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Desde el punto de vista arqueológico las manifestaciones más importantes del arte aborigen australiano son, sin duda, sus grabados y, sobre todo, sus pinturas rupestres. La técnica moderna ha conseguido datar, cada vez con mayor precisión, muestras artísticas en todo el continente australiano, que se remontan al Pleistoceno, es decir, antes de la finalización de la última glaciación alpina. Según algunos expertos, parte de estas manifestaciones artísticas podrían remontarse, como poco, al 2000 a.C. Sin embargo, a escala internacional, son mucho más conocidas otras técnicas artísticas: las pinturas sobre corteza de árbol y la llamada dot-painting, lienzos pintados por los aborígenes del Desierto Central, con arcillas y con ocres naturales, o con pinturas acrílicas. En ambos casos, la facilidad de su transporte para ser exhibidos en exposiciones ha facilitado su compra por particulares, galerías y museos y, por tanto, su conocimiento en el mundo occidental. Australia es el continente más rico en arte rupestre y el segundo después de Europa en arte rupestre datado en nuestro Paleolítico histórico. En la Tierra de Arnhem se expresa, fundamentalmente, en dos estilos: uno muy antiguo, el que durante mucho tiempo se ha venido llamando estilo mimi, a base de figuras muy dinámicas, monocromas, de color rojizo. Los aborígenes atribuyen todas estas representaciones a los seres míticos de la época de la creación.

El término mimi es debido a que así se llaman estos seres ancestrales en la Tierra de Arnhem, uno de los lugares donde más abundantes son estas pinturas. El otro estilo es el llamado estilo de Rayos X, mediante el cual se trata de representar no sólo lo que se ve de una figura, sino también su anatomía interna. Las primeras manifestaciones de este segundo estilo aparecieron antes del cambio de era, pero los aborígenes no las atribuyen a los seres ancestrales, sino a sus antepasados reales, lejanos o próximos. Ellos mismos se expresan hoy día en este estilo. La pintura rupestre aparece en todo el continente, pero el mayor número de abrigos pintados se encuentran al norte de una línea que uniría las ciudades de Cairns y Dampier. Al NO, en la zona de los montes Kimberley, la mitología está relacionada con unos seres, los Wandjina, que llegaron del mar y habitaron estas tierras, dejando su imagen plasmada en las rocas: son figuras blancas, enormes, de cabeza redondeada y rostro sin boca, rodeadas de un halo, cuya semejanza con el de los santos cristianos, dio lugar, en su día, a teorías disparatadas. En el otro extremo, en la meseta de arenisca de Queensland, al sur del cabo York, donde se encuentran algunos de los abrigos más antiguos, son características las figuras Quinkan, que semejan demonios vigilantes y están relacionadas con ceremonias de iniciación. En los últimos 25 años, el arte de la región de Laura se ha convertido en sinónimo de arte Quinkan, y la zona se conoce como país Quinkan.

El nombre proviene de la palabra aborigen Gwinkgan y se refiere a unos determinados espíritus que habitan en los escarpes de este lugar. Se les considera espíritus malévolos, cuyas actividades se asocian a lugares oscuros y a la noche. La delgadez de su torso y de sus miembros les permite camuflarse entre los árboles y deslizarse entre los intersticios de las rocas. Sus rasgos físicos son parecidos a los de los espíritus mimi de la Tierra de Arnhem, y son como su contrapartida. Los hay machos y hembras, pero ambos parecen tener el mismo significado. Las hembras se identifican por los pechos, colocados uno a cada lado del torso, y parecen tener cabellos; los machos tienen pene, rara vez de tamaño exagerado. Se les representa de frente, con los brazos levantados. Tienen los lóbulos de sus orejas colgantes o llevan pendientes; los ojos son grandes y redondos, como corresponde a seres nocturnos. No suele representarse la nariz ni la boca. Hoy día, la mitología en torno a los Quinkan está muy pobremente documentada y sólo se conoce de manera fragmentaria, ya que en los momentos violentos de la colonización europea había muy poco interés etnográfico, y se produjo el desplazamiento de las comunidades aborígenes a reservas muy distantes. El mayor número de abrigos pintados se encuentra en la Tierra de Arnhem. Se llama así a los 80.000 kilómetros de reserva aborigen que se extiende al este de Darwin, y hasta el golfo de Carpentaria. Es el área de los espíritus mime.

Esta zona ha sido exhaustivamente estudiada por George Chaloupka, conservador del Museo de los Territorios del Norte, quien ha propuesto una secuencia cronológica y estilística de cuatro períodos, que se inicia a partir, al menos, del 20000 a.C. y llega hasta nuestros días. Estos períodos los denomina: pre-estuarino, estuarino, de agua dulce y de contacto. Los tres primeros deben su nombre a su relación con el proceso de formación del ecosistema del norte de Australia. El último se refiere al período que comenzó cuando los aborígenes se pusieron por primera vez en contacto con el mundo exterior, primero con los piratas y pescadores de conchas de Macassar, y luego con los europeos. El elemento más característico es la aparición de una nueva temática, hasta entonces ajena al mundo australiano: grandes barcos, hombres con sombreros y pistolas, jinetes a caballo y enanos enguantadas. En las pinturas más antiguas aparecen una serie de figuras humanas y de animales monocromas, de color rojo, en un estilo muy naturalista, que Chaloupka llama estilo dinámico. Forman escenas de caza, de lucha o de danza. Posteriormente, estas figuras se estilizan, dando lugar al estilo post-dinámico, y se simplifican cada vez más hasta volverse rígidas. El proceso termina con la aparición de un estilo simbólico, a base de figuras fitomorfas, compuestas de elementos humanos y vegetales. Hacia el 9000, coincidiendo con el final de la última glaciación alpina, y al igual que en otras zonas de la tierra, en Australia comienza un proceso de transformación de su ecosistema, que va a quedar reflejado en sus representaciones pictóricas.

Observamos cómo, a lo largo del proceso, el hombre va modificando sus armas según sus necesidades: el boomerang, que le había sido muy útil en la sabana, le resultó inútil en un entorno boscoso tropical y, desde entonces, en esta zona sólo se emplea como instrumento de percusión en las danzas ceremoniales. Comienza a aparecer también la iconografía del Nammarrgon u Hombre-Rayo, acompañado de una o varias hachas con las que hiende las nubes. Su presencia resulta muy natural en una región que quedó sometida a fuertes y aparatosas tormentas. También es muy frecuente el tema de la Serpiente Arco-Iris, criatura mítica relacionada con el agua y con el proceso creador. Se incorpora toda la fauna propia de cada zona, en la que abundan los peces, parte muy importante en la dieta aborigen. Desde comienzos del Holoceno, con el cambio climático y ambiental, junto con la presencia de una nueva fauna en las representaciones, surge, también, un nuevo estilo artístico. En lugar de las antiguas figuras monocromas, aparece el llamado estilo Rayos X que, como indica su nombre, implica la representación de la anatomía interna de un ser o de un objeto. Es el estilo australiano más conocido y, aunque se ha venido utilizando en muchas partes desde el Paleolítico Superior, en la Tierra de Arnhem es donde tiene su expresión más rica y continuada. El estilo Rayos X evoluciona desde representaciones muy simples, a otras, muy bellas y equilibradas, que se llaman clásicas y, por último, a un estilo extraordinariamente complejo.

Uno de los temas más antiguos son las manos en positivo, a las que aparecen superpuestos todos los estilos. En Australia, como en tantas otras culturas, las manos son una temática frecuente. Los aborígenes soplan el color directamente desde la boca para delimitar su silueta. En cuanto a suponerlas masculinas o femeninas, su tamaño o grado de estilización no deben inducirnos a error, ya que, como pudimos comprobar durante el I Congreso de Arte Rupestre Australiano, que se celebró en Darwin en 1988, si la mano se coloca a una altura incómoda para el individuo, o sobre una superficie muy rugosa, y tiene que esforzarse por ajustarla a las irregularidades de la roca, esto puede dar como resultado una mano corta y ancha, que supondríamos de un hombre; y por el contrario, si la mano apoya a una altura cómoda para el individuo y sobre una superficie lisa, su contorno resultará mucho más grácil y estilizado, lo que podría inducirnos a pensar que se trata de la mano de una mujer. Este es un dato muy a tener en cuenta en cualquier estudio antropológico, pues se ha venido suponiendo que el tamaño es lo que indica si unas determinadas manos son masculinas o femeninas. Las pinturas sobre corteza de árbol pinturas están realizadas con ocres naturales sobre la suave corteza interior de ciertas especies de eucaliptus, generalmente el Eucalyptus tetrodonta. La corteza se separa del tronco en la estación lluviosa, cuando está empapada de humedad y es muy dúctil. Se le quita la corteza rugosa externa y se seca lentamente.

Para que pierda la curvatura propia del tronco del árbol se la coloca al sol con grandes piedras encima. Se utilizan pigmentos minerales de color rojo, amarillo, ocre, blanco y negro, que se machacan sobre una piedra, añadiendo agua y aglutinante. Este era hasta hace poco natural, pero hoy día los aborígenes prefieren usar aglutinantes químicos, que aseguran una mayor duración de la pintura. Por referencias escritas, sabemos que esta técnica ya existía hace doscientos años. Es posible que sea más antigua, pero la fragilidad de su soporte ha impedido una conservación prolongada. Estas pinturas eran utilizadas en ciertas ceremonias y, sobre todo, como material didáctico. Mediante ellas se enseñaba a los miembros del clan todo aquello que debían saber sobre la mitología, el paisaje o su propio territorio de caza. Por eso cada uno tiene sus propios diseños y temas, que otros clanes no pueden apropiarse sin inferirles un serio agravio. Hoy día sólo se pintan cortezas en la Tierra de Arnhem. Apenas se utilizan ritualmente, pero tienen una gran aceptación comercial entre entendidos y turistas, con lo que sus precios se han disparado. Con cada corteza el pintor pasa una pequeña información sobre su contenido, siempre muy simple y directa, coma la que le daríamos a un niño. Pero su significado más profundo y su referencia real a símbolos sagrados, sólo la conocen los adultos iniciados y nunca pasan con la venta. Las pinturas aborígenes del Desierto central australiano tienen, por último, su mejor representación en el descomunal monolito de Ayers Rock.

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