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Datos principales


Desarrollo


En 1870 Fernando de Castro y otros intelectuales promovieron una Asociación con el fin de facilitar la educación de las mujeres y la regeneración de la sociedad española. La ideología y doctrina pedagógica de la AEM estaba muy influida por la Institución Libre de Enseñanza, y especialmente por tres intelectuales que habían orientado sus proyectos: el filósofo Krause (antropología armonicista e idealista que influyó en Giner de los Ríos), el pedagogo Pestalozzi (deísmo naturalista, amor por los niños y los débiles, predominio del sentimiento sobre la razón) y el pedagogo Fröebel (creador del kindergarten, con sus ideas sobre el juego, el amor a la naturaleza y la importancia de la mujer en la educación de los niños). La preocupación por conseguir en España un cambio ideológico había llevado a algunos intelectuales en diciembre de 1868 a constituirse en "Asociación permanente para conseguir que se estableciera en España la libertad de religión y la igualdad de cultos". Son veinticinco nombres que aparecen con frecuencia apoyando causas benéficas, a favor de la abolición de la esclavitud, la enseñanza de la mujer, la tolerancia: Gumersindo de Azcárate, Fernando de Castro, Manuel Ruiz de Quevedo, Nicolás Salmerón, Giner de los Ríos, Sanz del Río, Tomás Tapia, Segismundo Moret, etc. Ellos y algunos otros profesores de la Universidad Central promovieron la "Academia de conferencias y lecturas públicas para la Educación de la Mujer", que organizó quince conferencias en la Universidad de Madrid.

Fernando de Castro, Rector de la Universidad y promotor de las conferencias dominicales comenzó ese mismo año la Escuela de Institutrices y en 1870 la Asociación par la Enseñanza de la Mujer, que inició su labor con 86 socios. El fin de la Asociación era educar a las mujeres para facilitar la mejora de la sociedad. En esta empresa social se pueden distinguir tres etapas. La primera abarcaría desde 1869 a 1880. Son años de captación de socios y amigos, y de consolidación de las primeras enseñanzas de las Escuelas de Institutrices y Comercio. Fernando de Castro murió en 1874, y sólo pudo ver los años iniciales. Entre 1881 y 1900 se desarrolló la segunda etapa de expansión de la Asociación: nuevo local, revista propia "Instrucción para la Mujer", Asociación de Institutrices y Profesoras de Comercio, carreras nuevas (Correos y Telégrafos, Escuelas Primarias y de Segunda Enseñanza, Escuela Preparatoria y Escuelas de Párvulos, aumento de alumnas, etc.). Pronto empezaron iniciativas similares en provincias (Vitoria, Valencia, Mallorca, Sevilla, Málaga, Barcelona...) y en Madrid (Escuelas para la mujer de la Unión Iberoamericana, etc.). El desarrollo creciente de la AEM exigió la reforma de 1885, el proyecto de construcción de la Casa-Escuela y nuevos Estatutos en 1889, aunque sufrió también la crisis de fin de siglo. La tercera etapa corresponde al s. XX. La AEM consolidó sus relaciones con las iniciativas similares de provincias, orientando la educación de las mujeres según los ideales institucionistas.

Comenzaron estudios nuevos: Escuela de Delineantes, mecanógrafas, bachillerato, etc. La antigua escuela de Institutrices perdió alumnas, y las otras se mantenían con esfuerzo. La AEM contó, a lo largo de su vida, con apoyos oficiales y privados. Entre los institucionales tuvo subvenciones del Ayuntamiento de Madrid, varios Ministerios, el Ateneo, el Círculo de la Unión Mercantil, la Sociedad Económica de Amigos del País y algunos bancos. Entre los privados hubo muchos simpatizantes de la ILE. Tras Fernando de Castro, Manuel Ruiz de Quevedo y su mujer Antonia Ahijón se esforzaron por desarrollar el proyecto, con la ayuda de muchos profesores que daban gratis sus clases. Concepción Saiz y otras antiguas alumnas también dieron clases de forma altruista. Cuando en 1953 los profesores exigieron seguir las normas legales en sueldos, la AEM no podrá hacer frente a la situación. También encontró dificultades por motivos ideológicos. No todo el mundo compartía el ideario de la AEM y con frecuencia surgieron recelos y discrepancias en la sociedad, por su carácter aconfesional, sus relaciones con la ILE y la vinculación de algunos profesores con las logias masónicas, cuyas publicaciones se recomendaban. Precisamente su ambiguo planteamiento doctrinal en materia religiosa -aparte de que Fernando de Castro su fundador era un sacerdote que se había separado de la Iglesia- provocó que muchas familias evitaran inscribir a sus hijas. Respecto al número de alumnas que educaron, entre carreras y asignaturas sueltas, tenemos algunos datos incompletos. Los archivos registran 193 institutrices, 360 profesoras de Comercio, y varios miles de alumnas (un folleto de l935 habla de 6000 alumnas y en total parece que más de quince mil recibieron enseñanzas en la Asociación). La influencia de la AEM llegó a muchas chicas jóvenes, sobre todo de familias liberales/la ILE, que después trabajaron en centros oficiales o privados (quizá su influencia mayor fue en las Escuelas de Maestras y promoviendo reformas legislativas). También las conferencias, publicaciones y actividades de la AEM influyeron positivamente a favor de la educación de la mujer, y fomentaron iniciativas similares en otras zonas.

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