El París de los Impresionistas

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Datos principales


Desarrollo


París vivió en el siglo XIX el primer gran proyecto de transformación y ampliación urbana al que seguirían otras capitales europeas. La población de la ciudad había pasado de 547.000 habitantes a principios de la centuria a la desorbitada cifra de 1.538.000 en 1861; ésta era una razón suficiente para planificar un cambio ordenado de esta capital para convertirla en una ciudad-monstruo capaz de absorber todas las iniciativas y energías de Francia. Realmente París fue obligada a sufrir cambios fundamentales debido a que a lo largo del siglo XIX fue escenario de una época de verdadera movilidad socio-política ya que comenzaría este período con el recién estrenado (1799) golpe militar de Napoleón I y su proclamación como emperador en 1804. Todos los cambios políticos que acontecieron tras este hecho histórico tuvieron su marco de acción especialmente en París, donde la burguesía, la clase obrera y los jefes de gobierno se alternaban para producir conflictos sociales. Tanto si nos referimos a la restauración de los Borbones (1814-1830) o a la revolución liberal del 1848 (II república), al golpe de estado de Napoleón III o a la entrada de los alemanes en París (1871) fue una época realmente convulsiva hasta que a finales de este siglo la III República parece que estabilizó el país, al menos hasta la Segunda Guerra Mundial. Pero aunque el nuevo impulso comenzara en torno a 1799 el momento en que más se expandió esta urbe fue en la época de Napoleón III.

Es precisamente en esta ciudad donde se forja la insurrección proletario-socialista europea más importante de este siglo, La Comuna de París (abril 1871), que creó un proyecto de estado formado por una federación de comunes libres y autónomos y que terminó con una represión sangrienta por parte del conservador Mac Mahon. En este ambiente y a mediados de siglo, coincidiendo con el momento de mayor efervescencia política, surge el cambio de tendencia artística, se abandona la visión clásica y romanticista para entrar en una época en que la atención se dirige hacia lo particular, lo perecedero, en definitiva el costumbrismo y el realismo. Jean François Millet es un claro ejemplo de esta pintura así como los trabajos de Gustave Courbet y Honoré Daumier, en muchas de las obras de estos artistas se traslucen los sentimientos socialistas y revolucionarios del momento.

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