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Guerra de Vietnam

Desarrollo


Hubieron de suspenderse los aterrizajes diurnos. El 23 de marzo salió el último helicóptero; tres días después lo hizo un transporte de heridos; aún el 28 hubo un aterrizaje, pero el avión fue atacado por la artillería y su tripulación quedó atrapada en Dien Bien Phu. Entre ella figuraba la enfermera Geneviéve de Galard, el ángel de Dien Bien Phu. Durante la última semana de marzo, con dos batallones de paracaidistas que saltaron en apoyo de los asediados, De Castries aún pudo enseñarle los dientes a Giap: rechazó numerosos asaltos y contraatacó al oeste de Huguette, para aligerar la presión del Vietminh. La lucha fue tan violenta que los paracas sufrieron un centenar de bajas y se supone que pusieron fuera de combate a un batallón entero. Giap devolvió el golpe de inmediato para evitar la desmoralización de sus hombres, que también estaban acusando el fuerte castigo que estaban recibiendo. El 30 de marzo, tras una gran preparación artillera, los viets asaltaron, oleada tras oleada, las posiciones más expuestas de Dominique y de Eliane, en la margen izquierda del río, obligando a sus defensores a replegarse. Al tiempo, proseguía la dura lucha por Huguette. Pese a los contraataques, el territorio de la base se iba estrechando paulatinamente, haciendo más difícil el abastecimiento a base de contenedores provistos de paracaídas. Con todo, los franceses resistían y Giap tenía que dar descanso a sus hombres, retirar a las unidades más castigadas y bajar sus exigencias, porque hubo algunos plantes en las unidades de asalto -"movimientos derechistas característicos" según el general sitiador- que fueron reprimidos sin piedad.

De momento, renunció a los asaltos suicidas, optando por la labor de zapa: se cree que en los cincuenta y seis días de lucha, su infantería cavó más de 450 km de túneles y trincheras de aproximación, lo que obligaba a los defensores a reducir su perímetro, con el contraproducente efecto de ofrecer un blanco más concentrado a los cañones atacantes. Las lluvias comenzaron en abril. Los franceses esperaban que eso les beneficiaría, porque las divisiones de Giap se quedarían sin suministros. Eso no ocurrió, pero, en adelante, la lluvia de metralla llegaría envuelta en una ola de barro; los soldados estarían mojados día y noche y los suministros serían menos frecuentes, a causa de la escasa visibilidad. Por el contrario, el Vietminh recibía suministros gracias a millares de porteadores, que avanzaban día tras día desde la frontera de China. Con todo, aún había aliento entre los defensores, gracias a las fuerzas paracaidistas que siempre hallaban voluntarios para nuevos lanzamientos: durante las dos últimas semanas del asedio, saltaron sobre el campo atrincherado 779 paracas de las fuerzas metropolitanas y 709 voluntarios, en su mayoría nacionalistas vietnamitas. Les mantenía en pie la esperanza de una intervención norteamericana, que el propio Eisenhower aprobó para el 28 de abril. Se trataba de la Operación Buitre, a la que se oponían Congreso y Senado, pues juzgaban que nada era tan importante en Indochina como para implicarse en una guerra.

Deseaban plantar cara a la expansión comunista en el Sureste asiático, pero les repugnaba apoyar más al colonialismo francés. Con todo, Eisenhower seguía dispuesto a intervenir. Su vicepresidente, Richard Nixon, lo expresó con claridad el 16 de abril: "Si para evitar la expansión creciente de los comunistas en Asia e Indochina hay que enviar allí a nuestros soldados, creo que el ejecutivo deberá adoptar esta decisión, aunque sea políticamente impopular". Pero Washington no quiso quedarse solo y solicitó el apoyo de británicos, neozelandeses, australianos, filipinos y tailandeses. Fue determinante la opinión del premier británico, Winston Churchill: "No veo porqué hemos de combatir con Francia por Indochina, cuando hemos perdido la India". La única solución que le quedaba a Francia era una paz negociada, que a aquellas alturas sólo tenía un final: la independencia de Vietnam, al menos de una parte, bajo la denominación de República Democrática de Vietnam, con un Gobierno comunista presidido por Ho Chi Minh. Por tanto, Dien Bien Phu seguía resistiendo, primero a la espera de los norteamericanos y, después, aguardando una solución negociada. Navarre mandaba nuevos refuerzos y De Castries contraatacaba con la fuerza de la desesperación y defendía cada metro de los reductos con uñas y dientes. Claro que no era menor el deseo del Vietminh de imponerse militar y contundentemente, para llegar a la negociación con aquella victoria en la mano.

Esa negociación llevaba madurando desde antes de la batalla. En Francia había un clima favorable a una solución pactada y el Vietminh también deseaba esa solución: Ho Chi Minh sabía que la guerra de liberación no podía ser infinita. Por eso, en diciembre de 1953, había enviado a París una invitación negociadora: "Si, tras la experiencia de estos años de guerra, el Gobierno francés desea llegar a un armisticio y resolver la cuestión del Vietnam por medio de negociaciones, el pueblo y el gobierno del Vietnam estarán dispuestos a examinar sus propuestas". El 11 de febrero de 1954, la diplomacia francesa, británica y soviética lograban convencer a China de que acudiera a una conferencia en la que se estudiara la solución a la conflictividad de Asia, y a Estados Unidos para que se sentara en la misma mesa que los chinos, a cuyo Gobierno no reconocía. La cita tendría lugar en Ginebra, el 26 de abril de 1954. Pero el desbroce del contenido negociador, que se reduciría a una solución negociada para Indochina, retrasó el comienzo hasta el 8 de mayo. Los defensores de Dien Bien Phu hicieron lo imposible por llegar a esa fecha. Entre los días 4 y 6 de mayo saltaron otros cuatrocientos paracaidistas y, el día 5, la artillería disparó más de cuatro mil proyectiles contra las posiciones comunistas, que al día siguiente fueron castigadas por 47 bombarderos pesados y 65 cazabombarderos. Luego llegó el turno de Giap: utilizó todos sus recursos durante la noche entera, causando en el ya reducido perímetro defensivo una especie de seísmo: temblaba el valle, hervía la tierra a borbotones, las trincheras se desplomaban sobre los defensores, reventaban los búnquer sepultando heridos y almacenes, saltaban las armas reducidas a chatarra.

.. Se combatió toda la noche, con granadas de mano, armas cortas, bayonetas y hasta con palas y culatas. Las trincheras fueron reducidas a barrizales cubiertos de cadáveres de ambos bandos. El radiante amanecer del 7 de mayo iluminó un espectáculo dantesco: los combatientes, rodeados de centenares de cadáveres y de implorantes heridos, se hallaban entremezclados, resistiendo algunos reductos de Eliane, la zona de mando, el hospital y buena parte de Junon y Claudine, las más próximas a Isabelle, cuyos cañones seguían disparando. De Castries recorre con sus prismáticos las posiciones enemigas y observa como los hombres del Vietminh se aprestan al último asalto casi al descubierto, pues los franceses, la mitad heridos, están agotados y carecen de municiones. Todo el armamento pesado, salvo un cañón de 105 mm, está destruido. Comunica la situación a Hanoi y, junto con la felicitación por su ascenso al generalato, se le pide que no haya ni capitulación ni bandera blanca: "Haga morir el fuego por sí mismo para no arruinar lo que se ha hecho". Tras una mañana de escaramuzas, De Castries ordena reunir todo el material no utilizado y lo destruye con una violenta explosión postrera. Luego, comunica al general Cogny, en Hanoi: "Volamos todo. Adiós". Poco después, a media tarde, los soldados de Giap ocupan, sin resistencia, las últimas posiciones, entre ellas el búnquer de mando de De Castries. La batalla ha terminado... aunque Isabelle continúa luchando hasta la noche.

Su jefe, el teniente coronel Lalande, organiza una salida hacia el sur, para alcanzar las líneas francesas. Lo intentan los más fuertes y animosos, pero sólo unos pocos logran alcanzar sus líneas tras semanas de marcha agotadora. La resistencia cesa por completo a la una de la madrugada del 8 de mayo. Horas después, en Ginebra se abría la conferencia que concluiría en julio. La guerra terminó con la salida francesa de Indochina, creándose dos países independientes, Laos y Camboya y un tercero, Vietnam, dividido por el paralelo 17°. En el norte se fundaría la República Democrática de Vietnam, con capital en Hanoi, y en el Sur, el Estado de Vietnam, con capital en Saigón, una monarquía manejada por un ejecutivo fuerte y manipulada por París y, luego, por Washington.

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