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Desarrollo


Los matrimonios del Inca no han de verse exclusivamente bajo parámetros de corte occidental. Estos matrimonios podían ser reales o rituales. Entre los segundos se incluían todas aquellas uniones que reforzaban lazos políticos, y que no necesariamente incluían vida marital. Tales eran los matrimonios con hijas de señores. Era este un símbolo de poder, ya que generalmente gozar de varias mujeres era privilegio de la élite, y no solía permitirse a los indios del común. Aunque el Inca tuviera muchas mujeres, solo sucedía en el gobierno el hijo de la mujer principal, de la Coya. Y entre los hijos de esta, se escogía al más capaz para desempeñar las tareas de gobierno, aunque no fuera el mayor de todos. Este sistema de elección puede ayudar a comprender algo acerca de la historia de los Incas. Cuando los españoles de la hueste de Pizarro llegan a Cajamarca, encuentran el Tahuantinsuyu divido en un enfrentamiento entre los seguidores de Huáscar y Atahualpa, dos hijos del Inca Huayna Capac, recientemente fallecido. Quizá ese enfrentamiento no fuera tan excepcional como entendieron los españoles, y se debiera a una situación relativamente frecuente en los procesos de sucesión en el Incario, en que los candidatos a la mascaypacha debían demostrar su valía para el desempeño de las funciones propias del Inca. Los cronistas españoles, fieles a la manera de concebir la sucesión en Europa, solo vieron la lucha entre una legítimo soberano y el hermano "bastardo" que trataba de arrebatarle su poder. Gráfico Este sistema de sucesión debía repetirse en las diferentes categorías de gobierno. Cada curaca sería sucedido por el hijo más hábil habido en su mujer principal. Si no tenía hijos (o hasta que estos fueran mayores de edad), se hacía cargo del curacazgo el hermano mayor; y si también faltaban, entonces heredaba el hijo de la hermana, por ser este parentesco el más seguro.

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