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Conflictos del Golfo

Desarrollo


La confrontación con Siria y con Egipto, que se federarían en 1958, el creciente nacionalismo baasista, anti-israelí y antibritánico y el nasserismo e izquierdismo en el ejército, hicieron inmanejable la situación. El 14 de julio de 1958, se pronunció el general Abdul Karim Kassem, proclamó la república y ejecutó al rey y a sus principales ministros. Tan desastrosa había sido la gestión monárquica que el nuevo régimen fue acogido con entusiasmo y más cuando comenzó una serie de gestos populares y nacionalistas: la reforma agraria y el embridamiento de la Irak Petroleum Company, tanto con el incremento de la participación estatal en los beneficios como en la dirección de la empresa. Eso determinó la primera confrontación con las potencias occidentales, cuya alarma creció cuando Kassem denunció el Pacto de Bagdad y se acercó a la URSS. La ruina de la revolución de Kassem comenzó cuando se las arregló para enemistarse con todos. Primero, con el panarabismo de Nasser, contrario por entonces a la sustitución de la influencia británica por la soviética; segundo, con los kurdos, a los que negó toda autonomía; tercero, con Irán, por las delimitaciones fronterizas en Chatt el-Arab, lo que propició el apoyo iraní a los guerrilleros kurdos del caudillo Barzani; cuarto, con los emiratos árabes, por sus pretensiones sobre Kuwait, aludiendo a la vinculación que el emirato había tenido con tierras iraquíes en época otomana... la amenaza sobre Kuwait determinó la reacción británica.

Acosado por todos, Kassem fue derribado y muerto por otra asonada militar, con apoyo civil del nacionalismo baasista. El golpista de turno era el coronel Abdul Salam Aref, que había estado inicialmente con Kassem como vicepresidente y que había sido marginado por su nacionalismo baasista. El Baas (Partido Socialista de la Resurrección Árabe) había sido fundado en 1953 por Michel Aflaq, y su propósito era unir en una sola nación árabe a todos los países del Próximo Oriente. El Baas logró cierta implantación en Jordania y Libia y, sobre todo, en Siria e Irak. Su asociación con la dictadura de Aref, unido al triunfo en Siria de otro golpe de orientación nacionalista pareció, por un momento, que convertiría en realidad la utopía baasista. El sueño duró poco. Nasser se oponía, por estimar que la ideología baasista era contraria a los intereses pan-árabes; pero en el fracaso tuvieron mayor importancia las tensiones internas del partido: el ala moderada, próxima al poder, pretendía una socialización progresiva y un acercamiento a Nasser; el ala radical proponía una socialización inmediata, una laicización total de la vida pública y la confrontación con Nasser. La violencia desatada en la calle marginó al Baas del poder; la aproximación a Siria fracasó y Damasco volvió a aproximarse al Egipto nasserista... Abdul Salam Aref murió (1966) en un accidente de helicóptero y le sucedió su hermano, el general Abdul Rahman Aref. Su política trató de ser conciliadora con los kurdos, pero dos cuestiones se atravesarían definitivamente en su camino: el conflicto con la Irak Petroleum Company, a causa del cierre del oleoducto de Siria, y su ausencia en la guerra árabe-israelí de 1967, que suscitó los reproches del Baas y de todo el mundo árabe.

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