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Edad Moderna

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El 7 de enero de 1506, en pleno invierno, cuando Juana apenas hacía cuatro meses que había dado a luz a su hija María, los nuevos Reyes de Castilla zarparon de Flesinga rumbo a España. La travesía fue larga y peligrosa y una tormenta hizo naufragar varias naves de la flota que debió refugiarse en las costas inglesas donde fueron acogidos por el rey Enrique VII. Juana se reencontró con su hermana Catalina, viuda por entonces del príncipe Arturo de Inglaterra. A pesar de aquel emotivo encuentro, Juana prefirió hospedarse lejos de la corte y de los festejos que el rey Enrique VII organizó todos los días en honor de sus huéspedes. Finalmente, el 26 de abril de 1506 desembarcaron felizmente en La Coruña. Juana y Felipe habían llegado a España para ser jurados como nuevos soberanos de Castilla. Sin embargo, tanto su padrem Fernando, rey de Aragón, como su propio esposo, maquinan para hacerse con el poder exclusivo. La posible incapacidad mental de Juana podía ser ventajosa para Fernando, pero un obstáculo para Felipe. Por lo pronto, Fernando se hizo nombrar (sin que lo supiera Juana, que es la reina propietaria de Castilla), gobernador del Reino. Además, llegó incluso a contraer nuevo matrimonio con Germana de Foix, ya que el testamento de Isabel establecía que en caso de que éste tuviese otro hijo, sería el hijo de Fernando el heredero del reino de Aragón y no Juana o sus descendientes.

Por su parte Felipe, cuyo futuro como rey de Castilla peligraba en caso de comprobarse la enajenación mental de Juana, intentó ahora neutralizar el efecto negativo que tuvieron las noticias que él mismo se había encargado de difundir, incluso por cartas a sus suegros, aparentando estar muy unido a su esposa. Además, desde Bruselas movió todos los hilos necesarios para hacerse aliados entre los Grandes del Reino y preparar su llegada a España con una cierta ventaja sobre su suegro. Tales preparativos pudieran explicar el tiempo que tardaron Juana y Felipe en regresar a España para ser jurados reyes de Castilla. Gráfico Fue entonces cuando apareció una carta de Juana, fechada en Bruselas el tres de mayo de 1505 (24). Los historiadores no tienen dudas sobre la autenticidad de la carta, pero sí de que el contenido de la misma haya sido una idea espontánea de Juana o una obra de Felipe, quién incluso podría haberle dictado la carta (2). En la carta, Juana justifica su conducta pasada alegando que quienes opinan que "tiene falta de seso", le están levantando "falsos testimonios". Alega que "... si en algo yo usé de pasión y dexé de tener el estado que convenía a mi dignidad, notorio es que no fue otra causa sino celos, y no sólo se halla en mí esta pasión, más la Reina mi señora, a quien dé Dios gloria, que fue tan exelente y escogida persona en el mundo, fue asimismo celosa, más el tiempo saneó a su Alteza, como plazerá a Dios que hará a mí".

Sugiere también que hablar mal de ella es hablar mal de su padre pues "...no falta quien diga que le place dello al Rey Fernando a causa de gobernar nuestros Reinos, lo cual yo no creo, siendo Su Alteza rey tan grande y tan católico y yo su hija tan obediente". Y además deja muy claro que aunque ella no estuviera en condiciones de gobernar, "...no había yo de quitar al Rey, mi señor mi marido, la gobernación desos Reinos y de todos los del mundo que fuesen míos, ni le dexaría de dar todos los poderes que yo pudiese..." Esto último estaba en clara contradicción con el testamento de la reina Isabel, quien había dejado expresamente indicado que en caso de que Juana no pudiese o no quisiese gobernar, se nombraría como regente hasta la mayoría de edad de su nieto Carlos al rey Fernando. La situación era delicada. Felipe deseaba hacerse con el poder de inmediato y Fernando no estaba dispuesto a dejar la regencia sin más. Felipe y Fernando negociaron, sin importarles el parecer de Juana e incluso a sus espaldas. Finalmente Fernando se retiró a sus dominios de la Corona de Aragón (no sin antes haber obtenido una jugosa compensación económica) y Felipe hizo su entrada triunfal en Valladolid en el verano de 1506, donde él y Juana fueron jurados como reyes de Castilla. Sin embargo, Juana exigió que en el juramento fuera incluido también el príncipe Carlos como heredero y quedó asentado así en las actas. El 7 de septiembre llegaron a Burgos para establecer allí la sede del gobierno de Castilla.

El 25 de septiembre de 1506 Felipe murió de forma repentina en Burgos bajo extrañas circunstancias, probablemente víctima de unas fiebres epidémicas que en aquel tiempo afligían a Castilla (3) aunque, también corrió la versión de que había sido envenenado (4). Durante la enfermedad, que duró 6 días, Juana no se apartó de su marido, lo cuidó con extremada solicitud y mostró una extraordinaria entereza. Su matrimonio había durado 10 años y ahora, de pronto, Juana quedaba convertida en una joven viuda de 26 años, embarazada de su última hija, con cuatro hijos mayores en Bruselas y su hijo Fernando en Castilla. La nueva reina propietaria de Castilla era una mujer que parecía incapaz de tomar decisiones de gobierno en medio de una gran agitación y consternación general, debidas a la muerte tan imprevista de Felipe el Hermoso. Los flamencos venidos desde Bruselas y los partidarios de Felipe fueron rechazados por los partidarios de Don Fernando. Pronto unos y otros urgieron a la reina a tomar decisiones, pero ella, todavía perpleja por la muerte de su marido, no era capaz. Toda esta situación supone un acontecimiento vital que le produce una gran tensión. De hecho, la pérdida del cónyuge es la circunstancia que más stress puede producir en la vida de un individuo y además, puede actuar como un factor precipitante (o disparador) de un episodio psicótico. ¿Podía encontrarse Juana en una situación de mayor estrés que ésta?. Durante esta etapa, la única decisión que tomó haciendo uso de su autoridad como reina de Castilla, fue revocar, el 19 de diciembre de 1506 (3) todas las mercedes que su marido había hecho desde la muerte de la reina Isabel y mantener en el consejo todos los nombrados por sus padres Don Fernando y Doña Isabel, despidiendo a los nuevos miembros.

Esta resolución, que fue respaldada por un documento en el que Juana estampó su firma, "dejó sobrecogidos a todos", escribió Modesto la Fuente, e "hizo cambiar de todo punto el aspecto de las cosas", pues dejó debilitado el partido enemigo de su padre Don Fernando. Juana al destituir de su cargo a todos los que Felipe había nombrado, restituyó la situación que a ella le daba confianza, la que sus padres habían establecido. Para evitar la anarquía, se nombró un gobierno provisional constituido por un consejo de regencia que presidía el arzobispo Cisneros quien escribió inmediatamente al rey Don Fernando para que volviera cuanto antes, explicándole también el estado mental de su hija Juana que se negaba a participar en cualquier asunto de gobierno.

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