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La dualidad en el Estado Inca se plasmaba en la complementariedad establecida por el Inca y su esposa, la Coya, que era la mujer más importante del Tahuantinsuyu. Basándose en las leyendas de origen de los incas, que describen la filiación solar de la dinastía, la pareja gobernante debía contraer matrimonio adelfogámico para mantener la pureza de la sangre de hijos del sol. Cuando los cronistas nos hablan del matrimonio del Inca con su hermana, parece que más bien hacen referencia a la unión con una pariente de la misma generación, que podría ser hermana o prima del mismo grupo de edad. Tenemos pocos datos concretos y fiables sobre las Coyas. Dos cronistas que aparentemente incluyen en sus obras una sucesión de biografías de las esposas de los gobernantes son Martín de Murúa y Felipe Guamán Poma de Ayala. Pero la lectura de estos textos no permite el conocimiento real de la vida de las Coyas, tratándose más bien de la descripción de una serie de estereotipos que ambos cronistas repiten en las diferentes biografías. Incluso puede ser que ambos cronistas se inspirasen para la redacción de sus textos en unas pinturas hechas a manera de retratos de las diferentes coyas. Esta afirmación se basa en que los dos textos incluyen algunas descripciones físicas de las soberanas, que difícilmente habrían ellos podido conocer. Ya hemos dicho que entre el Inca y la Coya el matrimonio tenía carácter incestuoso como medida para perpetuar la legitimidad de la dinastía, en su supuesto ascendiente como hijos del sol.

Tal práctica fue iniciada por el creador de la dinastía, el legendario Manco Capac, que contrajo matrimonio con su hermana Mama Ocllo. Algunos cronistas difieren de la versión más generalizada, diciendo que Manco casó con su madre Mama Huaco. Gráfico La elección de la Coya por parte del Inca se realizaba entre las mujeres de parentesco próximo y de la misma generación que el gobernante. Seguramente el matrimonio se realizaba cuando el futuro soberano era aún heredero. Y el día de la proclamación del Inca se procedía también a la formalización de tal matrimonio, que "entronizaba" a la Coya. Previamente a la celebración del matrimonio, el Inca debía solicitar permiso a la madre de la futura Coya (que, según la mayoría de las versiones, era la madre del propio Inca). Una vez hecha la elección y obtenido el permiso de la madre, se iniciaban las ceremonias nupciales. El Inca salía del templo del sol y se dirigía a la casa de la novia, que estaba con su madre, y le entregaba diversos regalos. La novia le entregaba un vestido. Una vez intercambiados los presentes, el Inca la tomaba de la mano y la conducía a su casa, con grandes fiestas. Los primeros cuatro días debían ser continentes, y dedicarse a ofrecer sacrificios. Una vez pasados estos días, se entregaban a las fiestas y regocijos, que podían prolongarse durante dos meses. Desde el día de la toma de la mascaypacha, o insignia real, la Coya adquiría determinadas obligaciones dentro del Estado, y además contraía un carácter sagrado, dentro del linaje de los hijos del sol, y como esposa principal del soberano. Porque los gobernantes Incas podían tener multitud de esposas, de las que una era la principal, la Coya.

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