Cruzadas, magia y caballería

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En torno a las cruzadas se tejen leyendas como las que unen mágica y caballerescamente al hada Melusina y al rey León V de Armenia, personaje descendiente de los cruzados que, tras perder su reino, se refugió en Occidente y recibió de Juan I de Castilla los lugares de Madrid, Ciudad Real y Andújar y los derechos que tenía en ellos el monarca. La historia de Melusina, narrada por Jean de Arras, librero del duque de Berry, tiene como objetivo último justificar los derechos del duque sobre el castillo de Lusignan y se inicia con el relato del encuentro entre el rey Elinas de Albión y el hada Presina, que accedió a casarse con el rey siempre que éste jurase que "si tenemos hijos no intentaréis verme durante el parto y mientras los críe". Hombre, al fin y al cabo, Elinas incumplió su promesa y Presina huyó del reino y se refugió con sus tres hijas Melusina, Melior y Palestina en la Isla Perdida, donde sus lágrimas recordaron durante años los tiempos felices de su matrimonio; juzgando culpable al padre, las hijas utilizaron sus poderes para encerrar a Elinas, para siempre, en la montaña de Brumbloremlión, en Northumberland. Lejos de agradecer el gesto, Presina lamentó la desgracia del marido y castigó a las hijas: "Melusina, te convertirás todos los sábados en serpiente del ombligo para abajo; si encuentras a un hombre que te quiera tomar por esposa, debe prometerte que no te verá ningún sábado, y si te descubre, que no lo revelará a nadie.

.." A Melior se le concede un castillo hermoso y rico en Gran Armenia; "en él custodiarás un gavilán hasta que vuelva el Alto Dueño. Todos los caballeros que vayan allá a velar la antevíspera, la víspera y el día veinticinco de junio, si no se duermen un instante, recibirán un regalo tuyo...; pero si piden tu cuerpo o tu amor, para casarse contigo o para cualquier otra unión natural, serán desgraciados hasta la novena generación y perderán sus riquezas..." Palestina, serás encerrada en la montaña de Canigón hasta que un caballero de tu estirpe llegue allí... y te libere". Melusina cumplió su destino, encontró un hombre con el que fue feliz hasta que el marido la vio un sábado mientras se bañaba: hasta el ombligo tenía forma de mujer y del ombligo para abajo era como la cola de una serpiente, "del grosor de un tonel donde se ponen arenques..." entonces Melusina saltó desde una de las ventanas de la habitación y lo hizo tan ligeramente como si volara y tuviese alas... Melusina, en forma de serpiente alada, se fue hacia Lusignan volando por el aire... como tal la presenta la leyenda, dedicada en su mayor parte a narrar la vida "humana" del hada, que actúa como cualquier esposa y madre de la nobleza europea del momento. Mientras duró su felicidad tuvo, entre otros hijos, a Urién y Guyón, valientes caballeros que acudieron a las cruzadas tras recibir los consejos de Melusina, coincidentes con lo que se espera y se recomienda a un caballero medieval: "Defended a nuestra santa Madre Iglesia, y sed verdaderos combatientes contra todos sus enemigos.

Ayudad a las viudas y a los huérfanos, honrad a todas las damas, auxiliad a las doncellas a las que se quiera desheredar injustamente..." Como premio a sus virtudes guerreras, Urién casará con la hija del rey de Chipre y Guyón con Florida, hija del rey de Armenia. Años más tarde, uno de los sucesores de Guyón supo que en la Gran Armenia había un castillo habitado por una bella dama dueña de un gavilán: a todo caballero de noble linaje que lo velaba durante tres días y tres noches sin dormir se le aparecía la dama, que le daba al caballero el don que pidiera, si eran bienes temporales y no deseaba pecar con su cuerpo o tocarla carnalmente. El rey veló la antevíspera, víspera y día de San Juan y cuando llegó el momento de pedir los bienes a los que se había hecho acreedor renunció a todo y sólo pidió acostarse con la dama-gavilán y recibió como respuesta la historia de su familia y una amenaza para el futuro: "Loco rey, tú desciendes del rey Guyón, hijo de Melusina, que era hermana mía... Sufrirás por tu atrevimiento. Tú y tus herederos perderéis poco a poco la tierra, el haber, el honor y la heredad, hasta que llegue el noveno sucesor legítimo, que por tu culpa perderá el reino que tú tienes. Este rey tendrá nombre de animal salvaje..." Aunque el relato pudo formar parte de la antigua leyenda, no sería extraña su invención por Juan de Arras, que tuvo ocasión de conocer o de oír hablar de León de Armenia, muerto en París en 1391, dos años antes de que se escribiera la historia de los señores de Lusignan, descendientes del hada Melusina y, lateralmente, de León V, del que hablan las crónicas castellanas por primera vez en 1380: prisionero del sultán turco, León pide ayuda a los reyes cristianos para que lo liberen del cautiverio, no tanto pagando el rescate cuanto suplicando al sultán, rico que no quiere oro y riquezas, y sólo pide joyas de las que no había en su tierra.

Los embajadores de León de Armenia pasaron por Castilla y Juan I los envió al sultán con gran cantidad de joyas oro y plata; embarcaron en Barcelona en una galera del rey de Aragón donde viajaba un caballero enviado por Pedro el Ceremonioso para pedir la libertad del rey de Armenia. Liberado, León acudió, primero, a Aviñón a postrarse ante el papa y pasó luego por Castilla para agradecer el interés de Juan I, que le dio, además de joyas y otros bienes el señorío de Madrid, Ciudad Real y Andújar. Así se cruzan mágica y caballerescamente las historias de Melusina y del rey madrileño presentado por Pero López de Ayala con las siguientes palabras: "Era de los reyes de Chipre, de un linaje muy alto que decían Lusiñano, e venía de Babilonia, do estoviera preso en poder del soldán, e se librara de la prisión por ruego del rey don Juan Castilla y del rey don Pedro de Aragón, cuyos mensajeros fueron juntos hasta Babilonia aunque "los mensajeros del rey de Aragón -apostilla López Ayala- no llevaban joyas para el soldán, salvo cartas de ruego", suficientes para que recuperase la libertad el último heredero de Guyón, hijo del hada Melusina.

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