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Desarrollo


Es muy restrictivo pensar que sólo la ideología franquista dirigía a la mujer hacia el hogar y la maternidad, cuando no era sino la tónica general en una Europa saliente de dos grandes guerras. La mujer española se sintió protagonista de la reconstrucción postbélica española al igual que la mujer europea decidió participar en la recuperación de su futuro, que, entre otras cosas, pasaba por la recuperación demográfica, condición sine quam non, punto de partida obligado tras millones de muertos en los conflictos. En esos momentos, antes de la crisis de los años sesenta, la familia tradicional conoció una inesperada etapa de esplendor en la década de los cincuenta. La etapa dorada del facilismo comienza después de la Guerra mundial hasta el fin del baby boom en 1964. En cualquier caso, en el ámbito internacional, en una época de guerras y tensiones políticas entre los estados, el contexto demográfico había adquirido gran actualidad. La introducción de leyes contra la contracepción y el aborto en la mayor parte de los países, debido al miedo a la despoblación y al declive de la familia en la etapa de entreguerras, constituyó una de las primeras muestras de intervención directa del Estado en la vida familiar. Precisamente en esta etapa de entreguerras, las dificultades económicas y la difusión de ideas contrarias a la familia condujeron a la aparición del movimiento familiar que reivindicó la ayuda del Estado a las familias. En el siglo XIX se habían producido grandes cambios ideológicos que tuvieron gran impacto en el papel de la mujer en la sociedad.

La división sexual del trabajo y la domesticidad femenina fueron dos frutos de la industrialización y del desarrollo de una sociedad liberal y urbana, que asistía a la progresiva implantación del capitalismo como sistema económico dominante y al ascenso de la burguesía o clase media como grupo hegemónico. Los cambios drásticos se reflejaron en la estructura y tamaño de la familia, y en la nueva dinámica en las relaciones entre marido y mujer, y entre padres e hijos. Las causas de esta profunda crisis familiar llevaron a la idea de la intervención del Estado a través de una legislación encaminada a proteger a mujeres y niños. Toda esta concatenación de causas, primero los cambios sociales y su efecto en la estructura familiar, y después los dos conflictos mundiales entre los cuales predominaron gobiernos dictatoriales de izquierdas o derechas, llevaron, tras la estabilidad conseguida hacia 1945, a un largo período de estabilidad y gobernabilidad de las democracias instauradas. A partir de 1945, en claro contraste con la época histórica precedente, se vive un largo período de estabilidad. La consolidación de las democracias, salvo en países como España y Portugal, que habían permanecido al margen del conflicto y que conservaron regímenes autoritarios en sus posguerras, coincidió con un crecimiento económico si precedentes durante las décadas que siguieron a la contienda. Esta larga etapa de desarrollo económico se caracterizó por un fuerte impulso de la industrialización, con el consiguiente aumento espectacular del consumo; el éxodo del campo a la ciudad; el crecimiento desmesurado de las ciudades y la demanda de mano de obra.

Comenzó asimismo a consolidarse el estado de bienestar o capitalismo social, que garantizaba al ciudadano una existencia digna mediante una red de prestaciones y servicios. La revitalización de la familia se reflejó en un intenso interés por el matrimonio, el hogar y los hijos; en general, la gente comenzó a casarse más joven, a tener más hijos, a divorciarse menos y a valorar el modelo tradicional de separación de roles. Las mujeres, incluso las que tenían estudios superiores, dejaban la actividad laboral para dedicarse al marido y a los hijos. Gráfico El hecho de que nadie predijera este drástico giro de la familia en los años cincuenta indica la medida en la que la institución familiar se había alejado de las tendencias emergentes en los años veinte y treinta. Incluso actualmente no hay acuerdo sobre este fenómeno. Probablemente la teoría más aceptada sea la que contempla que fue una reacción de las familias y de los hijos de la generación de la guerra, que tuvieron que posponer el matrimonio y la llegada de los hijos. Sin embargo la situación de la mujer no fue a la larga tan satisfactoria como pudiera parecer a primera vista. La mujer ama de casa se encontraba relativamente sola en los barrios periféricos de las grandes ciudades, alejada de sus parientes y sin servicio. Los centros urbanos estaban con frecuencia a bastante distancia y excepto por la presencia de los niños, la comunidad suburbana estaba relativamente aislada.

Por estas razones, muchas mujeres de la época tuvieron sentimientos no expresados de soledad y aislamiento social. A favor de la situación cambió la consideración política y social con respecto a la familia. Se reconoció, en primer lugar, el derecho de los ciudadanos al bienestar y a la protección por parte del Estado. Con todo, el auge de la familia tradicional entró pronto en crisis. La aparente etapa de esplendor escondía, no obstante, una realidad inevitable: la vida a partir de 1945 no volvió a ser como antes de la guerra. Poco a poco el facilismo se fue desmoronando. La crisis comenzó a percibirse en la progresiva insatisfacción e la mujer, educada de forma más igualitaria, y en la rebeldía de los adolescentes frente al modelo cultural predominante.

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