Compartir


Datos principales


Rango

Edad Moderna

Desarrollo


Un caso especial de reina consorte sin poder ni influencia fue el de la reina viuda. (18) Cuando moría el rey, ellas morían como reinas. La viudedad era un tiempo penoso, por ello, sentían gran preocupación y a veces auténtico temor a esa situación en la que pasaban de ser el centro de todo a quedar marginadas y olvidadas. Las reinas viudas debían consagrarse a honrar la memoria de su difunto esposo y dedicarse a hacer todo el bien posible. Ejemplos de esta viudedad fueron Juana la Loca, Mariana de Austria, aunque ésta, como se ha visto, pasó a ejercer la regencia, y Mariana de Neoburgo. Esta última, a la muerte de Carlos II en 1700, tuvo que atravesar una difícil viudedad de 40 años, pues no tuvo hijos y no logró mantener la herencia dentro de la dinastía Habsburgo. Además, al oponerse a Felipe V, tuvo que retirarse a Toledo y acabó exiliada en Bayona durante años. Sólo pudo regresar a España en 1738, poco antes de morir en 1740. Gráfico Otro caso patético fue el de Luisa Isabel de Orleáns, esposa de Luis I, que tras quedar viuda en 1724, después de ocho meses de matrimonio, vivió retirada en Madrid. En 1725, al fracasar el proyecto de boda de Luis XV con la infanta española María Ana Victoria, Luisa Isabel de Orleáns fue devuelta a Francia, donde vivió sola, enferma y empobrecida hasta su muerte en 1742. Un caso singular fue el de Isabel de Farnesio, quien viuda de Felipe V en 1746 pudo mantenerse durante un tiempo en la corte de Bárbara de Braganza y Fernando VI, hijo de María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V.

Las relaciones se fueron haciendo más tensas debido a las intromisiones de la reina viuda y fue obligada, por ello, a trasladarse al palacio de La Granja donde permaneció con una pequeña corte de fieles seguidores durante todo el reinado. Si las reinas propietarias fueron castellanas, es decir, nacidas una en Madrigal de las Altas Torres y otra en Toledo, no ocurrió lo mismo con las reinas consortes. Todas ellas fueron extranjeras, pues la realeza sólo podía enlazar con otra familia real. Aunque la última esposa de Felipe II había nacido en Cigales (Valladolid) había sido trasladada después a Austria y Bohemia y para el enlace tuvo que viajar a España desde centroeuropa. Unas procedían de Portugal, varias del Imperio, algunas de Francia y sólo una de Inglaterra, y en el siglo XVIII también de Italia. A cambio, España dio varias soberanas al Imperio y también a Francia.

Obras relacionadas


Contenidos relacionados