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Datos principales


Desarrollo


Por una parte, en la cerámica mochica, una de las fuentes de conocimiento más interesantes, la abundancia de elementos eróticos permiten hacer una análisis de cuál era el papel femenino en la vida doméstica de estos pueblos. Y es el estudio de las representaciones en cerámica el que dio pistas a los etnohistoriadores para entrever la presencia femenina como protagonista en algunos eventos de carácter ritual. La "ceremonia del sacrificio", según las representaciones encontradas, era uno de los ritos más sagrados de esta cultura. En ella aparecían soldados derrotados que eran hechos prisioneros y luego sacrificados; la sangre de esos guerreros era entregada a una sacerdotisa. Y serán los trabajos realizados por Luis Jaime Castillo en la tumba conocida como de la sacerdotisa de San José de Moro (La Libertad, Perú), a partir de los años noventa del siglo XX, los que aportan luces nuevas a la etnohistoria andina. Después del descubrimiento de la tumba del Señor de Sipán, la de la sacerdotisa se convierte en nueva fuente de información que permite desvelar antiguos secretos encerrados bajo las pirámides de adobe. Según las conclusiones de este arqueólogo, tras años de trabajo, podemos afirmar que en el mundo moche se produce una evolución desde un estadio de cacicazgo al de organización estatal. Y en esta evolución, asegura Castillo, encontramos un cambio en el papel de la mujer, que se va incrementando como protagonista en actividades rituales. El estudio iconográfico de las representaciones y la propia tumba de las dos mujeres que conocemos como sacerdotisas de San José de Moro permiten sostener estas afirmaciones en pruebas bastante sólidas.

Los restos de la tumba de la Sacerdotisa de San José de Moro se hallaron en 1997, y suponen una revolución para nuestros conocimientos de esta cultura. La mujer enterrada corresponde a la etapa Moche Final (100-800 dC). Lo interesante es que estos restos fueron pronto asociados a las representaciones de esta mujer en la llamada "ceremonia del sacrificio", lo que permitió a los investigadores completar su conocimiento acerca de la mujer enterrada y sus funciones en la vida religiosa de los mochica. Gráfico El hallazgo de la tumba permitió identificar a la mujer enterrada con aquella sacerdotisa de la ceremonia, a quien se entregaba la sangre de los sacrificados. Los restos hallados corresponden a una mujer de unos cuarenta años. Tenía que formar parte de la elite, puesto que a sus pies se hallaron los cuerpos de otras cuatro mujeres pertenecientes a su séquito. Junto a los restos humanos había objetos de cobre, máscaras. Piedras, un tocado y la copa ceremonial, además de diversas ofrendas. Aunque son pocos los entierros de mujeres de élite, no por ello deja este de ser un ejemplo de cómo las mujeres en el mundo andino podían vincularse con grupos de élite, ya sea desde el punto de vista político o desde el religioso. En cualquier caso, por un motivo que aún desconocemos, el Valle de Jequetepeque acoge varios entierros femeninos suntuosos, lo que indica la importancia que en este lugar llegó a adquirir la mujer.

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