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Conflictos del Golfo

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Ya durante la misma y después del armisticio, Bagdad se había atribuido el papel de salvaguardar los intereses árabes. El siguiente razonamiento de su ministro de Exteriores, Tarek Aziz, se repitió machaconamente en los años ochenta, tanto para defender la guerra contra Irán, como para solicitar créditos a los árabes; tanto para pedir que se condonasen, como para justificar la posterior invasión de Kuwait: "Irak ha tomado sobre sí la responsabilidad de la defensa de la seguridad de la Nación Árabe, de su dignidad y la protección de las riquezas de los países del Golfo que, de otra forma, hubieran caído en manos extranjeras". Se le ocurrió apoderarse de Kuwait: la cuota unida de exportación petrolífera iraquí-kuwaití se convertiría la segunda mundial, muy cerca de la saudí y con las reservas económicas del emirato pagaría cumplidamente sus deudas... El 2 de agosto las tropas iraquíes se apoderaron de él. Las monarquías del petróleo temblaron de pánico; las masas populares árabes exultaron de júbilo y Saddam esperaba que Washington -que en la década anterior le había proporcionado créditos y armas, y que hasta entonces le había enviado mensajes ambiguos- le dejaría las manos libres. Se equivocó y en su contumacia no rectificó y se enfrentó a los soldados de medio mundo, encabezados por Estados Unidos y bendecidos por la ONU. La "Madre de todas las guerras", creada por el lenguaje florido de Saddam, se convirtió en "la Madre de todas las derrotas".

Cuando las columnas acorazadas norteamericanas avanzaban hacia Bagdad y nada se interponía ya en su camino, George Bush Sr. ordenó el alto el fuego. Saddam hubo de aceptar durísimas condiciones: zonas de exclusión sobre las que no podían volar sus aviones, inspecciones periódicas de sus industrias, limitaciones armamentísticas, reducción de sus exportaciones de crudo... Pasaron 12 años y ninguno de ellos fue pacífico: Saddam entorpeció las inspecciones, que cesaron en 1999, y violó 16 de las resoluciones impuestas; Estados Unidos y Gran Bretaña bombardearon Irak como represalia mas de cien veces, destruyendo centenares de radares y de baterías antiaéreas y, posteriormente, invadió el país y derrocó a Saddam... ¿Lo hizo acaso por el peligro expansivo que encerraba el baasismo o quizás por la genocida peligrosidad de su presidente? Ese fue sólo el pretexto. Las tierras que riegan el Tigris y el Éufrates, padres de la Humanidad tan ricas, tan bien situadas, son demasiado tentadoras para que pasen desapercibidas en la nueva Historia que ha comenzado a escribir el imperialismo norteamericano.

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