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Datos principales


Rango

Edad Moderna

Desarrollo


Las promotoras que costearon obras de gran envergadura eran claramente adineradas. Habían heredado un caudal que se podía ver incrementado con matrimonios hábilmente concertados. Muchas de ellas emprendieron obras de patrocinio acompañadas -consciente o inconscientemente- de sus maridos, aunque se conocen casos de iniciativas falsamente protagonizadas por el marido. Destaca la figura de Doña Ana de Mendoza, princesa de Éboli (1540-1592), hija única de una de las familias castellanas más poderosas de la época, los Mendoza. Conocida por su relación cercana con Felipe II y su esposa Isabel de Valois, fue promotora de dos conventos de Carmelitas descalzas (fundadas por Santa Teresa de Jesús) en Pastrana (Guadalajara, Castilla-la Mancha) con su marido en un principio, retomando la labor a la muerte de este. Se dice que llevó a cabo esta iniciativa para rivalizar con otras damas de la corte filipina, en especial con la duquesa de Alba, pues se puso de moda en la época ayudar a fundar conventos a Santa Teresa. Lo cierto es que luego la misma Doña Ana de Mendoza se hizo monja en uno de esos conventos, con ciertas disputas con la santa por las comodidades y ventajas de las que la princesa disfrutaba. Gráfico En muchos casos se hace imposible cerciorarse de si eran las mujeres las que estaban detrás de los encargos y sus maridos se limitaban a firmar o no, excepto en el caso de las viudas. En el caso de estas últimas, que se encontraban de improviso con la capacidad de gestionar e invertir su propio matrimonio, se observa que el interés por la promoción de encargos artísticos no decae sino todo lo contrario.

Ni que decir tiene que si la viuda no había llegado aún a la madurez, se esperaba de ella que volviese a contraer matrimonio lo más rápido posible, bien por necesidad económica o bien por las presiones de sus familias, que buscaban alianzas matrimoniales que reportaran mayores beneficios o renombre al patrimonio familiar. Las viudas en edad de merecer se solían resistir a estos matrimonios puesto que suponían la total renuncia a la libertad recién adquirida. En estos casos destacan varias mujeres en la historia de Castilla, como son: Teresa de Zúñiga y Guzmán (1500-1565). Casada desde los 18 y viuda desde los 44, comenzó su labor de promoción artística en vida de su marido, puesto que como éste pasaba largas temporadas acompañando al emperador Carlos V, ella actuaba como dueña y señora de todos los dominios de su cónyuge, por lo que a su muerte siguió con sus actividades, pero con una libertad mucho mayor aún. La hermana del emperador, María de Hungría también es un ejemplo de viuda con un gran papel protagonista en el mundo de la promoción y el coleccionismo artísticos, puesto que al no poderse casar -aceptó el cargo de gobernadora de los Países Bajos con la cláusula de que no podía casarse- desarrolló una gran labor artística. Por último destacar a doña Francisca Mexía, hermana de un erudito y coleccionista de la época, Gonzalo Argote de Molina, el cual había encargado una estructura para enmarcar un cuadro en su capilla funeraria de la parroquia sevillana de Santiago el Viejo, pero a su muerte se paralizó el trabajo. Al enviudar su hermana, esta decidió continuar con la iniciativa y llevó a cabo la estructura que enmarcaba el lienzo de "la batalla de Santiago" de Mateo Pérez de Alesio para la capilla de su hermano.

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