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Datos principales


Desarrollo


La primera escala les llevó al puerto norteafricano de Farina, donde el cuartel general se aposentó en las frescuras del jardín del Rey, en tanto una pequeña formación naval doblaba el cabo de Cartago para explorar el campo de operaciones. Al divisar las torres y murallas de La Goleta observaron sus defensas naturales, sus cañoneras y galeras ancladas en el puerto, así como el reforzamiento de la plaza hasta completar ocho mil defensores islamitas, a razón de seis mil turcos y dos mil moros. A continuación, las naos cristianas desembarcaron un contingente de unos 25.000 hombres de infantería (cuatro mil españoles viejos -así llamados por ser veteranos de las guerras de Italia- y nueve mil recién reclutados en los reinos de España, siete mil seiscientos alemanes y cinco mil italianos). En la decisión de asaltar primero La Goleta pesó el hecho de "no haber medio de llevar la artillería a Túnez ni la vitualla, como por no dejar a las espaldas un número de enemigos tan grande y de tan buena gente como eran", según recoge Codoin en su Conquista de Túnez y la Goleta por el Emperador Carlos V en 1535. La fuerza sitiadora comenzó a cavar trincheras y levantar bastiones donde emplazar cañones y culebrinas y, aunque algunas incursiones enemigas procuraban estorbar los trabajos, la caballería mandada por el marqués de Mondéjar les dispersaba al grito cruzado de ¡Santiago!. Entre tanto, el monarca tunecino destronado se presentó en el campamento de Carlos V con una pequeña guardia personal de caballeros árabes, echándose a sus pies y suplicándole "que le remediase", quedando aposentado conforme a su dignidad real.

Tras veinte días de asedio, el Emperador ordenó el asalto general, precedido por varias horas de bombardeo artillero por mar y tierra del bastión mandado por el lugarteniente Sinán de Esmirna el Judío, quien reaccionó con disparos de bombardería y una lluvia de tiros de arcabuz y de flechas que no pudo impedir la derrota de la guarnición y la retirada en completo desorden por sendas direcciones a Rada y a Túnez. El parte de guerra cifraba en dos mil las bajas mahometanas y el apresamiento de ochenta y seis velas de remo, cuatrocientas piezas de artillería y cuantiosa munición, por tan sólo treinta muertos en el bando imperial. Los estrategas cristianos y el propio Emperador decidieron proseguir la campaña, pues, como relata el cronista Alonso de Santa Cruz, "tomada La Goleta determinó Su Majestad de ir a tomar la ciudad de Túnez, pareciéndole que si esto no hacía era poco lo que había hecho y la empresa quedaba imperfecta, porque todavía se quedaba Barbarroja en el Reino y podía hacer mucho daño en los quedasen en La Goleta y en el mar Mediterráneo por tener el Reino de Túnez muchos buenos puertos en la mar" (Crónica del emperador Carlos V).

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