Mujeres intelectuales y cultas en las cortes peninsulares

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Rango

Edad Moderna

Desarrollo


Las mujeres de este círculo, famosas por sus conocimientos y por su erudición, fueron apodadas y conocidas entre sus contemporáneos como las Puellas doctae. Entre ellas destacó Beatriz Galindo, (¿1465?-1515) cuyos conocimientos y dominio del latín le valieron el sobrenombre de La Latina. Otras fueron Beatriz de Bobadilla (1440-1511), camarera mayor y consejera de Estado. Lucía de Medrano (1484-1515?), catedrática del siglo XVI; Beatriz de Silva y Meneses (1424-1491), fundadora de las religiosas concepcionistas; Catalina de Aragón (1485-1536), soberana renacentista para Inglaterra; María Pacheco, una de las pocas mujeres de la nobleza que empuñaron las armas y dirigieron un ejército (¿1495?-1531) Beatriz Galindo, nacida en Salamanca hacia 1475, tuvo la fortuna de pertenecer a una familia noble donde adquirió una esmerada educación que le proporcionó un extenso conocimiento de la cultura y lenguas clásicas. Gracias a su tío, conocedor de la afición que sentía por la lectura, recibió clases de latín, lengua que llegó a dominar, y de filosofía, que estudió con interés y profundidad. Demostró tal capacidad para todo lo relacionado con el saber que llegó a ser considerada una de las mujeres más sabias de su tiempo. Contó con el apoyo pleno de Isabel de Castilla, quien la escogió como su camarista. Bajo su magisterio, la reina aprendió latín y la convirtió, por sus cualidades intelectuales y sus virtudes, en su amiga y consejera hasta el final de su reinado.

Beatriz contrajo matrimonio con Francisco Ramírez, secretario del Consejo Real de Fernando El Católico. Tras la muerte de la reina en 1504 y la de su marido en 1505, solicitó autorización para abandonar la corte establecida en Medina del Campo y dedicarse de pleno al estudio en Madrid. Un año después construyó un hospital en esa ciudad con el nombre de La Latina. También fundó casas religiosas para señoritas pobres y se encargó directamente de la dirección. (51) Gráfico Junto a sus actividades asistenciales, Beatriz Galindo desarrolló una gran creatividad literaria, pero nada se ha conservado de su obra ni de su producción epistolar. Se le han atribuido unas Notas y Comentarios sobre Aristóteles, Anotaciones sobre escritores clásicos antiguos y una serie de poesías en latín. Un ejemplo de su afición a la lectura y su amor a los libros fue su biblioteca personal, a la que hace mención en su testamento, disponiendo que "todos los libros de romance se repartan entre los dos monasterios, y los de latín a San Jerónimo". Beatriz dedicó su vida al estudio, la investigación, a la recuperación de las lenguas clásicas y de la cultura humanista, a las que, con un escogido círculo de intelectuales, intentó dar un nuevo impulso desde su academia de filosofía del convento de la Concepción Jerónima. Con sus fundaciones conventuales femeninas, proporcionó a otras mujeres un espacio donde pudieran dedicarse a la formación intelectual y al estudio, un espacio hacedor de cultura femenina.

Así, gracias al ambiente erudito y culto de la corte de Isabel la Católica se imprimió un fuerte impulso a la educación femenina (52) y muchas otras mujeres se beneficiaron de esta coyuntura favorable. Entre otras, Juana de Contreras e Isabel de Vergara, quienes hicieron efectiva su presencia introduciéndose en las altas esferas intelectuales y en los círculos humanistas; gozaron por sus conocimientos de prestigio y fama entre sus colegas masculinos y contribuyeron, con su éxito y su esfuerzo, al desarrollo de la conciencia femenina. Mujeres cultas que vieron recompensada su dedicación cuando se les abrieron las puertas de la universidad, no sólo para adquirir conocimientos, sino para transmitirlos y ocupar un puesto dentro de la cultura, como fueron los casos de Francisca de Lebrija y Luisa de Medrano, profesoras en la Universidad de Alcalá y Salamanca respectivamente. (53) También fue llamada a la corte de Isabel la Católica, Teresa de Cartagena (1425-¿?) como autora de la obra la Arboleda de los enfermos, un tratado místico sobre los beneficios espirituales del sufrimiento físico titulado. Gracias a su madrina Juana de Mendoza, dama y camarera de Isabel I, la reina habiendo leído la obra de Teresa, quiso conocer a esta religiosa y escritora mística. Teresa había entrado en el monasterio franciscano de Santa Clara en Burgos alrededor del año 1440, sin que todavía se le hubiera manifestado la sordera.

En 1449 fue trasladada al monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, perteneciente a la orden del Císter. Su ingreso en este monasterio parece que se debió a una estrategia política familiar motivada por la hostilidad de las franciscanas hacia las monjas conversas. En el monasterio de las Huelgas se declaró la sordera de Teresa de Cartagena. Sus obras Arboleda de los enfermos y Admiraçión Operum Dey se deben, en buena medida, a que fue sordomuda a partir de 1453 o 1459. Cuando se enteró de que las autoridades de la época consideraban que La arboleda de los enfermos era de tal calidad que tenía por fuerza que ser obra de un hombre bajo pseudónimo femenino, Teresa de Cartagena se apresuró a escribir otro libro, esta vez en defensa del protagonismo literario de las mujeres, Admiraçión Operum Dei. Está considerada como la primera escritora mística en español y el último de sus libros ha sido estimado por algunos autores como el primer texto feminista escrito por una mujer española. Pero al mismo tiempo que florecía intelectualmente la corte castellana de Isabel la Católica, también en las otras cortes peninsulares destacaron varias mujeres cultas y humanistas, como Mencía de Mendoza, virreina de la corte valenciana.

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