Estratigrafía y numismática: Numancia y los campamentos

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Celtiberia

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Por Alfredo Jimeno Martínez y Ana M? Martín Bravo Universidad Complutense. INTRODUCCIÓN Esta comunicación se inscribe en el marco del Plan Director de Numancia, elaborado a instancias de la Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León, que ofrece el marco adecuado para el desarrollo del conjunto de las actuaciones (restauración, investigación, didáctica, gestión) que se están llevando a cabo en este histórico yacimiento. En el plan de investigación se contempla la revisión de los trabajos anteriores y la actualización de sus aportaciones, que unidas a las nuevas investigaciones, nos proporcionen un conocimiento integrado de la historia de Numancia. Así, este congreso nos proporciona la oportunidad de realizar una aproximación a los datos numismáticos para integrarlos en el conjunto de la información que poseemos sobre Numancia. TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN NUMISMÁTICA La revisión de las Memorias de Excavación de Numancia denuncia la escasa atención que reciben las monedas; esto es más sorprendente, si cabe, cuando desde el trabajo arqueológico se valora la importancia del hallazgo de una pieza monetal como referencia cronológica. Pero se observa también que las monedas no son tratadas peor que el resto de la cultura material (cerámicas, metales, restos óseos, etc.). Las Memorias de Numancia ofrecen todas un mismo esquema: explicación e interpretación de los restos arquitectónicos descubiertos, haciendo escasas referencias a objetos hallados en ellas; relación de los objetos encontrados sin especificar su lugar de hallazgo, ordenados por secciones (prehistóricos, población celtibérica, población romana y numismática).

En la única Memoria en la que incluye una relación de las monedas es en la de 1912, reseñando 24 autónomas y 22 imperiales (W. AA., 1912:48-51). Lo más frecuente son referencias generales como ésta: "poco frecuentes y de escasa importancia son los hallazgos de monedas entre las ruinas romanas de Numancia. Algunas son autónomas, de bronce, de distintas procedencias, y las más imperiales, algunas de plata, de Tiberio, de bronce de Augusto, de Tiberio, de Germánico, de Nerón, de Trajano, de Hadriano y otros. La colección reunida habrá de ser catalogada especialmente" (Mélida 1918:21 y 22), en alguna ocasión se especifica el número "21 monedas autónomas de bronce, 6 monedas romanas de bronce, 1moneda romana de plata, 1 moneda medieval y 1 moneda de vellón" (Mélida y otros 1924:35), pero lo más usual es una referencia generalizada con el resto del material metálico 'También se han hallado objetos de bronce, en especial fíbulas ibéricas, armas e instrumentos de hierro, hueso y asta, algunas monedas" (Mélida 1916:7) o "A parte de las monedas todas de bronce y no muchas, unas del grupo autónomo de la Tarraconense, otras imperiales, los hallazgos se reducen a fíbulas sencillas de bronce" (Mélida y Taracena 1923:6). LAS REFERENCIAS DE LAS FUENTES Del tratamiento expuesto tanto para las monedas como para el resto del material arqueológico, así como por la ordenación referida de las memorias, se deduce que todo se condicionaba a la interpretación de las Fuentes históricas (Schulten, 19S7) de la que se extraía con claridad la referencia a dos ciudades: la heroica del 133 a.

C., ampliamente referida en las Fuentes, a través de Apiano (recoge la información de Polibio), y la romana imperial, citada como mansión al pie de la vía romana número 27 del Itinerario de Antonino, en el trazado de Asturica a Caesaraugusta (atribuido a Augusto), que renacería bajo su impulso, estableciéndose la nueva ciudad sobre el trazado aún visible de la antigua y "el sudario de cenizas y carbones que la cubrían". Los trabajos arqueológicos solamente sirvieron para detectar restos más antiguos, extraños a estas dos ciudades, que se interpretaron genéricamente como prehistóricos o más modernos, pertenecientes a los restos del poblamiento medieval. Menos evidencias existen en las Fuentes a la participación de Numancia en relación a las guerras sertorianas; se refieren a la participación de las ciudades celtíberas a favor de Sertorio, que a su muerte (72 a.C.) fueron sometidas, citándose Osca, Termes, Uxama, Clunia, Belgeda, Palantia y Cauca, pero no se cita Numancia. No obstante, Schulten interpreta que también Numancia participó en estos enfrentamientos y consecuencia de ellos son los campamentos FV (de verano) y V (de invierno) de la Gran Atalaya de Renieblas, que los relaciona con la campaña de Pompeyo (verano del 75 a.C.) y de su legado Titurio (invierno del 75-74 a.C.); más adelante veremos las dificultades para esta atribución.

EL PROBLEMA ESTRATIGRÁFICO DE NUMANCIA La comprensión de este problema permitirá entender mejor el objetivo de esta comunicación; por ello exponemos primero la sucesión de asentamientos hasta la fundación de la Numancia celtibérica, para la que se pueden obtener referencias en las Fuentes, y posteriormente analizamos los problemas de interpretación estratigráfica y la atribución de las diferentes ciudades descubiertas en el cerro de la Muela. Asentamientos prehistóricos y fundación de Numancia El cerro de la Muela fue ocupado varias veces con anterioridad a la fundación de la ciudad celtibérica, ya que se conocen restos correspondientes al Calcolítico e inicios de la Edad del Bronce (entre el ni y II milenio a.C.): más de un centenar de útiles líticos tallados y pulimentados (láminas, puntas de flecha, elementos de hoz, hachas, azuelas y algunos cinceles) y una docena de objetos de bronce (destacan las puntas Palmela de jabalina y puñales de lengüeta). Hasta un milenio después, hacia inicios del s. VII a.C., no se tiene noticia de nuevas ocupaciones, relacionadas con algunas cerámicas realizadas a mano, de formas bitroncocónicas con decoración incisa, excisa y acanalada y otras de superficies grafitadas (Fernández, 1984). La siguiente ocupación suficientemente documentada corresponde ya a momentos celtibéricos. En relación con el momento de la fundación de Numancia existen diferentes planteamientos; así Schulten y otros autores la situaron hacia el 300 a.

C. con la ocupación del territorio por los iberos y la necesaria reorganización del poblado (Schulten, 1945:19; Salinas. 1988:84); esta fecha será rebajada algo por Taracena ante la ausencia de determinadas armas (1941:70); Wattenberg, por el contrario, era partidario de relacionar su fundación con los acontecimientos del 153 en relación con Segeda y el traslado de los segedenses a Numancia en busca de refugio (1960:156). No contamos con noticias y documentación arqueológica precisa que nos permita señalar con exactitud el momento del surgimiento de las ciudades celtibéricas; sabemos de su existencia en los inicios de la conquista, pero desconocemos la antigüedad de su origen. No obstante, la valoración de diferentes noticias sobre algunas ciudades nos lleva a admitir para el desarrollo del urbanismo un momento tardío y sólo ligeramente anterior al inicio de la conquista romana e incluso algunos aspectos de dinamización de este fenómeno, como la escritura y la moneda, tienen lugar ya bajo control romano. Las Fuentes, en relación con la conquista de la Celtiberia, aportan algunos datos indicadores de la fundación de ciudades en ese momento. La noticia más antigua sobre la zona del alto Duero se refiere a la incursión de Catón en el 195 a.C. que llegó al sur de la región hasta Segontia y, de creer a Aulo Gelio, hasta la propia Numancia, lo que supondría admitir ya la existencia de Numancia; esta cita siempre ha suscitado serias dudas. Diodoro y Apiano se refieren con motivo de las acciones de Fulvio Flaco en el 181, a la recién fundada y fortificada ciudad de Complega, que había crecido rápidamente, por haberse refugiado gentes que carecían de tierras.

Con la firma del tratado de Graco, considerado modélico y de gran duración, después de la batalla de Mons Chaunas en el 179, se limitaba a los indígenas la construcción de ciudades. Se atribuye ahora a Graco la fundación de Gracurris. Finalmente será el conocido episodio, en el 153, de la reestructuración de la ciudad hela de Segeda, que es-taba congregando en la ciudad de grado o por la fuerza a los pobladores de los alrededores y entre ellos a los ti-tos, y la ampliación del muro defensivo de 8 km. de perímetro, el que provoque el enfrentamiento con Roma, por interpretar ésta que se alteraba así el tratado de Graco; por el contrarío, los segedenses entendían que el tratado sólo afectaba a la fundación de nuevas ciudades pero no a la reestructuración de las existentes. Los segedenses buscan refugio en Numancia, lo que nos lleva a entender que esta ciudad había sido fundada hacía poco y todavía estaba en pleno momento de incorporación de gentes y, por supuesto, dotada de buenas defensas; fue arrastrada así a la guerra de forma injustísima, en opinión de Floro, a pesar de haberse abstenido hasta entonces de participar en los combates, exigiéndoseles que entregasen las armas, que para los bárbaros era como si se les ordenase que se cortaran las manos. Sin tener que hacer coincidir necesariamente la fundación de Numancia con este episodio como opina Wattenberg, sí que hay que reconocer que la fundación de esta ciudad y del resto de las ciudades de esta zona -como Uxama y Termes-, considerando los datos comentados, habría que situarla en la primera mitad del siglo II, y quizás en el primer tercio de este siglo, sobre todo si valoramos la vigencia del tratado de Graco, que prohibía construir nuevas ciudades, y la presencia de núcleos como Uxama y Termes ya desarrollados y participando en las guerras celtibéricas a partir del 153 a.

C. Posiblemente el desarrollo de las primeras ciudades en la zona del valle del Ebro fuera ligeramente anterior a la del alto Duero. Superposición de ciudades y estilos cerámicos La investigación sobre Numancia estuvo condicionada por la visión trasmitida por las Fuentes de su gesta; desde el principio la investigación asumió que los restos estratigráficos, dejando a parte los dispersos de época prehistórica, correspondían únicamente a dos ciudades, una más antigua celtibérica, que no podía ser otra que la heroica Numancia, del 133 a.C., sepultada por un "sudario" de incendio y destrucción, que la separaba de otra romana posterior, atribuida a Augusto, superpuesta y acomodada, en gran medida, al trazado de la anterior. Los trabajos de la Comisión de Excavaciones del siglo XIX, dirigidos por Saavedra, ya hablaban de tres momentos de ocupación en el cerro de la Muela -celtibérico, romano, medieval-. La comisión, a principios de siglo, observa la sucesión de tres poblaciones: la primera prehistórica (sólo reconocida en algunos lugares); la segunda que documentaba la civilización arévaca (con restos celtibéricos y una potencia entre los 0,60 y 1,50 m., cubierta con la capa de tierra y adobes de color rojo del incendio de la ciudad); la tercera población "celtibero-romana" (con un espesor de unos 50 cms.) (VV.AA.,1912:10). Schulten diferenciará dos momentos prehistóricos y tres niveles más que denominó "ibérico", "ibe-rorromano" y "romano", sin aclarar si con esta denominación pretendía admitir una continuidad de la ciudad con posterioridad al 133 (Schulten, 1914:12-17).

Sería, no obstante, González Simancas, que realiza trabajos paralelos a los de la Comisión tratando de documentar el sistema defensivo de la ciudad, quien llama la atención sobre la existencia de más de un nivel de incendio. Distingue dos momentos prehistóricos y en relación con la ciudad diferencia una muralla preescipiónica, dos ciudades incendiadas celtibéricas, una ciudad romana imperial y otra del Bajo Imperio; también alude a restos altomedievales (González, 1926:39), pero estas observaciones no serán tenidas en cuenta. Por otro lado, el esquema de evolución tipológica de la cerámica elaborado por Taracena sobre la cerá-micas de Numancia, sin el apoyo de comprobaciones estratigráficas, fue el punto de referencia para establecer la ordenación cronológica. Distinguía en las cerámicas pintadas tres estilos: uno más antiguo, vinculado a los vasos blanco-amarillentos con pinturas polícromas naturalistas, que situaba a finales del siglo IV o principios del m a.C; un segundo, geométrico, de engobes rojos y pinturas bícromas de temas fantásticos, con tendencia al "horror vacui", fechados a mediados del siglo III a.C., y un tercer estilo esquemático, de vasos rojos con motivos geométricos en negro, desde finales del siglo III al 133 a.C. (Taracena, 1924), momento último de Numancia, que para Termes y Uxama tendría lugar en el 98 y 74 a.C. respectivamente. Será a partir de los años 60, con el adelanto ofrecido por Wattenberg (1960) en su ponencia al Primer Sym-posium de Prehistoria de la Península Ibérica, cuando se realiza un análisis concienzudo de los problemas planteados en el estudio de la cultura celtibérica.

En este trabajo apunta ya las bases para llevar a cabo la revisión de la estratigrafía y ordenación tipológica de la cerámica, que desarrollaría en su trabajo sobre las Cerámicas Indígenas de Numancia (1963) y que le llevará a realizar cortes estratigráficos en la ciudad (1963). Los trabajos de Wattenberg revisan las estratigrafías proporcionadas por Koenen (arqueólogo del equipo de Schulten) y asume lo apuntado por González Simancas, relacionando los tres niveles de incendio que ofrecen estas estratigrafías con otros tantos momentos históricos o conflictos bélicos en los que Numancia se vio involucrada, que atribuye al 133 - el más potente-, uno segundo que sitúa entre el 133 y el 75 a.C. y el tercero entre este año y el 29 a.C., con el inicio por Augusto de las campañas contra vacceos, cántabros y astures (1963:20-22). Para Wattenberg, las dos plantas de ciudades - consideradas celtibérica y romana-, recogidas en el plano clásico de Taracena, serían posteriores al 133 a. C. y su urbanismo se explicaría por ser obra romana; trazado que se conservó y aprovechó posteriormente en época imperial. Este marco estratigráfico aporta las bases para ordenar las cerámicas numantinas con un esquema opuesto al propuesto anteriormente: a/ entre el 320-220 a.C., cerámica a mano con decoración incisa, a peine o con incrustaciones metálicas; b/ entre 220-179 a.C., iniciación generalizada del torno con adaptación de la decoración anterior a la nueva técnica, desarrollándose las cerámicas estampilladas grises; todavía no aparece la decoración pintada; c/ entre 179-133 a.

C, utilización industrializada del torno; pervivirán las formas tradicionales; es el momento de las típicas cerámicas celtibéricas; d/ entre 133-75 a.C., cerámicas que imitan las formas campanienses A y B, y temas pintados con motivos simples; e/ entre 75-29 a.C., formas de tipología mixta indígenas y romanas, con exaltación de temas indíge-nas. Al final de la evolución de este proceso aparece la policromía en los vasos (Wattenberg, 1963:33-36). Los trabajos estratigráficos tienen dificultad para dar con el nivel del 133 a.C. Si aceptamos la estratigrafía de Wattenberg, la Numancia indígena nos es mucho mejor conocida a partir del 133. Por otro lado, las fechas más recientes, que resultan de esta interpretación estratigráfica para las cerámicas numantinas, son afirmadas por trabajos posteriores, que han establecido relaciones entre la iconografía numantina y las acuñaciones monetarias indígenas, manteniendo la idea de que la figura humana se in-corpora al repertorio iconográfico numantino, al igual que algunos otros elementos, bajo la influencia romana e, incluso, prolongándose las polícromas a los inicios del Imperio (Romero, 1976:177-189). Este esquema tiene también algunos puntos débiles. En primer lugar, todas las conclusiones estratigráficas se deducen de cortes practicados en una superficie reducida de la ciudad; ofrece una visión de la ocupación de Numancia continuista, sin interrupciones, desde la base indígena más antigua hasta la época imperial romana; finalmente resulta evidente en esta interpretación el dirigismo que ejercen los acontecimientos bélicos, acaecidos en la Celtiberia, narrados en la Fuentes, y es problemático que éstos queden reflejados tan minuciosamente en una parte reducida de la ciudad.

En el futuro habrá que cono-cer los datos estratigráficos del cerro en su totalidad, que posibiliten confeccionar una estratigrafía general y permitan valorar más atinadamente estos trabajos. EL PESO DE LAS FUENTES EN LA INTERPRETACIÓN DE LOS CAMPAMENTOS Entre los campamentos del entorno de Numancia se diferencia el más alejado, situado a siete kilómetros al este de Numancia, en el cerro de la Gran Atalaya (topónimo procedente de la traducción del libro de Schulten, originariamente Talayón), en donde excavó Schulten desde 1908 a 1912 restos de cinco cam-pamentos romanos, contiguos y en parte superpuestos (Schulten, 1914-1931, tIII y 1945), no relacionados con el dispositivo montado por Escipión para la caída de Numancia en el 133 a.C. A su vez, las excavaciones de Schulten (1914-1931 y 1945) estudiando el cerco escipiónico de la ciudad celtíbera, descubrió tramos del vallum de la cicunvalatio, los siete campamentos (Castillejo, Travesadas, Valdevorrón, Peña Redonda, La Rasa, La Dehesilla, Alto del Real) y los dos castillos ribereños para controlar los ríos (La Vega y El Molino) La revisión de la bibliografía existente sobre los campamentos romanos muestra claramente cómo los acontecimientos de las Fuentes dominan a la hora de establecer su atribución, arrastrando los datos numismáticos y arqueológicos en general, independientemente de que éstos puedan o no coincidir con los acontecimientos narrados. En este sentido hemos escogido como referencia las argumentaciones utilizadas para la atribución de los campamentos localizados en la Gran Atalaya de Renieblas y el Castillejo, en donde Schulten sitúa el campamento base, residencia de Escipión, del cerco que puso fin a Numancia en el 133 a.

C. Talayón o Gran Atalaya de Renieblas Schulten diferencia en este amplio y elevado cerro hasta cinco campamentos. Los número I y II, más antiguos, los relaciona con las campañas de Catón de 195 a.C.; pero existen serías dudas sobre la cita de Aulo Gelio para llevar estas acciones hasta Numancia; el campamento número 111 lo atribuye a Nobilior (153 a.C.), pero el hallazgo en este campamento del conocido tesorillo con 120 victoriatos, no encajaba bien, en opinión de Schulten, con las Fuentes por lo que se vio obligado a explicarlo de la siguiente manera "En el ejército de Nobilior, que salió tranquilamente, nadie tuvo motivo para ocultar aquel tesoro; en cambio se dio en el de Mancino, que por causa de la capitulación fue saqueado a conciencia. Hay pues que suponer que las 120 monedas de plata fueron enterradas entonces" (Schulten 1945:74). Los campamentos IV (de verano) y V (de invierno), atribuidos a Pompeyo (75 a.C.) y a su legado Titurio respectivamente, los relaciona con las guerras sertorianas. La relación de estos campamentos con los enfrentamientos entre Sartorio y Pompeyo se hace a espaldas de los datos numismáticos, como ya puso en evidencia Hildebrant (1979:270-271), ya que la cronología que aporta la numismática es muy anterior al 75-74 a.C. Los Campamentos del cerco de Escipión El Castillejo: Schulten (1914-1931 y 1945:177-186) descubrió en este lugar ruinas que atribuyó a tres campamentos superpuestos. El más reciente dedujo que sería el de Escipión porque estaba mejor conservado "Este se conservó mejor que el de sus antecesores por la sencilla razón de que las nuevas construcciones siempre vienen a deteriorar las anteriores y porque seguramente los numantinos no habían dejado de destruir aquellos campamentos anteriores, lo que no pudieron hacer con el de Escipión, que les sobrevivió".

Los dos anteriores los atribuye a Marcelo (152-151 a.C.), que instaló su campamento a 5 estadios de Numancia, y a Pompeyo (141-140 a.C.), que estableció un campamento de invierno delante de Numancia. Pero en relación con este lugar hay que valorar que excavaciones y prospecciones recientes han documentado restos de época calcolítica, de la Edad del Hierro y de una posible villa o asentamiento rural de época imperial romana, no documentados por Schulten. BASES NUMISMÁTICAS Y ARQUEOLÓGICAS QUE APOYAN LAS FUENTES Realizamos ahora un recorrido por aquellos campamentos que ofrecen hallazgos numismáticos para rela-cionarlos con otros restos arqueológicos asociados y contrastar esta información con las referencias de las Fuentes manejadas. Los hallazgos numismáticos de las excavaciones de Schulten han sido catalogados y recogidos en diferentes artículos (Haeberlin, 1929; Hill 1931; Crawford, 1969 y 1985; Ramagosa, 1972; Hildebrant, 1979 y 1981; Domínguez, 1979; Vidal, 1994), por lo que no incluimos su listado en este trabajo. Talayón o Gran Atalaya de Renieblas Campamentos I-II y III: Schulten (1914-1931, t.IV:237-270 y 1945:66-76), que atribuye a Catón (195 a.C.) y a Nobilior (153 a.C.) respectivamente (con el breve episodio de ocupación de Mancino), refiere la aparición de 70 monedas (ases romanos y fracciones, ibéricas del valle del Ebro y costa oriental), junto a ánforas griegas. Se conocen 38 monedas republicanas, 12 ibéricas y 3 griegas (solamente identificada una de Hieren de Siracusa, 275-216 a.

C.). Crawford (1969:74) sitúa cronológicamente las monedas romanas entre el 206 y el 150 a.C.; más dudas existen para las monedas ibéricas que serían acuñadas casi con seguridad antes del año 137 a.C. y muy probablemente antes del 153 a.C. (referenciadas por la cronología de las romanas). El tesorillo de vic-toriatos, compuesto de 120 según Schulten y según otros por 115 piezas (82 piezas en el museo de Ma-guncia), lo fecha Crawford (1969) en la segunda mitad del s. II (153-137 a.C.). Los datos numismáticos junto a la presencia de ánforas del tipo griego (San-martí, 1985:150) apoyan suficientemente la relación del Campamento ID con las guerras numantinas. Menos evidente resulta la atribución de los campamentos I y u a Catón (195 a.C.). Como ya hemos apuntado anteriormente, no resulta fácil asumir el ataque de Catón a Numancia, por el contexto de las Fuentes y la actuación de éste en una zona alejada como Segontia (Sigüenza); a su vez, como ya se ha argumentado, las Fuentes hablan de la fundación de ciudades en el valle del Ebro hacia inicios del s. u; finalmente en el margen que Crawford atribuye a las monedas romanas de estos campamentos, desde el 206 a 150 a.C., podrían corresponder todas al Campamento III. En este sentido hay que asumir la posi-bilidad de perduración y continuidad de la circulación de las monedas largo tiempo, lo que explicaría la presencia en este contexto de la moneda de Hieron II (275-216 a.C.) y otras dos griegas no identificadas.

Campamentos IV y V: Estos campamentos fueron atribuidos por Schulten a las guerras sertorianas e incluso al mismo general (75-74 a.C), pero no coinciden con los datos aportados por las monedas y otros materiales arqueológicos como las ánforas. Se conocen 6 monedas ibéricas y 9 monedas romanas que Hildebrant fecha, las más modernas, entre el 135 y el 130 a.C. (Hildebrant 1979:268; Sanmartí 1985:159, nota 20) y además se asocian con tipos anfóricos del tipo "campamentos numantinos", fechados con anterioridad al 133 a.C. (Sanmartí, 1985:150) que llevan a relacionar este campamento, a pesar de la distancia de siete kilómetros que lo separan de Numancia, con la actividad de Escipión y la toma de la ciudad en el 133 a.C. (Sanmartí, 1985:159, nota 20) Campamentos del cerco de Escipión Peña Redonda: Es el campamento mejor conservado de los siete del cerco de Escipión; presenta un único nivel sobre la roca natural, apreciándose a través de las bases de piedra de los muros su esquema constructivo (Schulten, 1914-1931 y 1945:186-199). Se recogieron 4 monedas republicanas y 15 ibéricas (2 de Arsaos, 2 de Sekia, 1 de Bascunes, 1 de Seteiscen (Haberlin. 1929)). Pero además de los datos numismáticos destaca la precisión de otros datos arqueológicos apoyados en el estudio de las ánforas. Este campamento se asocia con ánforas itálicas Dressel 1A, que se fechan con toda seguridad a partir del 140/135 a.C. (Sanmartí, 1986:153), puede haber también algunos tipos de transición entre los tipos greco-itálicos y la Dressel 1A, que se fechan entre el 146 y el 133 y formas anfóricas cilíndricas denominadas tipo "campamentos numantinos", que hay que situar con anterioridad al 133 a.

C. (Sanmartí, 1986: 150 y 157) El Castillejo: Schulten (1914-1931 y 1945:177-186) diferenció tres campamentos superpuestos: el más moderno y mejor conservado atribuido a Escipión, el más antiguo a Marcelo (152-151 a.C.) y el intermedio a Pompeyo (141-140 a.C). La información numismática se concreta en 3 monedas republicanas (1 indeterminada), 4 ibéricas (2 ases de Iltirta) y 3 monedas imperiales (Haberlin, 1929; Hildebrant, 1979 y 1981); es decir la numismática evidencia la presencia de un campamento relacionado con el cerco escipiónico, pero también la existencia de un establecimiento más moderno, coincidiendo con los restos conocidos de época imperial romana. Valdevorrón: En este campamento (Schulten, 1914-1931 y 1945: 199), se descubrió una batería de cuatro piezas, que debía corresponder a una ballista de 10 libras, por lo que se deduce de las dimensiones de la construcción y de dos bolas de ballista aparecidas. Según Schulten se recogieron una moneda romana, una ibérica, cerá-mica campaniense, punta de lanza, piedras de molino, lámparas de barro, piedras para afilar. Aunque los hallazgos numismáticos son escasos, no obstante su asociación con cerámica campaniense y fragmentos de ánfora cilíndrica del tipo "campamentos numantinos", que se fechan con anterioridad al 133 a.C. (Sanmartí, 1985:150), permiten asegurar su momento cronológico relacionado con el cerco de Escipión. Travesadas: Schulten (1914-1931, 1945:200) localizó la puerta pretoria con dos torres sobresalientes por la parte de dentro.

Solamente se halló una moneda romana (un as indeterminado) pero la presencia en este campa-mento de un fragmento de ánfora cilíndrica del tipo "campamentos numantinos" (Sanmartí, 1985:150) avala su correspondencia con el 133 a.C. El Castillo Ribereño del Molino de Garrejo: Uno de los pequeños establecimientos dispuestos para el control fluvial, en la confluencia del río Merdancho y el Duero (Schulten, 1914-1931, 1945: 203-204). Se conocen un victoriato (211-170 a.C.) y un as de Secaisa, pero también fragmentos de ánforas cilíndricas del tipo "campamentos numantinos" (Sanmartí, 1985: 150), que aseguran su existencia en relación con el cerco escipiónico. NUMANCIA Las monedas aparecidas en la ciudad fueron publicadas parcialmente en sucesivos trabajos (Saavedra, 1861, Mélida, 1916, 1918, Mélida y Taracena, 1920, 1921 y 1923, Mélida y otros, 1924, Taracena, 1925, Apraiz, 1948, Mateu, 1952); sólo más recientemente se han catalogado algo más de 300 monedas ibéricas, autónomas y romanas republicanas (Domínguez, 1979, Romero y Martín, 1992, Vidal, 1993). Los ejemplares más antiguos se fechan desde el 195 al 133 a.C., lo que coincide con la información extraída de las Fuentes y de los datos arqueológicos que indican un momento fundacional para la ciudad en torno a la primera mitad del siglo II a.C. El numario más abundante es el republicano romano (22 ejemplares) y después el ibérico (destaca Secaisa con 5 ejemplares), que muestra relaciones con el valle del Ebro y Nores-te.

El mayor número de monedas se centra entre el 133 y el 75 a.C., consecuencia del auge de las acu-ñaciones ibéricas, que conlleva un mayor número de monedas y diversidad de cecas; pero también estos datos reflejan el pulso y auge de la ciudad y por tanto la presencia de una ocupación importante en este momento del siglo I a.C., lo que indica una cierta continuidad de la ocupación de Numancia con poste-rioridad a su destrucción, negando el supuesto de que Numancia no se volvió a ocupar hasta época augustea. Esta ocupación se prolonga a lo largo del siglo 1 a.C., acusándose un aumento de monedas a partir del 27 a.C., procedentes de cecas de su entorno más próximo del valle del Ebro (Turiaso, Calagurris y Bilbilis). Para apoyar estos datos numismáticos hemos consultado el Libro de Registro del Museo Numantino (las nenas del Inventarío General del antiguo Museo Numantino no están disponibles) buscando información, inexistente en las memorias, sobre la situación topográfica de las monedas y su posición estratigráfica. Los escasos datos disponibles se concretan en la Manzana XIV y en la Manzana I; en la Manzana XIV los datos son poco claros y proceden de la excavación realizada previamente a la construcción del monumento pagado por D. Ramón Benito Aceña e inaugurado por el Rey Alfonso XIII. Se recogieron 13 monedas: ases, denarios republicanos, ases y denarios ibéricos, medianos bronces autónomos e imperiales, que se pueden fechar desde la primera mitad del s.

II a.C. a Adriano. Más claros son los datos aportados por la Manzana I, así en la habitación 55, a 3,50 m de profundidad, se cita una moneda de llerda, asociada a una fíbula de pie vuelto; en la habitación número 57, a 3,10 m de profundidad, se halló una moneda de Celsa (por núm. un as de Arekoratas, del primer tercio del s. I. a.C.), copa de barro rojo de pie corto (Wat. 725) y disco de plomo; en la habitación 73, a 3 m. de profundidad, se recogió una fíbula de pie vuelto tangente al arco, otra terminada en cabeza de animal, brazalete de bronce con espirales de extensión, as de la república (10418), as republicano (10419), anilla de bronce, fíbula de pie vuelto, husillo de barro moreno con incisiones; y a 3,75 m, 8 denarios de Bolsean (del 80 a 72 a.C.) y uno de Turiaso de fines del siglo II o inicios del I a.C. Estas asociaciones y referencias estratigráficas apoyan la existencia de la ocupación de Numancia a lo largo del siglo I a.C. y sitúan en este momento la ciudad celtibérica inferior hallada por debajo de la ciudad romana, sin que podamos determinar con claridad los restos de la Numancia destruida en el 133 a.C., como ya apuntó Wattenberg (1963). CONCLUSIONES Y VALORACIÓN GENERAL Este trabajo pone de manifiesto la desconexión existente entre las diferentes fuentes de información en Numancia; esta forma de trabajar ignorándose arqueólogos, numísmatas e historiadores es por desgracia la usual. Por eso es necesario recordar que solamente la coordinación entre ellas puede mejorar la base de información en la que se apoya la interpretación histórica.

Los datos numismáticos y las Fuentes apoyan la existencia de la Numancia del 133 a.C., que ofrece pocas referencias desde el punto de vista arqueológico. La presencia de un conjunto de unas 32 monedas acuñadas entre el 195 y el 133 a.C. indican probablemente la fundación de la Numancia celtibérica a principios del siglo II a.C., coincidiendo con la fundación de otras ciudades citadas en las Fuentes. Las monedas y las ánforas asociadas de los campamentos IV y V de Renieblas obligan a atribuirlos a época escipiónica y no a las guerras sertorianas, como propuso Schulten, por lo que habrá que valorar adecuadamente la presencia de este campamento en el dispositivo escipiónico o en su preparación. Existen bases suficientes para relacionar los campamentos en torno a Numancia con el cerco de Escipión, solamente uno de ellos el del Alto del Real, no tratado en este trabajo por carecer de numismática, no ofrece información suficiente, ya que "Los muros decubiertos están mal construidos y muy destrozados por el cultivo. No se han conservado cuarteles a la manera romana y se podrían relacionar mejor las irregulares estructuras con tropas ibéricas auxiliares" (Schulten, 1945:200). A esto hay que añadir el descubrimiento de un lugar próximo (agradecemos la noticia a F. Morales), en la denominada Peña del Judío sobre el Duero, de material ánforico adecuado para situar aquí un campamento. La numismática y los restos arqueológicos prueban la ocupación de Numancia a lo largo del siglo I a.

C.; queda por precisar cuánto tiempo transcurrió desde la destrucción del 133 a.C. y la implantación del nuevo asentamiento. A su vez, estos datos evidencian que este asentamiento del siglo I a.C. corresponde a la ciudad inferior, descubierta en Numancia, por lo que resulta difícil la localización de la Numancia del 133, como ya apuntó Wattenberg (1963:33-36). Estas conclusiones son solamente un punto de referencia para la revisión que es necesario acometer sobre la numismática de Numancia, cuyos datos integrados en el conjunto de la información disponible servirán para aportar un mejor conocimiento de Numancia. BIBLIOGRAFÍA APRAIZ, R. (1948): Museo Numantino (Soria). Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales, 1947, t. VIH, Madrid. DOMÍNGUEZ, A. (1979): Cecas Ibéricas del Valle del Ebro. Zaragoza. FERNÁNDEZ MORENO, J.J. (1984): El poblamiento prehistórico de Numancia y su entorno. Memoria de Licenciatura. Universidad Complutense de Madrid. GÓMEZ MORENO, M. (1949): Notas sobre numismática hispana. Misceláneas de Historia, Arte y Arqueología, Madrid, pp. 175-186. GONZÁLEZ SIMANCAS, M. (1926): Las fortificaciones de Numancia. Excavaciones practicadas para su estudio. MJSEA, 74. Madrid. HAEBHRI.IN. E.J. (1929): Die Münzen aus der Stadt Numantia den Lagern des Scipio und den Lagem bei Renieblas. En Schulten, A.: Nvmantia, vol. IV, Manchen, pp. 238-271. HILDEBRANDT, H.J. (1979): Die Römerlager von Numantia. Datierung anhand der Münzfunde.

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