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Datos principales


Rango

Reconquista

Desarrollo


Los datos disponibles para reconstruir la panoplia y vestimenta de los guerreros durante la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media son, en la Península ibérica, extremadamente escasos. Sólo a partir de mediados del s. XI, esto es, más o menos en la época del Cid Campeador, comenzamos a contar con algunos datos que permiten reconstrucciones tentativas. El guerrero cristiano de cierta posición podía costearse algunas piezas de última moda procedentes del norte de los Pirineos. Era normal portar una cota de malla relativamente corta, que en este periodo era todavía poco frecuente. El casco de hierro, tosco, es una evolución de modelos muy antiguos. El escudo en forma de cometa, también originario del ámbito franco, es una novedad en la Castilla en este periodo; con el tiempo irá creciendo mucho en tamaño. La espada de hoja recta, con guarda curva y pomo discoidal, es uno de los pocos tipos conocidos del s. XI. El guerrero musulmán podía proceder de una milicia campesina fronteriza. Era habitual llevar una túnica, sobre la que se ponía una protección de cuero, documentada en algunos beatos mozárabes. El turbante oculta un capacete sencillo de metal. El escudo circular pequeño será poco a poco desplazado por piezas mayores de forma variada. La lanza es un modelo común en el s. XI, con una cruceta en la base de la punta que la convierte en un instrumento también útil para la caza del jabalí. De todas formas, en este periodo el equipo militar de musulmanes y cristianos era, en la Península ibérica, muy similar: los soldados profesionales de Al-Andalus a menudo adoptaron elementos procedentes de Europa, como la cota de malla, y, a la inversa, muchos guerreros castellanos portaban espadas, escudos y otros elementos de origen islámico.

Desde el s. XII y hasta la caída de Granada, a fines del XV, las armas y la guerra en la Península ibérica mantuvieron peculiaridades distintivas, fundamentadas en la influencia norteafricana, a la que los reinos cristianos del Norte se mostraron permeables. Se emplearon tácticas más ligeras y menos basadas en la carga cerrada por parte de la caballería pesada, y, por tanto, tuvieron menor influencia las armas defensivas de placas de acero que se habían impuesto en el resto de la Europa central y occidental. Pese a ello, la influencia militar francesa -que se empezó a notar con fuerza en el s. XI- se mantuvo, en especial en la Corona de Aragón. Los ejércitos cristianos de la Península, sometidos pues a la doble influencia cristiana y musulmana, presentan rasgos de hibridación. En el s. XII se usa la caballería con lanza pesada y piernas estiradas en la silla, pero a la vez abunda el empleo de la ballesta. Las distintas formas de expedición militar, fonsado, hueste, apellido y anubda, implican actuaciones muy concretas que exigen medios y tiempos distintos. Las órdenes militares españolas, que disponían de algunas de las fuerzas más especializadas y eficaces con que contaban los reyes cristianos, jugaron un importante papel en las fronteras desde mediados del s. XII, frente al empuje almohade. Al tiempo, fue creciendo el papel de las milicias concejiles, cada vez mejor armadas. En el s. XIII, Fernando III y Alfonso X el Sabio propiciaron el empleo de una caballería pesada bien armada y protegida, incluyendo los últimos avances continentales, aunque los grandes yelmos y pesadas armaduras de placa nunca fueron tan populares como en Francia.

Los capacetes abiertos y las protecciones de cuero endurecido y acolchadas, así como las adargas de cuero en forma de riñón, fueron muy utilizados en los ss. XIII y XIV, y reflejan un tipo de guerra más fluido. Aunque ocasionalmente se emplearon armas de fuego, sobre todo en asedios, desde mediados del s. XIV hasta la época de la conquista de Granada, no se creó un tren de sitio real con artillería de hierro y bronce, además de cierta abundancia de armas de fuego individuales, combinadas con el armamento de asedio tradicional. En este ultimo avance tecnológico los cristianos de adelantaron decisivamente a sus enemigos musulmanes en el s. XV. Las penetraciones norteafricanas en Al-Andalus (almorávides en 1085 y almohades en 1146) introdujeron fuertes componentes norteafricanos en los ejércitos musulmanes desde fines del s. XI, incluyendo la existencia de fuertes contingentes de infantería formada en falange tras grandes escudos de piel, muro que servía de apoyo a caballería ligera -incluyendo tropas negras- y camellos. Sin embargo, la influencia cristiana se hacía sentir constantemente, debido a la necesidad de una mayor protección corporal. En muchos aspectos, los caballeros musulmanes del s. XIII eran idénticos a los cristianos, incluso en el armamento defensivo. El reino de Granada, aunque cada vez menor en extensión y recursos militares, mantuvo una estructura militar organizada y eficiente, incluyendo entre sus avances la elaboración de manuales de instrucción militar. El empleo de ballestas y armas arrojadizas era esencial en el reino nazarí y, desde principios del s. XIV, a causa del apoyo que le prestaban los reyes marroquíes, se produce una cierta reversión a modelos norteafricanos y orientales de armamento.

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