Compartir


Datos principales


Rango

Edad Moderna

Desarrollo


Hoy resulta insostenible el tópico de la mujer trabajadora como producto de la Revolución Industrial, porque mucho antes de la aparición de las fábricas la inmensa mayoría de las mujeres tenía que trabajar para sobrevivir. Estas trabajaban no solamente en las tareas derivadas del consumo y la reproducción, sino también, y sobre todo, en las derivadas de la producción y la distribución de productos primarios, mercancías y servicios. En las sociedades preindustriales, el trabajo se llevaba a término en el ámbito integrado por la fusión de tareas productivas, reproductivas y derivadas del consumo. Las tareas domésticas, en tanto que estaban integradas en la actividad económica y en el proceso de trabajo tenían una importancia económica clave. La preparación de la comida, la conservación de los alimentos, la elaboración de los vestidos, el trabajo en el taller o en el campo o la crianza de los hijos tenía una importancia económica clave. En este sentido el término trabajo doméstico entendido como conjunto de tareas no retribuidas propias del hogar, cobra para las sociedades preindustriales un significado más complejo. Un ejemplo de ello es que el servicio doméstico se contrataba en función de su capacidad de trabajo en el taller o en el campo. En definitiva, los estudios sobre estas actividades en las sociedades preindustriales ha contribuido a cuestionar el esquema liberal según el cual las tareas domésticas siempre han sido una actividad no laboral y no remunerada dentro de la casa, mientras que las tareas productivas son las que corresponden al trabajo remunerado fuera de la casa.

El estudio del pasado enseña que tal concepción se construyó históricamente a menudo que se desarrollaba el Estado liberal y la economía de mercado. Gráfico En las sociedades preindustriales europeas, la economía familiar o la economía de las unidades domésticas se ha basado en la aportación del fruto del trabajo de cada uno de sus miembros: mujeres, hombres, ancianas, ancianos, niños y niñas. En efecto, las mujeres tenían un papel clave en las estrategias salariales de las unidades familiares o domésticas: su aportación, lejos de ser complementaria, era en muchos casos indispensable. Por lo tanto, la historia moderna ha confirmado que en muy pocos momentos de la historia de la humanidad se ha generalizado el modelo de salario o ingreso único del pater familias. Diversos estudios indican que la aportación de las mujeres a la economía familiar tenía un peso específico esencial. El trabajo de las mujeres era en muchos casos el más versátil y el que se adaptaba mejor a las economías de la improvisación. Esta versatilidad en las tareas permitía reorientar las estrategias de supervivencia del grupo, y, al mismo tiempo, mostraba su precariedad en tanto que trabajadoras, en términos generales, excluidas de la especialización. Hilar, vender, ayudar en el taller, lavar ropa, transportar agua, hacer de ama de cría o el servicio doméstico podían ser, entre otras, tareas remuneradas desarrolladas por una misma mujer en momentos diferentes de su vida.

Este carácter de versatilidad del trabajo de las mujeres procedía de su aprendizaje informal, que transcurría al margen de las instituciones gremiales, sin acceso a los exámenes de oficialía o maestría. Este aprendizaje informal se llevaba a término en el taller del padre, del marido, de algún pariente, o del dueño. De este modo, las mujeres estaban sujetas a un abanico ocupacional más amplio y menos especializado. Aspectos que les confería un papel clave cuando la fragilidad del ciclo económico familiar obligaba a reorientar las estrategias de supervivencia. (115) La investigación de la historia de la mujer ha contribuido a esclarecer que las familias del periodo moderno no se restringieron a una sola ocupación y que existía una enorme flexiblidad, versatilidad y multiocupación en el grupo familiar. Esta flexibilidad no se encuentra reflejada en la documentación institucional como la gremial. El estudio de Marta Vicente sobre las mujeres trabajadoras de la Barcelona de los siglos XVII y XVIII muestra muchos casos de unidades domésticas con más de un oficio. Los registros administrativos que vertebran la imagen que una sociedad ofrece de sí misma no son, por lo tanto, ajenos a los criterios de ordenación de la realidad que en el periodo moderno era patriarcal

Obras relacionadas


Contenidos relacionados