diversificada.

Aquellas que hemos llamado amas de casa 'modernas' son las que concedían un papel más relevante a su trabajo profesional, pues solía ser una actividad más especializada y mejor remunerada que el trabajo de confección a domicilio. Por ello aspiraban a reducir su participación en el trabajo doméstico aunque tampoco ellas lo abandonaban por completo; el recurso al empleo de otras mujeres como servicio doméstico para estas tareas permitía que pudieran cumplir su objetivo. Gráfico Por otra parte, la actividad laboral de las mujeres, que limitaba sus posibilidades de dedicación a la esfera doméstica, unida al empeoramiento de las condiciones de vida producido por el exilio, condujo al descenso del número de hijos por mujer entre las familias de refugiados durante los años cuarenta. Así, aunque no fuera de una forma programada, empezó a introducirse un nuevo modelo de comportamiento femenino caracterizado por estar menos centrado en la maternidad y en las actividades domésticas. El control de la natalidad estaba, a su vez, impulsado por el deseo de las mujeres que querían incorporarse en condiciones de igualdad con el hombre a la vida social y al trabajo remunerado. Este nuevo modelo de comportamiento aparece principalmente entre las mujeres más cualificadas que trabajaban fuera de casa, no entre las que se ocupan del trabajo doméstico y la confección a domicilio. Estas últimas, por el contrario, con el paso del tiempo, tendieron a abandonar el trabajo remunerado para centrarse en las tareas domésticas cuando la situación económica familiar lo permitió.

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