Compartir


Datos principales


Desarrollo


El matrimonio era algo importante para la mujer, puesto que la mayoría veía en la formación de su propia familia el ideal de vida y ansiaban por eso llegar al estado matrimonial. También por el cierto grado de libertad que suponía pasar de la subordinación paterna a ser las dueñas de su propia casa. Las obras pías destinadas a la dotación de huérfanas dan testimonio de cómo les importaba facilitar los matrimonios. Algunas obras pías y cofradías se orientaban con preferencia a este fin, al igual que numerosas aportaciones de fortunas de particulares destinaban una parte de su capital a dotar doncellas descendientes de su propia familia, allegadas o simplemente mujeres que se hubieran hecho merecedoras de esa ayuda. En la correspondencia privada se lee con frecuencia la preocupación por encontrar marido para hijas, hermanas o sobrinas, como una solución para remediarlas. Es decir, el matrimonio era un remedio para la penosa soltería, considerada una desdicha, si bien podría decirse que a veces era peor el remedio que la enfermedad, dadas las quejas que a menudo reflejan los documentos sobre los malos tratos infligidos por los esposos. Aunque no hay duda que muchas solteras habían elegido voluntariamente el celibato, la percepción general es que se trataba de una situación lamentable. Las religiosas eran, claramente, un caso aparte, puesto que vivían al amparo de su orden religiosa y llevaban una vida que podía llenar el corazón. Las que vivían amancebadas se justificaban a sí mismas por la necesidad de contar con la sombra de un hombre que velase por ellas, a falta de dote o de otras cualidades que las hicieran dignas de ser llevadas al altar.

Los libros de bautizos de la segunda mitad del siglo XVII sugieren que más de la mitad de las mujeres sin marido, tomando en cuenta a solteras y viudas, mantenían relaciones irregulares, que daban como fruto el nacimiento de uno o más vástagos ilegítimos. Gráfico Al menos desde mediados del siglo XVII, parece que la edad para acceder al matrimonio era temprana, en torno a los dieciocho años, aunque en el siglo XVIII, la edad aumentaría a veinte o veintitrés años. A partir de esa edad, la mujer corría el peligro de convertirse en una solterona lo que explica que con cierta frecuencia se dieran matrimonios entre mujeres mayores de veinticinco con hombres recién llegados al continente o que no hubieran adquirido una estabilidad económica. Para ellas era el último remedio si querían evitar la soltería, para ellos las únicas mujeres a las que ya podían aspirar.

Obras relacionadas


Contenidos relacionados