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Al ser el pueblo azteca el que había logrado asentarse y consolidar su dominio sobre una gran parte de México, las noticias más abundantes que tenemos proceden precisamente de esta cultura. Pero las diferentes fuentes cuentan de otros pueblos, algunos aliados y otros rivales de los aztecas. Chichimecas, otomíes, acolhuas... son, los pueblos asentados en el espacio del actual México, y que tiene costumbres en ocasiones similares a las de los mexica (de tronco cultural nahua), pero en las que también encontramos elementos diferenciadores. Los acolhúas de Texcoco, son descritos en la crónica de Fernando de Alva, Historia de la nación chichimeca. En esta relación se puede ver con más detalle incluso que en algunas de las crónicas acerca del pasado azteca, la profusión de uniones matrimoniales establecidas para sellar alianzas de carácter político. Es precisamente en la narración de los sucesivos matrimonios de elite donde el autor de esta crónica entronca el linaje de los reyes de Tezcoco con los míticos toltecas: "El príncipe Nopaltzin que también casi a estos tiempos se casó con Azcaxochitzin, hija legítima del príncipe Póchotl, y nieta de Topiltzin último rey de los tultecas (con esta unión y matrimonio quedaron en perpetua paz y conformidad, y comenzaron a emparentar los unos con los otros)". Entre los diferentes gobernantes de Texcoco destaca Nezahualcoyotl, rey poeta y legislador. Autor de 80 leyes que rigieron la vida de los Acolhúas, y excelente gobernante, que obtuvo el apoyo mexica en la lucha contra los tepanecas de Azcapozalco, germen de la Triple Alianza que el siglo XV de nuestra era pondría las bases de la hegemonía mexica.

Gráfico Acerca de las costumbres que hacen referencia a la población femenina, Fernando Alva nos ha dejado por escrito algunos rasgos interesantes. Afirma que estuvo prohibido el matrimonio poligámico, y que en ningún caso podían unirse entre hermanos, aunque según él mismo advierte, "después sus descendientes casaron con primas hermanas y tías, costumbre que tomaron de los tultecas". Igualmente la monogamia debía quedar reservada al pueblo llano, puesto que es precisamente a través de matrimonios secundarios como los gobernantes de Tezcoco establecieron alianzas políticas con otros señores del centro de México. En las leyes establecidas por Nezahualcoyotl quedaba firmemente prohibido el adulterio, y se castigaba con pena de muerte el no cumplimiento de esta ley. Si además el adulterio incluía el asesinato del adulterado, entonces los dos cómplices morían torturados y sus cuerpos eran quemados. Hablando de este rey y de su hijo, Nezahualpilzintli, Fernando de Alva se entretiene describiendo el gran lujo en que vivían, y el número de mujeres con que contaban para su solaz. En el caso del segundo, dice que llegó a tener a su servicio cerca de dos mil "concubinas", aunque realmente el número de esposas era de cuarenta. Entre estas, destaca el especial afecto que sentía el rey por una de ellas, señora de Tula e hija de un mercader, que reflejaba en su conversación una gran sabiduría, en la que podía competir con el propio rey y con los más sabios de su reino.

Estas cualidades fueron premiadas, y así señala el cronista que la mujer "tenía al rey muy sujeto a su voluntad, de tal manera, que lo que quería alcanzaba de él, y así vivía por sí sola con gran aparato y majestad en unos palacios que el rey le mandó edificar." Este rey Nezahualpilzintli continuó la labor gobernadora de su adre, ejecutando las leyes promulgadas por aquel. Ni siquiera los miembros de su familia escaparon de la justicia, pues una de sus esposas fue condenada a muerte ejemplar por adulterio (además asesinaba a los caballeros con quienes había cometido el adulterio). Otro ejemplo más lo dio cuando ordenó ejecutar a una mujer con la que mantuvo una relación, tras enterarse de que ella estaba casada y no se lo había confesado. No parece que la vida y costumbres de las mujeres de estos pueblos presentaran diferencias significativas con las que hasta ahora hemos descrito. Insistimos una vez más en que la figura femenina fue esencial a la hora de establecer alianzas entre los diferentes pueblos que habitaron el espacio mesoamericano, y que en ocasiones fueron también motivo de ruptura y de conflictos armados. Tal es la situación de los pueblos que los españoles encontraron al llegar por primera vez a estas regiones.

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