Los conflictos del Golfo

Si la crisis económica produjo inestabilidad en todo el mundo, un factor añadido de la situación fue que también en el período que estudiamos las relaciones entre las grandes potencias se deterioraron gravemente. Pero la realidad es que el propio Tercer Mundo engendró por sí mismo dificultades complementarias. Además, en el caso concreto de África del Norte, Medio Oriente e incluso más allá del Golfo Pérsico, la evolución en el último cuarto de siglo no puede entenderse sin tener en cuenta la peculiar relación entre religión y política.

A mediados de los setenta, siguiendo la tesis de Kepel, se hizo presente en todo el mundo una nueva y más estrecha relación entre religión y vida política. La elección de Carter como presidente de los Estados Unidos, la designación en 1977 por primera vez de un primer ministro israelí no perteneciente al laborismo sino a un partido religioso, el nombramiento en 1978 del Papa Juan Pablo II y el regreso de Jomeini a Irán, son hechos que responderían, por tanto, a una ola de fondo consistente en la reaparición de la religión como elemento vertebrador de la vida social.

El centro de gravedad de la tensión internacional en Oriente Medio era el conflicto entre Israel y los países árabes. En Camp David Beguin, el primer ministro israelí, y Sadat en 1978, llegaron a un acuerdo que fue suscrito en 1979 en Washington. Sin embargo, la paz entre Egipto e Israel no sólo no liquidó el conflicto iniciado en 1948 sino que en cierto sentido lo agravó. A fines de 1974, Arafat intervino por vez primera en la ONU en defensa de la instauración del Estado palestino.

La contestación contra el sha fue exclusivamente urbana y espontánea más que organizada. En algún momento dio la sensación de que en el contexto de una estrategia mundial la Revolución islámica podía favorecer los intereses de la URSS; muchos izquierdistas occidentales la juzgaron progresista. Muy pronto, sin embargo, se prohibieron las huelgas por cualquier tipo de causas, en otro tiempo promovidas por los izquierdistas, la URSS fue designada como "pequeño Satán" por Jomeini (el "gran Satán" serían los Estados Unidos) y se decidió que la nueva Constitución la redactara una reunión de expertos islámicos.

En 1978 una revolución estableció un Gobierno revolucionario dirigido por Taraki, que inmediatamente puso en marcha una profunda transformación. Ésta, sin embargo, muy pronto chocó con una sociedad tradicional en la que, por ejemplo, se consideraba inaceptable la alfabetización de las jóvenes. El temor a una situación parecida a la de Irán y el persistente deseo de lograr una absoluta seguridad en su glacis defensivo pudieron contribuir a que la intervención de la URSS finalmente se llevara a cabo.

Los incidentes tenían una larga tradición entre dos países con una frontera de 1.500 kilómetros; por si fuera poco, un atentado contra el líder iraquí Sadam Hussein fue interpretado como una maniobra de Jomeini, el adversario iraní. La Revolución iraní contenía amenazas claras para la estabilidad iraquí no sólo porque los iraníes infiltraron saboteadores en el país vecino en ayuda de la sublevación kurda sino porque en él había una importante población chiíta, e incluso esta versión de la religión musulmana había tenido allí su origen y primer desarrollo.

Iraq invadió Kuwait en la esperanza de contar con la pasividad del resto del mundo. Los Estados Unidos se comportaron a continuación como una especie de gendarme del orden mundial, que había recuperado la confianza en sí mismo pero que en la práctica era financiado como un mercenario por los vencidos de otros tiempos, como podían ser los japoneses y los alemanes, o por países con escaso peso en el mundo internacional, como Arabia Saudí. El resultado de la guerra, sin embargo, supuso la liberación de Kuwait, pero no la caída de Sadam.

El afán colonizador de las grandes potencias europeas convirtió a Mesopotamia, la actual Irak, en un territorio codiciado.

Feisal, que había instalado su trono en Damasco, fueexpulsado por las tropas francesas. El desolado príncipe fue acogido por los británicos, que tenían para él un digno empleo: la corona de Irak, bajo el mandato de la Sociedad de Naciones. Nacía un reino y nacía un país: Irak.

Desde el primer momento, Irak demostró ser un país complicado de gobernar, dada la mezcla de credos y etnias. Esta división favoreció el que se mantuviese siempre presenta la influencia británica.

Durante los 60 del pasado siglo se sucedieron en Irak una serie de golpes de estado que instalaron en el poder sucesivas dictaduras militares.

En 1968, la dictadura del general Abdul Salam Aref fue derribada y se instaló en la presidencia el general Ahmed Hassan al-Bakr. Por medio de una brutal represión policial y militar nunca fijada con precisión -decenas de millares de víctimas apuntan unos, cientos de miles, otros- el baasismo se impuso en todas las esferas del poder y del funcionamiento de Irak.

Ya en la presidencia, Saddam Hussein puso en marcha aquel acariciado proyecto: el liderazgo del mundo árabe, para lo cual Irak debía ensanchar sus horizontes y destacar por su poder militar y riqueza

La guerra contra Irán dejó a Irak arruinado. A Saddam se le ocurrió apoderarse de Kuwait: la cuota unida de exportación petrolífera iraquí-kuwaití se convertiría la segunda mundial. Éste es el origen de la Guerra del Golfo, que supuso un auténtico desastre para el país.

El 7 de agosto de 1990 comenzaba la operación "Desert Shield", en respuesta a la invasión iraquí de Kuwait. Desde el desembarco de Normandía no se había vuelto a ver un despliegue de fuerzas de tal consistencia: en menos de veinte semanas, la mitad del potencial bélico de los Estados Unidos se había concentrado en Arabia Saudí. El ataque terrestre, la siguiente operación llevada a cabo -conocida como "Desert Storm" ("Tormenta del Desierto")- terminó en pocas horas con el ejército de Bagdad.

Para destruir el potencial bélico iraquí se organizó la expedición multinacional (participaron 29 naciones) más potente jamás organizada desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial: más de 500.000 hombres, además de 2.000 carros de combate, un millar de helicópteros de ataque y otros tantos aviones de combate. La operación "Desert Sword" fue un éxito total con un adversario bien equipado pero poco entrenado y mucho menos preparado para la guerra moderna

La misión confiada a los franceses de la División "Daguet" preveía un ataque en profundidad en territorio iraquí al flanco de las unidades del XVIII Cuerpo de Ejército estadounidense, así como la conquista de As Salman. En menos de 36 horas, los franceses había realizado la misión que se les había asignado, facilitando el triunfo aliado en la Guerra del Golfo.

Los "topos del desierto" tuvieron una participación muy significativa en la Guerra del Golfo.

La guerra de Iraq se produjo después de un ultimátum: o se plegaba a las inspecciones de la ONU, que desde hacía dos años no toleraba, o sería atacado por Estados Unidos, con la colaboración incondicional de Gran Bretaña y, previsiblemente, con el apoyo de la OTAN.

La definición de un llamado Eje del mal que, según el presidente Bush, está compuesto por Iraq, Irán y Corea del Norte, fue considerada en numerosas cancillerías europeas y árabes como el anuncio de una intervención militar estadounidense en Iraq.

El triunfo de Jomeini privó a Estados Unidos de uno de sus principales aliados en Oriente Próximo pero, además, estremeció a las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, temerosas de que los clérigos de Teherán exportaran su revolución por toda la zona. Saddam Hussein se percató de que en Estados Unidos y en el Golfo Pérsico se buscaban paladines decididos a meter en cintura a los nuevos dueños de Irán. Al año siguiente, embarcó a su pueblo en una guerra contra Irán.

El trabajo de los inspectores de la ONU para evitar que Iraq volviera a dotarse de armas de destrucción masiva fue en los años 90 un tema de fricción constante, una especie de juego del gato y el ratón entre Bagdad y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, hasta que los inspectores dejaron definitivamente el suelo iraquí, en el año 2000.

Tras la Guerra del Golfo Irak fue sometido a un duro embargo económico y militar. Sólo en abril de 1995 se autorizó a Bagdad a vender petróleo por valor de 2.000 millones de dólares al semestre, a cambio de alimentos y medicinas.

La campaña desatada por Estados Unidos para conseguir apoyo logístico, militar y, sobre todo, moral, para atacar a Irak, se basó en cuatro tipos de argumentos: la inclusión de Irak en el eje del mal y su vinculación a la red terrorista de Al Qaeda; la violación de las resoluciones de la ONU y de sus recomendaciones; la construcción o posesión de armamento de destrucción masiva; la sistemática vulneración de la dictadura iraquí de los derechos humanos y sus matanzas de kurdos y chiíes.

El argumento de que Saddam constituía un peligro para la paz del mundo fue el principal de los utilizados por Estados Unidos para emprender la invasión de Irak.

Las razones esgrimidas para la Guerra de Irak pronto demostraron ser meras excusas. Las verdaderas razones fueron de índole económica y geoestratégica, con los Estados Unidos queriendo ganar poder e influencia en la región.

La invasión de Iraq fue rápida y acabó con el derrocamiento de Saddam Hussein. Sin embargo, Estados Unidos y sus aliados ganaron la guerra, aunque no está resultando nada fácil gestionar la paz. El último acto, la celebración de unas elecciones democráticas, abre un camino a la esperanza, aunque los atentados continúan.