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Datos principales


Desarrollo


Pocas ciudades del mundo han albergado tantos acontecimientos y han dado lugar a cambios de rumbo en la Historia como la ciudad de París. Fue probablemente fundada por el pueblo galo, concretamente los parisii (300 a.C.), quienes se asentaron en la orilla izquierda del río Sena, concretamente en la Île de la Cité. Sin embargo, pronto se produjo la llegada de los romanos (50 a.C.) conducidos por Julio César que, en su "De Bello Gallico", la llama repetidamente Lutecia Parisiorum. Las continuas amenazas bárbaras provocaron el traslado del núcleo urbano hacia la Île de la Citè, desde donde inició su lento crecimiento a ambos márgenes del río. El saneamiento de las áreas pantanosas situadas a los lados del río y la colonización, debida a la actividad de los monjes Saint-Genevieve, Saint-Germain-des-Prés y Saint-Denis fueron la premisa necesaria para el desarrollo de la ciudad. La presencia romana duró hasta el siglo V, cuando los grupos germánicos dirigidos por el rey Clodoveo I la conquisten (508), nombrándola capital y dando inicio la dinastía Merovingia. También se asentaron aquí los Carolingios. París llegó a ser la verdadera capital cuando Hugo Capeto fundó, en el año 987, una nueva dinastía y la ciudad alcanzó un rango e importancia que no ha vuelto a perder. Con la dinastía de los Capetos pasó de ser un burgo comercial y manufacturero a un gran centro de interés nacional e internacional.

La ciudad fue extendiéndose progresivamente por la orilla derecha del Sena. El crecimiento no fue solamente urbanístico sino también cultural y, con la ascensión al trono de Felipe II Augusto, alcanzó uno de los momentos de máximo esplendor gracias a la fundación de la Universidad de París (1215). Pocos años antes se habían iniciado las obras de la Catedral de Nôtre-Dame (1163). Bajo el reinado de Luis IX "El Santo" se construyó la Sainte Chapelle y en los primeros años del siglo XIII se empezaba la construcción del primitivo castillo del Louvre. Toda esta expansión se vio frenada con la subida al poder de una nueva dinastía, los Valois, con quienes se vivió uno de los momentos más tristes para la ciudad; en 1358 tuvo lugar una revuelta conducida por el jefe de los mercaderes parisinos, Etienne Marcel. La Jacquerie, nombre con el que fue bautizado el levantamiento, buscaba poner bajo control parlamentario a la Corona. Este hecho, unido al descontento parisino de las clases más populares tras la Peste Negra (1348) y el inicio de la Guerra de los Cien Años (1337-1453) contra Inglaterra desembocó en los acontecimientos de 1358, cuando un contingente integrado por unos 3.000 artesanos, capitaneados por E. Marcel, asaltó el Palacio Real, asesinando a algunos de los principales asesores de Carlos V y estableciendo un gobierno revolucionario de carácter comunal.

Sin embargo, éste duró sólo unos meses, fracasando en su intento de aunar los intereses de los grandes comerciantes y en su búsqueda de apoyos entre las ciudades flamencas. Ese mismo año caía asesinado E. Marcel, restaurándose la monarquía. Carlos V logró restablecer el orden erigiendo entre otras obras la prisión de la Bastilla, que jugará un papel muy importante durante la Revolución Francesa. Los últimos años de Carlos V están marcados por su progresiva locura. Las responsabilidades del poder real son compartidas entre los tíos del rey y su hermano, el duque Luis de Orleáns. Pronto surgió un conflicto entre ambas facciones, dando lugar a una lucha civil (1407-1415): los Armagnacs y los Borgoñones. Ambas partes tampoco se ponen de acuerdo respecto a la guerra contra Inglaterra, pues los primeros son partidarios de continuarla y los segundos de firmar un armisticio. Las luchas dieron lugar, finalmente, a la ocupación de Francia de los ejércitos ingleses guiados por Enrique VI, quien fue coronado en la Catedral de Notre-Dame como rey de Francia (1430). Siete años después Carlos VII recuperaba formalmente París, previa liberación de Orleáns llevada a cabo por Juana de Arco, quién demostró que los ingleses podían ser vencidos (1429). La situación, sin embargo, no mejoró sustancialmente en la capital, donde se siguieron produciendo nuevos tumultos y revueltas, alternados con pestes y epidemias.

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