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Guerra de Vietnam

Desarrollo


Como cada año, también a comienzos de 1975, al terminar la estación de las lluvias, el ejército nordvietnamita se preparaba para lanzar una gran ofensiva terrestre siguiendo la misma estrategia de los años anteriores: un ataque de grandes proporciones en diversos sectores con la esperanza de conseguir arrancar el sistema defensivo survietnamita. Sin embargo, justamente aquel año, la situación era distinta; en efecto, las potencias occidentales habían abandonado completamente el gobierno de Saigón y los mismos Estados Unidos de América habían retirado completamente su soporte aéreo. Además, el Congreso de los Estados Unidos había incluso cortado toda ayuda económica al Sur; por otra parte, un viaje del presidente Van Thieu a Washington para discutir la causa de la República de Vietnam del Sur no había conducido a ningún resultado positivo. La Unión Soviética, al contrario, seguía aumentando los envíos de materiales bélicos a Hanoi y las unidades de combate comunistas se encontraban cada vez más exaltadas por el abandono político y económico que estaba golpeando a la república de Vietnam del Sur. La ofensiva se desencadenó siguiendo tres directrices y fue sostenida con un increíble número de vehículos acorazados de fabricación soviética, los cuales, después de violentísimos combates, comenzaron a dar cuenta de las fuerzas de Saigón ubicadas en la primera y segunda región militar. Después de tres meses de combates ininterrumpidos, a principios del mes de abril, las ciudades de Quang Tri, Hué, Tam Ky, Da Nang, Quang Ngai habían caído; el último baluarte antes de la capital, Saigón, era la ciudad de Xuan Loc, situada en la carretera nacional número 1.

Las carreteras de todo el país estaban llenas de columnas de prófugos cargados de objetos personales que huían ante el avance de los nordvietnamitas. Personas de todos los estratos sociales y de todas las edades habían cargado lo que podían en cualquier tipo de vehículo y se dirigían hacia el sur en busca de una ilusoria salvación. Mientras las grandes ciudades y las grandes cabezas de partido habían caído, a lo largo de la costa, en los altiplanos y en medio de la jungla de pequeñas poblaciones cabeza de partido, aun sintiéndose superados por el gran avance enemigo, siguieron combatiendo hasta el fin con tal de no rendirse al odiado enemigo. En la ciudad de Xuan Loc y en las zonas circunstantes se habían fortificado un gran número de unidades que aún se encontraban en perfecto estado de eficiencia con el objetivo primario de intentar frenar el avance enemigo o, al menos, de ralentizarlo lo más posible. Cuando las fuerzas de Hanoi comenzaron a acercarse se desencadenó un violentísimo fuego de artillería con piezas de gran calibre y misiles orientado a debilitar la resistencia de los defensores y provocar el máximo número de pérdidas posibles antes del contacto entre las distintas unidades de ambos contendientes. El fuego indiscriminado de la artillería, además de atacar objetivos militares, provocó un gran número de víctimas entre las columnas de civiles en huida. Como respuesta, la aviación survietnamita hizo todo lo posible para intercambiar el volumen de fuego adversario realizando numerosos raid de ataque aire-tierra.

Los aviones y su disposición, aun infligiendo un elevado número de pérdidas a los atacantes, no fueron capaces, dadas sus características, de detener la ofensiva. Después de los primeros días de asedio se vio con claridad que sin el apoyo aéreo estadounidense, la ciudad, y casi seguramente todo Vietnam del Sur, estaban condenados; sin embargo, aun conociendo la situación real, la defensa prosiguió. Durante más de dos semanas, las unidades survietnamitas opusieron una durísima resistencia a los repetidos ataques enemigos que, en numerosos casos, se transformaron en baños de sangre y horrorosas carnicerías. El volumen de fuego era tal que en pocos instantes el aire se encontraba saturado de proyectiles de armas automáticas, artillería y los gases que se desprendían de ellas. Las fuerzas de Hanoi no consiguieron avanzar y sus mismos comandantes se vieron obligados a admitir que sus adversarios estaban combatiendo con coraje y tenacidad. Incluso en esta situación, un tardío, pero decidido apoyo occidental, especialmente americano, habría podido salvar la situación; sin embargo, la petición de ayuda se quedó sin respuesta: las potencias occidentales se cerraron en un incomprensible silencio. En los campos y en los alrededores de Xuan Loc las pérdidas nordvietnamitas fueron elevadísimas y sólo el ingente número de soldados y medios a disposición fue capaz de rellenar los huecos. La situación era desesperada, aunque el coraje de la defensa de Xuan Loc habría hecho frente todavía a una enésima batalla por la defensa de Saigón y, tal vez, la salvación de lo que aún quedaba del Sur.

Analizando la situación, la realidad era más bien distinta; en efecto, en caso de resistencia, los nordvietnamitas estaban dispuestos a destruir completamente Saigón. Para demostrarlo, colocaron una batería de misiles y cañones de largo alcance que intermitentemente disparaban salvas contra los barrios civiles para aterrorizar a la población. Si la resistencia no hubiera cesado a las once de la mañana del 30 de abril, la ciudad, dividida en treinta sectores, habría sido arrasada por un mortífero fuego de granadas y misiles. Los últimos baluartes que quedaban de camino hacia la capital dejaron de combatir el 30 de abril de 1975 mientras las fuerzas comunistas entraban en la ciudad. En las filas del ejército survietnamita, sin embargo, muchos jóvenes oficiales y soldados rechazaron la capitulación, promoviendo la continuación de los combates para salvar el honor y porque odiaban el régimen nordvietnamita pilotado por Moscú. Abandonadas las armas pesadas, la elección fue combatir en las plantaciones de arroz, en los pequeños terrenos que aún quedaban fuera de la dominación enemiga y en zonas exteriores a la propia tierra. Las últimas unidades dejaron de combatir en 1992, en un área limítrofe entre Camboya y Vietnam, con la cooperación de la misión ONU, en Camboya, que les facilitó la expatriación. Además de las armas en dotación, el ejército survietnamita, en la batalla de Xuan Loc, utilizó dos armas un poco especiales: los lanzagranadas SM 175 y el fusil lanzagranadas M 203.

El lanzagranadas automático SM 175 apareció en Vietnam del Sur en 1970 de mano de las fuerzas armadas americanas. Se utilizó, además de en el Ejército, en unidades especiales de la Marina que operaban en el delta del río Mekong. Se trataba de un arma automática refrigerada por aire, capaz de disparar una gran variedad de municiones de 40 mm a la velocidad de unos 240 m/sg. El arma, según el tipo de proyectil que utilizara, demostró poseer capacidades verdaderamente excepcionales tanto contra unidades de infantería como contra vehículos blindados ligeros. El sistema podía ser montado en tierra en un trípode parecido al de la ametralladora Browning, o bien en vehículos o embarcaciones. Dicha arma tuvo tal éxito que fue copiada por la Unión Soviética y su evolución se encuentra actualmente en uso en las fuerzas armadas americanas con la denominación MK 19 mod. 3. La alimentación se realizaba mediante cinta contenida en cajas de veinte o cincuenta cartuchos. Había disponibles varios tipos de proyectil, entre los que destacan los de alto poder explosivo y los de fragmentación. Éstos, utilizados contra las unidades de infantería, eran capaces de saturar con fragmentos mortíferos un área de unos treinta metros de diámetro. A pesar de no disponer de un gran número de estas armas, los survietnamitas fueron capaces de utilizarlas con resultados muy positivos; en muchos casos crearon el terror entre los soldados del vietcong y los nordvietnamitas.

Las unidades de infantería siempre han tenido necesidad de disponer de un arma ligera capaz de atacar en la distancia intermedia comprendida entre el lanzamiento de una bomba de mano y la bomba de mortero; por ello, las fuerzas armadas americanas y sus aliados fueron equipados con el lanzagranadas M 79 de 40 mm durante el conflicto vietnamita. El soldado que utilizaba el M 79 tenía que llevar consigo, además de las correspondientes municiones, otra arma, una pistola o un fusil, lo que le hacía más pesado y le limitaba la movilidad. Por ello, durante los últimos años del conflicto apareció el fusil lanzagranadas M 203, el cual era básicamente un fusil M 16 dotado de un sistema de mira en el que se había enganchado un lanzagranadas, siempre de 40 mm, dotado de un gatillo secundario para su utilización. El arma que se obtenía de esta manera perdía parte de la utilización del M 79 pero condensaba en una sola arma las dos necesidades fundamentales del soldado de infantería: un buen volumen de fuego de pequeño calibre y un apoyo explosivo a corta distancia con buena efectividad en el disparo. De esta forma, fue posible disponer, durante la acción de un escuadrón de infantería, de un casi inmediato apoyo de proyectiles explosivos dirigibles con una buena precisión de tiro. Este arma, a parte ligeras modificaciones, todavía forma parte de la dotación del ejército estadounidense. El M 203 era capaz de disparar proyectiles de distintos tipos, entre los que se encontraban los de alto nivel explosivo, los de fragmentación y los de gas CS. Además de los ya citados, existe también el proyectil M576 para uso antipersona, cargado con veinte dardos y utilizable a una distancia máxima efectiva de cuarenta metros. Para concluir, digamos que el éxito de dichas armas se demostró en numerosas situaciones de combate, poseyendo todavía hoy un elevado poder destructivo que las hace estar a la altura de los tiempos.

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