Los olvidados: África y Oceanía

África es el único continente del planeta en el que aparecen fósiles que, a manera de eslabones, han permitido hablar de orígenes humanos a partir de un primate ancestral. Los más antiguos restos, a datar hace unos cuatro millones de años, se han encontrado en África oriental, en la depresión de los Mars (Etiopía), y también en Kenya y en África austral.

De modo general y desde un punto de vista exclusivamente físico, en África se puede distinguir la presencia de Pigmeos, Melanoafricanos, Khoisan o capoides, Blancos y morenos, Eritreos y Malgaches.

Los primeros africanos que al parecer utilizaron la metalurgia al sur del Sahara fueron melanodermos artífices de la cultura nigeriana de Nok, que se manifestó entre 500-200 d.C. La Nok Figurine Culture fue desvelada en 1943, identificada como un particular complejo cultural que se caracterizó por un extraordinario arte en terracota.

La primera historia de África tiene una relación muy estrecha con Egipto. La milenaria civilización egipcia presenta rasgos que ponen de manifiesto sus raíces africanas y que se entrevén -pese a la actual investigación aún hoy ardua e incompleta- en ciertas relaciones.

Al sur de la Primera Catarata, es decir, a partir de Assuan, surge el país nuba, lugar donde surgirá un reino poderoso cuyas capitales serán Napata y Meroe.

Muy pocas noticias nos han llegado sobre los orígenes del reino de Axum, fundado en la región oriental del Tigré por árabes procedentes del Yemen. El más célebre de sus reyes fue Ezana, a mediados del siglo IV, convertido al cristianismo. Conversión esta que acarreó diversas dificultades al soberano axumita en sus relaciones con el emperador bizantino Constancio II, que profesaba el arrianismo.

El África septentrional conocerá el dominio de grandes pueblos durante la Antigüedad: Cartago, Roma y los vándalos, siendo una parte importante de la política mediterránea.

La irrupción de los árabes, portadores del Islam y de nuevas formas de civilización avabó con el dominio bizantino del África del Norte.

El nombre de esta inmensa región deriva de la expresión árabe bilad-al-Sudan, que significa "país de los negros", topónimo harto ambiguo con el que se intenta designar toda aquella parte del África habitada por negros, distinguiéndola de la zona septentrional mediterránea, habitada por gentes de piel clara. La cultura Nok, con sus magníficas terracotas, es uno de sus máximos exponentes.

El paulatina conocimiento de las técnicas metalúrgicas aplicadas al hierro, supusieron, para el África subsahariana, su entrada en la Edad homónima, y en consecuencia, en una provisional Protohistoria.

Fue en la franja sudanesa, a occidente, entre el Sahara y la selva tropical, donde a raíz de la expansión bantú logró configurarse el más antiguo reino-Estado negro que no dependía de legados ni asiáticos ni clásicos. Se trata del reino de Ghana, que aparece en la terminal de una ruta caravanera.

Desde muy pronto el África oriental se manifestará como una importante zona de comercio, ya sea de esclavos o de productos diversos, una tendencia que se acentuará gracias a los mercaderes árabes.

El África austral se presenta ocupada por los llamados Koi-Shan, serie integrada por hotentotes y bosquimanos que viven en un Neolítico incipiente, apenas sin modificaciones y que habrá de perdurar incluso más allá de nuestra Era.

La conquista árabe del África septentrional a mediados del siglo VII, bajo las enseñas de una religión institucionalizada por los coreixitas, tras la predicación de un inspirado beduino árabe, Mahoma, habrá de constituir un hecho de transcendental importancia no sólo para la historia del continente africano, sino también para todo el continente euroasiático.

El Estado islamizado de Mali conocerá su total apogeo hacia el siglo XIV, extendiendo su territorio desde el litoral atlántico hasta el Air y Ualata (Mauritania), en la cuenca del Alto Gambia. Su zona central se encontraba, no obstante, en el Alto Níger, entre Bamako y Suguri.

La decadencia de Mali trae consigo la emergencia de otro reino a cuya cabeza figuran los Sonnis, una dinastía fundada por Alí Kolen, hijo de un antiguo soberano de Gao. Uno de sus descendientes, Sonni Ali Ber, será el organizador del imperio Songhai y el más importante conquistador del África negra, ya que logró levantar un Imperio tan grande como el que en Europa construyó Carlomagno.

Coetáneamente a la grandeza y decadencia que fueron conociendo los distintos Imperios que florecieron en el Sudán nigeriano, desde antes de la recepción del Islam -Ghana, Mali y el Imperio Songhai- surgen distintos Estados también de gran importancia.

Hasta prácticamente el siglo XIV, la zona guineana del Continente Negro no conoció excesiva demografía. La difusión del hierro trajo consigo el logro de concretos útiles y herramientas que permitirían la deforestación y nuevos cultivos: el plátano, la batata, y la mandioca... Con esto se abre entre el Níger y el litoral atlántico un nuevo período, en el que emergen tres culturas, asumidas respectivamente por los yoruba, el llamado reino de Benin y Nupe.

Los pueblos yoruba, benin, nupe y Kanem Bornu fueron capaces de levantar grandes estados en la región del África Occidental.

En la región que se extiende entre la cuenca del lago Chad al este y el bajo Níger al oeste, entre el macizo del Air al norte y el Benue, afluente del Níger, al sur, surgieron los reinos-Estados Haussa. Estas ciudades tendrán cierta importancia en el desarrollo ulterior de Nigeria.

El conocimiento histórico del África ecuatorial se encuentra mediatizado por el paisaje del ámbito repartido entre la sabana septentrional, donde numerosas poblaciones podrán organizarse en principados que a veces sólo comprenden una aldea. Estos principados surgen en virtud de lazos de sangre o de parentesco que aúnan poderes materiales y espirituales, asumiendo la gobernación de Estados ahora integrados por varias aldeas..

De la descomposición del reino de Meroe habrán de surgir, en la región nilótica de las cataratas, tres reinos: Nobatisa, Maqurra y Alodia.

El reino o imperio de Minen Mutapa -Monomatapa- surgiría como realidad hislórica a raíz de los primeros contactos portugueses con el África oriental. Posteriomente, el Gran Zimbabwe fue la cabecera de un reino poderoso.

Lo que comúnmente se conoce como Oceanía comprende una tierra principal, Australia, que por sí misma constituye todo un continente, varias islas mayores, como Nueva Guinea y Nueva Zelanda, situadas, al igual que Australia, en la zona occidental del océano, y un conjunto muy disperso de islas menores, que son las que se conocen propiamente como islas oceánicas.

Los primeros vestigios humanos de la zona son los del hombre de Java, con una antigüedad de 1.000.000 de años; pertenecen todavía al homo erectus. Vestigios claros del homo sapiens hay en Nueva Guinea, y datan del 28.000 BP. Sin embargo, es posible que el homo sapiens se estableciera aquí mucho antes, al igual que en Australia, donde sus restos más antiguos se fechan, por ahora, en torno al 50.000.

Desde que Vasco Núñez de Balboa avistase por primera vez el océano Pacífico y Magallanes se adentrase en sus aguas en 1520, se sucedieron las expediciones españolas. Hubo un tiempo en el que el Pacífico era "un lago español". Primero fueron las expediciones a las Molucas. En una segunda etapa, y ya desde el virreinato de México, se emprendió la colonización de Filipinas, que consolidó Miguel López de Legazpi (1564-65).

Las islas de Melanesia se hallan en el Pacífico oriental. Nueva Guinea, Nueva Bretaña y el archipiélago de las Bismarck, las Salomón y las islas de Santa Cruz, Vanuatu (antes Nuevas Hébridas) y Nueva Caledonia. Fidji y Tonga a veces son encuadradas en Melanesia, aunque para otros autores corresponden a la Polinesia.

La Micronesia está formada por las islas Marianas, Carolinas, Marshall y Gilbert, archipiélagos poblados por una mezcla de negroides y mongoloides, de pequeña estatura y lenguas austronesias.

Se da el nombre de Polinesia al conjunto de mares y de islas incluidos en un triángulo que tiene su vértice norte en Hawaii, el sur en Nueva Zelanda y el oriental en la Isla de Pascua.

Australia es una isla gigantesca, un verdadero continente de 7.682.300 kilómetros. 4.135 kilómetros separan Sidney de Perth, al oeste, es decir, cinco horas y media de avión o sesenta de autobús.

Por un lado, n la agricultura y la ganadería de las que vivían la mayor parte de la población, y por otro, el comercio transahariano y las actividades artesanales, eran las bases de la economía del imperio de Ghana, uno de los reinos africanos más poderosos de su tiempo.

La economía del reino de Malí estuvo dominada por el comercio transahariano y la demanda de oro por parte de las grandes ciudades musulmanas del norte de África.

Las bases económicas del imperio songhay fueron muy similares a las de los imperios precedentes, como Ghana y Mali. El comercio transahariano fue la actividad más lucrativa.

La economía de los pueblos del Pacífico ha sido, y sigue siendo en muchos sitios, una economía de subsistencia, basada en la caza, siempre precaria; en la pesca, abundante en muchos sitios; en la recolección de frutos y raíces silvestres; y en la agricultura de huerta. El cerdo indonesio, aclimatado en todas las islas del Pacífico, a excepción de Australia, es el principal factor económico del mundo oceánico. Su posesión supone riqueza y poder.

En el vasto conjunto de islas que forma la Micronesia hay dos tipos de islas: llanas y volcánicas. Las segundas, debido a su orografía, son más ricas, favoreciendo la ocupación humana.

Entre los pueblos de Micronesia, como en tantos otros de muchos más lugares, la actividad económica está estrechamente relacionada con el medio físico y las relaciones sociales y de parentesco que rigen en cada grupo. Economía, parentesco, estratificación social y relaciones de poder son elementos interrelacionados.

En Micronesia, dado el pequeño tamaño de las islas, la tierra es un bien escaso. Por eso existe un fuerte apego de individuos y comunidades hacia el territorio en el que se asientan. La tierra es la principal propiedad, pero los derechos de uso y tenencia varían en cada isla.

Los pueblos de Nueva Guinea tienen una alimentación casi exclusivamente vegetal: batatas, plátanos, ñame, taro y, sobre todo, el árbol del sagú, cuya pulpa machacan y filtran con agua. La posesión de cerdos constituye un símbolo de riqueza y prestigio.

La organización política tradicional africana suele ser monárquica, frecuentemente hereditaria y, en todo caso, sagrada. Se rodea de una administración rudimentaria, pero no sólo central, sino provincial cuando la amplitud del Estado lo requiere.

La capital del poderoso y rico imperio ghanés fue Kumbi Saleh (antigua Ghana) situada en la encrucijada del África negra y el mundo árabe. El soberano o tunka ejercía los poderes políticos y religiosos que emanaban de su propia pertenencia legitima a la familia real.

La fundación del reino Ashanti por Osei Tutu se produce hacia el 1700. El reino Ashanti es el gran centro político y foco de atracción de todos los pueblos de la etnia akan, con una estructura política centralizada.

En la zona noroccidental del Camerún, la de las ricas Praderas ganadas a la floresta tras siglos de actividad agrícola, se acumula la población más densa, dividida en peculiares jefaturas, y con el reino Bamum en el centro.

Shamba Bolongóngo (1601-1620)es el verdadero héroe primordial y fundador de la monarquía Kuba. Esta corte, como otras del entorno, estaban rodeadas de un rígido ambiente, cargado de ritualismos simbólicos, aspecto que se plasma en el arte a ellas destinado.

La organización social en Micronesia se caracteriza por su jerarquización desde el individuo hasta el clan y, desde el punto de vista político, desde las simples parcelas de tierra hasta los grupos organizados de islas.

Desde su emergencia a la Historia, África se nos presenta poblada por gentes cuyas lenguas y hablas suelen integrarse en tres grandes grupos. Por un lado, las llamadas lenguas carrito-semíticas; por otro, las lenguas negroafricanas y, finalmente, un tercero, hoy muy reducido, el de las llamadas lenguas khoisanidas.

Los cerca de 1.000 pueblos diferentes que existen en África hacen difícil hablar de un sólo y único tipo de vivienda tradicional. Aún así, se advierten ciertas características comunes que permiten ofrecer unas pocas generalizaciones respecto a las actitudes que inspiraron su arquitectura.

En Oceanía, como en muchas otras sociedades, los ritos de paso, realizados frecuentemente en forma de cruentas pruebas, marcan el inicio de la vida adulta, siendo un momento de especial significación.

La idea básica del mundo concebido como una isla y, por tanto, intrínsecamente unida al agua, se refleja en la construcción más característica del Sepik (Nueva Guinea), la casa tambarán o casa de los hombres.

Los sistemas de parentesco de los distintos grupos que pueblan las islas de Micronesia se rigen por el principio de matrilinealidad. Esto significa que la mujer tiene un papel destacado dentro del grupo familiar, aunque siempre corresponde al hombre un rol preponderante.

El grupo social más importante en las islas polinésicas era el formado por ciertos individuos unidos por lazos de consanguinidad cuyo origen se remontaba a un común antecesor emparentado, a su vez, con los dioses.

En Australia, cada tribu se define en relación con su propio territorio de caza, y con una determinada mitología y creencia en seres ancestrales, lo que les confiere derechos de explotación -aunque no de propiedad-, inalienables, sobre dichos territorios.

Los oceánidas vieron cómo, gradual o vertiginosamente, sus actitudes y prácticas sexuales se modificaban ante el encuentro con los blancos, al tiempo que los europeos quedaban anonadados ante lo que veían sus ojos, especialmente en las islas de la Polinesia. Unos, atraídos por la belleza de las islas y de sus habitantes, creyeron encontrarse en el Paraíso; otros, ante lo que consideraban el mayor cúmulo de depravación infernal.

Las culturas autóctonas negro-africanas, frecuentemente muy complejas, aparecen ligadas por lo general a cultos de tipo animista.

La mitología de los yoruba es probablemente una de las más complejas y profusas de toda el África negra. El gran dios de los cielos es Olorun (también llamado Olodumare), principio esencial que vincula esta religión con los planteamientos monoteístas.

Los dogon del Sudan poseen enrevesadas creencias y sus ritos y danzas cargados de símbolos, la mitología dogon, y sus cosmogonía en particular, constituyen un capítulo entero en la historia de las religiones.

Los fang, pueblo guerrero desde hace muchas generaciones, sienten verdadera pasión por sus antepasados, a los que cantan en interminables poemas épicos.

El Cristianismo penetró en Nubia en el siglo V procedente de Egipto. Lalibela conserva testimonio de este hecho en una serie de iglesias labradas en la roca viva.

Los conceptos de mana y de tapu existen en todo el Pacífico. El primero supone una fuerza, un poder inmaterial que poseen ciertas personas, animales, e incluso objetos inanimados. En cuanto al tapu es como una prohibición implícita, una restricción espiritual, que pesaba sobre algunas personas, lugares u objetos, casi siempre por tiempo limitado.

Los complicados ritos funerarios constituyen el núcleo de la vida social y estética de los pueblos de Nueva Guinea, ya que implican no sólo a la familia del difunto y a toda la aldea, sino a otras unidades sociales diferentes.

Los primeros habitantes de la isla de Pascua fueron polinésicos. Debieron de traer con ellos el característico culto a los antepasados, común en todo el mundo oceánico, que plasmaron en sus gigantescas estatuas

Cuando a finales del siglo XVIII los europeos comenzaron a tomar contacto duradero con la isla de Pascua, sus habitantes profesaban un culto al hombre-pájaro, cuyo santuario estaba en Orongo, en los riscos entre el volcán Rau Kao y el mar.

Los mitos aborígenes australianos, que narran la creación del Universo y de las leyes de la Naturaleza, y el establecimiento de las normas y pautas que deben regir la conducta humana, se aceptan como hechos revelados de veracidad absoluta, y constituyen los pilares de su vida social y ceremonial.

El culto a los muertos estaba muy arraigado en Micronesia, con aspectos distintos en las diferentes islas.

Los pueblos pastores del Sahara muestran en sus pinturas su mundo ganadero. Es la misma limpieza y seguridad de trazo de los artistas egipcios, pero con dos diferencias esenciales, que revelan su libertad de criterios: el pintor sahariano desconoce el marco, el registro, el límite de la composición que constituye la premisa compositiva del egipcio, pero, a cambio, entiende con mucha mayor claridad la perspectiva visual.

Se considera a las terracotas de Nok las auténticas precursoras del arte negro africano, pues en ellas se dan las claves que será reproducidas por culturas posteriores.

Es a partir del año 1000 cuando se desarrolla el arte escultórico que ha dado fama a Ife, elevándola a la cumbre de las artes africanas. Y es que, efectivamente, el carácter de realismo idealista del clasicismo griego es el mismo criterio estético que domina estas figuras.

La tradición artística oficial de Ife no halló su más brillante heredero entre los reinos yorubas puros, sino en una monarquía peculiar de una región vecina, Benin, confeccionándose bellísimos bronces.

El arte yoruba actual, casi todo él en madera, se fecha desde mediados del siglo XIX. Donde verdaderamente se manifiesta todo el esplendor del pensamiento y sistema cultural yoruba es en el arte religioso, donde abundan las representaciones de dioses y espíritus.

Aunque apenas sabemos nada de la actividad artística en el remoto reino de Gana, sí podemos, en cambio, extasiarnos ante las obras de los imperios de Malí y de Songhai. La fastuosa mezquita de Djenné, la de Mopti, las de Agadez o las de Tombuctú, nos asombran por sus muros reforzados con salientes y pesados torreones.

El más antiguo conjunto artístico conocido en este ámbito lo componen las llamadas terracotas de Djenné. Todas ellas denotan un estilo muy preciso, blando y curvilíneo, cubierto de apliques, con cabezas alargadas y orgullosamente erguidas sobre los cuerpos.

Donde más claramente se observa la compleja escala de simbolismos dogon es en el ámbito de las máscaras y de sus danzas. Desde el punto de vista plástico, las máscaras dogon resultan impresionantes por su colorido y por las danzas agitadísimas en que aparecen, pero, a la vez, pobres por su ejecución y diseño.

Por su trasfondo estético y espiritual, la plástica bamana es muy semejante a la de los dogon, y la común descendencia de las terracotas de Djenné aparece en ella más marcada incluso.

Situados a caballo entre el Sudán y las primeras selvas del Golfo de Guinea los senufo son, sin duda alguna, dignos herederos de sus antepasados, que emigraron desde el norte en los siglos XI a XIII, tras haber constituido, al parecer, un núcleo esencial en el imperio de Gana. Nos hallamos ante uno de los pueblos donde mejor se ha podido estudiar la estructura de las sociedades secretas y el uso que éstas hacen del arte, al que controlan como un verdadero monopolio.

Para los dan existen numerosísimos dii, fuerzas naturales que habitan en la selva; y los más poderosos de estos dii son los gle, que expresan a los vivos, a través de sueños, su deseo de encarnarse en una máscara, o incluso en un conjunto de máscaras que habrán de bailar juntas. Cada máscara tiene en principio un carácter personal, con su forma peculiar de hablar y de moverse, y con su nombre propio, lo que supone la existencia de infinitas variantes artísticas.

El arte de los baule es uno de los más interesantes del África occidental. Los baule no centran su arte en las máscaras. Tan importantes como éstas son, para ellos, las esculturas en bulto redondo, en las que toman como modelo principal a los senufo.

Todas las máscaras y figuras de las Praderas tienen un cierto parecido o aire de familia, con su realismo expresionista, sus ojos saltones, sus bocas abiertas y una aparente sobreexcitación que intenta -y logra a menudo- intranquilizar a quien las contempla en su ambiente.

Desde que, en 1905, Vlaminck, Matisse y Braque, inmediatamente seguidos por Derain y Picasso, empezaron a entusiasmarse por los objetos coloniales que adquirían, han sido mucho los artistas europeos fascinados por el arte africano.

Del arte negro en su conjunto, y del gabonés en particular, interesaron a las vanguardias, por un lado, la estructura geométrica y abstracta; por el otro, la expresividad de las facciones.

El Kongo -uno de los reinos bantúes más antiguos, y desde luego el primero que fue conocido por los navegantes- produjo un arte muy peculiar: Sus marfiles, como los de los sapi y los de Benin, recogieron sugerencias de los mercaderes que los comercializaban, y hasta hubo algunos intentos de aclimatar una iconografía cristiana, con sus crucifijos, vírgenes y santos.

El último, y más extenso, de los reinos históricos del África central es el de Lunda. Todas las obras artísticas que nos han llegado del reino Lunda corresponden a su última fase, en la que recibe influencias de los pueblos vecinos, incluso de los portugueses instalados en la costa.

La diversidad cultural de las islas y de sus creaciones visuales desafía cualquier intento de clasificación. En una misma isla suele haber tradiciones artísticas muy diferentes, lo cual no excluye que en determinados lugares aparezcan estilos con tan fuerte personalidad que resultan inconfundibles: tal es el caso del estilo malaggan de la isla melanesia de Nueva Irlanda o el maorí de Nueva Zelanda.

Los objetos artísticos de los pueblos de Oceanía no son productos del mundo occidental, por lo que es lógico que no se ajusten a sus principios. Por ejemplo, los objetos de fibra de coco, todo el ámbito artístico del mimbre, que se teje, se trenza, se enrolla, etc., no se ajusta en absoluto a los conceptos estéticos occidentales, donde el objeto tejido aparece, como mucho, dentro del mundo de los oficios.

Los estilos artísticos de la isla de Nueva Guinea se han clasificado, geográficamente y por afinidades, en varios grupos, a cual más rico y original. Sin embargo, la zona más famosa por sus creaciones artísticas es, sin duda, la del río Sepik y sus afluentes. Sus creaciones artísticas son ricas y variadas, y cada aldea tiene su propio estilo.

Nueva Irlanda es una de las islas melanesias con formas artísticas más originales. Las famosas máscaras malaggan se asocian inmediatamente con esta isla.

En las islas de la Micronesia, las máscaras y las figuras tridimensionales son muy escasas. La vida en los atolones, sin agua y casi sin tierra cultivable, explica la escasez de elementos espectaculares en su cultura material.

En la mayoría de las sociedades polinésicas, lo que llamamos arte no ha sobrevivido. La influencia de la estética occidental sobre Polinesia ha sido profunda. En Fidji, en Samoa y en Tonga, donde las sociedades son muy conservadoras, todavía se mantienen los tejidos de cortezas.

Dos elementos son los más característicos del arte maorí: la espiral, quintaesencia de su estila, y la manaia. La manaia es una especie de perfil ganchudo, que igual puede representar un pájaro, un reptil monstruoso, o un perfil humano.

Desde el punto de vista arqueológico las manifestaciones más importantes del arte aborigen australiano son, sin duda, sus grabados y, sobre todo, sus pinturas rupestres. Las pinturas aborígenes del Desierto central australiano tienen su mejor representación en el descomunal monolito de Ayers Rock.