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Wilson se desesperaba, pues todo el debate contravenía su doctrina y lanzaba una iniciativa: "Dejemos que se expresen los interesados". Aunque París y Londres aceptaron en principio, declinaron enseguida formar parte de la comisión de encuesta, pensando que cualquiera que fueran sus conclusiones, serían contraproducentes para sus intereses. Wilson siguió adelante y, en junio de 1919, llegaba al puerto de Jaffa la comisión dirigida por los norteamericanos Henry King y Charles Crane. En tres meses recorrieron 36 ciudades de las actuales Siria, Israel, Territorios Ocupados y la mitad oeste de Jordania. Se entrevistaron con representantes de todo tipo de comunidades religiosas, étnicas, nacionalistas y aceptaron, para su posterior estudio, 1.873 peticiones e informes. Sus conclusiones fueron demoledoras para los intereses británicos, franceses y judíos. El rechazo del sionismo era unánime, la presencia británica, inaceptable; la colonización francesa sólo era plausible para los cristianos libaneses; la mayoría musulmana deseaba la independencia y, mientras esto no fuera posible, pretendía un mandato norteamericano. Ahmad el Shuqueiri, un líder palestino que llegaría a secretario general de la Liga Árabe, recodaba años después los "sentimientos, ideas y pensamientos" de su círculo político en aquella época: "América tenía excelente reputación, ocupaba en el corazón de las gentes el sitio de Gran Bretaña, pero más grande y más alto y nadie dudaba sobre la conveniencia de aceptar el mandato americano, porque el pueblo americano es un pueblo democrático que apoya la libertad de los pueblos y no acepta componendas, sino la justicia y la libertad".

De poco valdrían las conclusiones de la Comisión. Fue depositado en la Secretaría de Estado, mientras el presidente Wilson libraba una desesperada batalla política por la ratificación del Tratado de Versalles, que no lo fue porque muchos veían en él "un atentado a la soberanía e identidad de EEUU". Por tanto la posibilidad de que Washington hubiera podido desempeñar el mandato de Palestina quedaba arrumbada. Wilson, quizás por sus ideas sionistas, quizás por no echar más leña al fuego, ordenó que se archivara la encuesta, que no vería la luz hasta agosto de 1922, bajo la presidencia aislacionista de Warren G. Harding. Para entonces era ya sólo un documento histórico: al margen de sus conclusiones, Francia y Gran Bretaña ya habían alcanzado un acuerdo.

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