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Conflictos del Golfo

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Durante la noche del 30 de septiembre de 1918 penetró en Damasco la caballería rualla, encargada de apoyar la constitución de un Gobierno provisional árabe que, en nombre de Feisal, se hiciera cargo de la ciudad una vez que la abandonaran los turcos. A las 9 de la mañana del 1 de octubre, lo hizo el ejército árabe, encabezado por Lawrence y Nuri Said. Días después, cuando el general en jefe británico, Edmund Allenby, alcanzó la ciudad, ya ésta había tributado un fervoroso recibimiento a Feisal, hijo del jerife Hussein de La Meca, el soberano hachemí. Cuando Allenby y Feisal se saludaron, el británico entregó al príncipe, por medio de Lawrence, un telegrama: el Gobierno de Londres reconocía a los árabes como beligerantes. Fue un momento mágico: después de cinco siglos, los árabes se independizaban del Imperio Otomano. Si echar a los turcos había costado una guerra larga y dura, más difícil sería expulsar a las potencias europeas recién instaladas. Dos años antes de la toma de Damasco, mientras Lawrence convencía a los árabes de que les convenía colaborar con Gran Bretaña en la lucha contra los turcos, que presionaban desde el Sinaí sobre las posiciones británicas en el Canal de Suez, Londres y París cerraban el acuerdo que se conocería por el nombre de sus muñidores, Sykes-Picot. Por ese tratado, las dos potencias se repartían el Imperio Otomano: Gran Bretaña administraría la mitad sur de Mesopotamia y el norte de Arabia; Francia, el sur de Turquía y toda la costa del Mediterráneo Oriental, Líbano incluido; a los árabes les reconocían la independencia en el Hiyaz, es decir, en casi toda la Península Arábiga. La letra pequeña del acuerdo era aún más negativa para los intereses árabes, pero estos no se enterarían hasta después de la guerra: Londres y París se reservaban sendas zonas de influencia: la primera, Palestina y zonas costeras de Arabia; la segunda, el norte de Mesopotamia y Siria.

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