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Datos principales


Desarrollo


Derecho era una carrera que capacitaba para un conjunto de profesiones prohibidas por ley a la mujer: se le impedía a ésta tomar parte en las oposiciones a Judicaturas, Notarías, Registros de la Propiedad y Abogados del Estado. Por otra parte, era la carrera que abría las puertas a la vida política, y la mujer no tuvo pleno derecho al voto hasta 1931. Evidentemente, el número de estudiantes era muy reducido, puesto que les quedaba el ejercicio privado de la profesión o la dedicación al periodismo. Así, no resulta extraño que tan solo el 1'87% de las chicas matriculadas en la Universidad de Madrid eligiera la carrera de Derecho en el curso académico 1924-1925: exactamente 8. En el total de las Universidades españolas el panorama era similar o aún peor, pues sólo 18 muchachas, en todo el país, estudiaban esa carrera. Casi al final de la década, en el curso 1927-1928 había ya 81 mujeres cursando Derecho, pero no pasaban de ser el 0.6% del total de estudiantes de Leyes en España, y el 4,4% de la matrícula femenina. Gráfico Aunque fueron pocas, algunas de ellas jugarían un papel destacado en la vida política española, ya en la Segunda República. Victoria Kent Siano logró convertirse en la primera licenciada en Derecho y, sucesivamente, en la primera mujer que se colegió y en la primera que abrió un bufete en Madrid. En mayo de 1925 tuvo su primer juicio. Clara Campoamor Rodríguez obtuvo su título en diciembre de 1924, cuando contaba ya 36 años de edad y se colegió, abrió bufete y empezó a ejercer la abogacía casi a la par que Victoria Kent.

Fue la segunda mujer en ingresar en la Academia de Jurisprudencia y Legislación (la primera había sido Concepción Peña). Durante los años 20 participó activamente en la vida pública, formando parte de las juntas directivas de numerosas asociaciones de mujeres universitarias, intelectuales, juristas, etc. También participó en congresos internacionales de universitarias. Tanto Clara Campoamor como Victoria Kent pudieron dedicarse al ejercicio privado del derecho porque su trabajo profesional habitual era otro, y podían vivir de él. En el caso de Kent, entre 1921 y 1927 formó parte del personal administrativo del Instituto-Escuela de la Institución Libre de Enseñanza, ocupando el cargo de Secretaria General del centro. Campoamor era funcionaria por oposición, desde hacía años, del Ministerio de Instrucción Pública, además de colaborar habitualmente con periódicos como La Tribuna, Nuevo Heraldo, El Sol y El Tiempo. En el bufete de Clara Campoamor trabajó otra mujer abogado, Justina Ruiz Malaxechevarría. Casada con el médico Manuel Conde, se exilió a los Estados Unidos después de la guerra civil. Obtuvo un doctorado en Harvard y se dedicó a la literatura. Matilde Huici Navaz fue la tercera licenciada en Derecho España, después de Kent y Campoamor. Participó activamente en pro de los derechos de la mujer, y ello la condujo a estar presente en numerosas conferencias, actos culturales y de propaganda organizados por los grupos de izquierdas, por ejemplo Mujeres Socialistas.

También trabajó en el Instituto-Escuela durante los años veinte, en la Sección Preparatoria, lo que quizá le permitió, como a las dos anteriores, poder ejercer su carrera de Derecho. Perteneció a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación donde sus méritos y actividad la llevaron a alcanzar el grado de Académico-Profesor. Un caso verdaderamente singular fue el de Hildegart Rodríguez Carballeira. Su madre, Aurora, la tuvo con la sola idea de convertirla en una bandera de libertad y de justicia. En los años 20, Hildegart era un prodigio: hablaba varios idiomas (francés, inglés, latín) y traducía otros como el alemán, italiano y portugués. A los 14 años comenzó la carrera de Derecho, que realizó entre 1928 y 1929. Abrió bufete en Madrid, aunque no hubiera podido ejercer hasta cumplidos los 21. Se declaraba feminista y socialista. Lo que realmente le preocupaba era la sexología, y escribió varios libros sobre el tema. Cuando comenzó a desviarse de los planteamientos maternos, Aurora la asesinó fríamente mientras dormía. Corría el año 1933 y Hildegart tenía 19 años. Por último debemos citar también a Carmen Cuesta del Muro. Habría que añadir que se mostró en aquellos años activa partidaria de otorgar cuanto antes el voto a la mujer, para que ésta, desde el Parlamento, estuviera en disposición de acabar con el maltrato jurídico al que se veía sometida. Quizá por ello formó parte de la Asamblea Nacional en la época de Primo de Rivera.

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