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Datos principales


Desarrollo


Estas mujeres desempeñaban su vida acompañadas de gran lujo y boato. Contaban para su servicio con gran número de mujeres, que según lo narrado por los cronistas podían llegar hasta cinco mil. No salían de su palacio salvo en contadas ocasiones, y cuando lo hacían era muy acompañadas por personas de su servicio, y siempre sobre una hamaca, para que sus pies no tocasen el suelo; en caso de que tuviera que andar, se cubría la tierra con mantas. Para hablar con ellas había que ponerse de rodillas. Parece que su papel no se limitaba a ser la consorte del gobernante, sino que tuvieron cierto protagonismo político. De hecho, son relativamente frecuentes las narraciones en las que un Inca pide consejo de su madre (la anterior coya) para determinados asuntos de gobierno. En este sentido, parece que la influencia como consejera era ejercida más por la Coya-madre que por la Coya-esposa. De hecho, hasta tal punto era importante la figura de la Coya que, con su elección se producía una reorganización de la elite cuzqueña. A pesar de la insistencia de los cronistas en hablar de la hermana como única esposa legítima, debemos considerar que con este término se debían referir a parientes de la misma generación. Y a la hora de la elección, sin duda se tomaba en consideración el entorno más cercano a la elegida. Este entorno de parientes más cercanos a la Coya quedaba enaltecido tras la elección de la misma. Una vez realizadas las ceremonias de matrimonio (o de formalización del mismo, tras la sucesión), la Coya adquiría un papel especial en el proceso de redistribución que se extendía por todo el Imperio.

El Inca entregaba como dote a su esposa un número de mujeres que le ayudaría a tejer los vestidos ceremoniales, y otros objetos rituales destinados a la redistribución. Otra de las funciones de la Coya era la de realizar, ayudada por sus mujeres de servicio, los tejidos ceremoniales y los vestidos del Inca, de enorme riqueza en su elaboración y bordados. Además de la Coya, el Inca tenía multitud de esposas secundarias, que eran consideradas como esenciales a la hora de establecer alianzas con señores de los pueblos sometidos en la expansión inca. Al parecer, todas las mujeres del Inca eran capaces de convivir pacíficamente. Y es precisamente la abundancia de estas mujeres la causa de la numerosa descendencia de sangre real inca que habitaba en el Cuzco aún en tiempos del virreinato. Tenemos los nombres, con algunas variantes, de las mujeres principales de los soberanos Incas. Los cronistas más explícitos al respecto son los contemporáneos Martín de Murúa y Guamán Poma de Ayala. Veamos la sucesión de Incas y Coyas según la relación de Murúa:
INCA COYA
Manco Capac (Ayar Manco) Mama Huaco / Mama Ocllo
Sinchi Roca Chimpo Coya
Lloque Yupanqui Mamacura /Anachuarque
Mayta Capac Chispo Urma /Mama Yacche
Capac Yupanqui Chimpo Ocllo (Mama Cahua)
Inca Roca Cusi Chispo (Mama Micay)
Yahuar Huacac Ypahuaco (Mamachiquia)
Viracocha Inca Mamayunto
Inca Yupanqui (Pachacuti) Mama Anahuarque
Tupac Ynca Yupanqui Mama Ocllo (Tocta Cuca)
Huayna Capac Rahua Ocllo
Huascar Mama Huarcay (Chuqui Huipa)
Hemos señalado entre paréntesis la versión alternativa que el mismo cronista escribe refiriéndose a una misma coya.

Cuando aparecen dos nombres separados por una barra, es que en ese caso el cronista habla de dos mujeres que fueron esposa principal de un mismo Inca. Gráfico En cuanto a actuaciones de las Coyas que tuvieran especial relevancia, aparecen algunas destacadas en los relatos de la historia inca. Ya hemos mencionado la primera , hermana-esposa de Manco Capac, y fundador con él de la dinastía "sagrada" de los Incas, descendientes del sol. Dos son los nombres que aparecen en el origen de la dinastía, el de Mama Ocllo y el de Mama Huaco. Es interesante mantener esta dualidad de nombres, puesto que en el universo mítico de los incas pueden responder a dos arquetipos de mujer: aquella cuyo papel se refiere exclusivamente al de pareja del cabeza de familia o linaje (Mama Ocllo) y la segunda, actuando con protagonismo en la historia política y militar del pueblo Inca (Mama Huaco). De Mama Ana Huarque, esposa de Inca Yupanqui, señala Murúa que se hacía cargo del gobierno en ausencia de su marido. Recordemos que es precisamente este Inca al que se atribuye el inicio de la expansión fuera del Cuzco, lo que daría sentido a la necesidad de la Coya de actuar como "regente". En concreto señala su presencia de ánimo cuando un terremoto asoló la ciudad de Arequipa, y puso en marcha toda una serie de rituales religiosos pidiendo el favor de los dioses en esta catástrofe, hasta que su esposo regresó y se puso a la cabeza de dichos rituales. Otra actuación importante relacionada con la figura de la Coya es lo sucedido a la muerte de Tupac Yupanqui.

Cuenta Murúa que ese Inca quiso dejar como sucesor no al hijo de su esposa principal, sino al hijo de otra mujer a la que quería mucho, llamada Chiqui Ocllo; el hijo de esta se llamaba Capac Huare. Pero cuando ese estaba preparando ya la ceremonia de coronación, los hermanos de la Coya Mama Ocllo forzaron el nombramiento como sucesor del hijo de esta, Huayna Capac, por ser el legítimo. "pues Capac Huare no era hijo de Coya y reina y que así en cuanto a esto no se había de seguir la última voluntad de Tupa Inga Yupanqui. Con estas razones tan evidentes se suspendió la coronación de Capac Huare y los que le seguían entibiaron, y más cuando de nuevo los tíos de Huayna Capac levantaron, o fuese con verdad o mentira, que Chiqui Ocllo era hechicera y que con hechizos y veneno había muerto a Tupa Ynga Yupanqui, porque su hijo Capac Huare entrase en el señorío, y así mataron a la Chiqui Ocllo, y a su hijo Capac Huare le desterraron de común consentimiento a Chinchero, tres leguas del Cuzco, adonde le señalaron los alimentos y servicio de criado y mujeres y chacaras muy abundantemente, para que allí viviese apartado y no pudiese jamás entrar en el Cuzco." Estamos sin duda ante una crisis de sucesión (ni la única ni la más importante en el Incario), en la que el papel de la Coya es fundamental para decidir quién debe ser el sucesor. Es interesante resaltar que, si a la mujer que trató de marcar la sucesión de su hijo la ejecutan, en cambio al hijo que intentó competir por la mascaypacha con Huayna Capac le otorgan un señorío.

Será precisamente al final de la historia de los Incas (sin duda mejor conocida por más reciente a la llegada de los españoles) cuando las mujeres del Inca tienen un papel fundamental. Tanto la Coya-madre como la Coya-esposa tendrán actuaciones políticas en la guerra por la sucesión tras la muerte de Huayna Capac. Muerto el Inca, se inician los preparativos para la sucesión, que incluía la formalización del matrimonio con la que sería su esposa principal. Y Huascar solicita a su madre, Rahua Ocllo, casarse con la hija de esta, Chuqui Huipa. La Coya-madre se niega a entregársela, quizá movida por las crueldades de que ya Huáscar comenzaba a hacer gala. El Inca insiste, y finalmente, tras pedirla a la momia de Tupac Ynca Yupanqui, padre de Rahua Ocllo, y aceptar los señores que cuidaban del bulto del soberano, consigue el matrimonio con Chuqui Huipa, a lo que la madre no tiene más remedio que acceder. Posteriormente, será la propia Chuqui Huipa quien aparezca enviando mensajes a su hermano Atahualpa, avisándole de las crueldades que está cometiendo Huáscar, de las que ella misma aparece como víctima. Aún así, esta última Coya morirá en el marco de las guerras civiles por mandato de Atahualpa, junto a su esposo y su madre.

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