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África

Desarrollo


El litoral del golfo de Guinea, que en sus costas norteñas baña distintos ámbitos del África occidental, se prolongará hacia el sur, a partir de los Estados de Ife y de Benin, el delta del Níger en plena Costa de los Esclavos, a partir del río Sanaga, y paulatinamente coincidiendo con el paralelo 10 se manifiesta en el frondoso bosque ecuatorial que habrá de constituir la sabana. En toda esta zona, ente los siglos XI y XVI habrán de surgir diversas hegemonías bajo la forma de reinos y jefaturas tribales, y muchas de las ya descritas anteriormente empezarían a abrirse a la historia a partir de las navegaciones portuguesas en la primera mitad del siglo XV, que han abierto el tráfico con Guinea y Sierra Leona. Muchos estudiosos portugueses han querido ver, en la región ecuatorial y en sus formaciones políticas, la clara influencia de los grupos bantuparlantes; no obstante se hace difícil imbricar conceptos lingüísticos con concepciones puramente antropológicas. Indudablemente el conocimiento histórico del África ecuatorial se encuentra mediatizado por el paisaje del ámbito repartido entre la sabana septentrional, donde numerosas poblaciones podrán organizarse en principados que a veces sólo comprenden una aldea. Estos principados surgen en virtud de lazos de sangre o de parentesco que aúnan poderes materiales y espirituales, asumiendo la gobernación de Estados ahora integrados por varias aldeas, y cuyo titular del poder ejecutivo se encuentra asistido por privados y órganos consultivos.

Aunque a veces habrá comunidades organizadas como corporaciones de linajes. La realidad del bosque es un obstáculo para la humanización del paisaje. No obstante, se sabe de rutas que,siguiendo los cursos de los ríos Sangha y Ubangui, llegarán hasta el Congo, hasta el lago Malebo. Se sabe incluso de rutas que desde la desembocadura del Sanaga permitirían bordear la costa. A través de todas estas rutas se difundió la metalurgia del hierro, casi siempre merced a las emigraciones de pueblos bantuparlantes, que impusieron, en la misma selva, elementales organizaciones políticas en las que el nkumu o jefe, era asistido por un consejo de ancianos, a la vez que la actividad económica se concentraba en el cultivo del sorgo, caza, recolección y pesca. Pese a las lagunas existentes puede decirse que en el Zaire oriental, al sur de Manieba, surgen estructuras políticas integradoras que posibilitan la construcción de principados o reinos. Los mismos quizá con los que irán tomando contacto los lusitanos en su navegación hacia el sur, con sus descubrimientos sucesivos de la que denominarán Costa de los Camarones y diversas islas -Fernando Poo, Príncipe Santo Tomás, etc.- hasta llegar frente al Gabón y a la desembocadura del río Zaire -Congo-, permitiéndoles conocer a poblaciones costeras de economía agricultora y pesquera como los bubis, asentados en Bioko, que con el tiempo pasarían a ser vasallos del rey de España, y a los que los especialistas hispanos habrán de dedicarse pormenorizadamente.

Por otro lado, las investigaciones actuales parecen demostrar que en el siglo XV y en los territorios en que van configurándose las culturas de Sangha y Katoto, la fusión de diversas familias hizo posible la creación del reino Luba. Según la tradición, su creador fue Kongolo, que estableció la capital de su Estado cerca de Kalongo. Por su parte, otra población, la de los Tunda, establecida entre el alto Kwango y el alto Kasai, fundarían otra monarquía sobre la base del llamado parentesco perpetuo, y que daría lugar en el siglo XVI a una gran confederación tribal bajo el mando de Mwata Mwaq. Desde mediados del siglo XIV, se iría formando a su vez y en el curso inferior del Congo, una gran hegemonía política que dará lugar al reino del Congo, nacido de la integración de un grupo de conquistadores, que llegan a Mbanza Kongo, con los autóctonos Ambudo. Este reino llegará a alcanzar una gran extensión, abarcando desde el bajo Congo hasta el río Kwanza al sur, el Kwango al este y el litoral atlántico al oeste, amén de diversos reinos vasallos. Su soberano, cuyo poder tenía carácter sagrado era llamado Nnzambi bungu, espíritu superior. Presentaba siempre como atributos un aparatoso tocado, un tambor y el saco de los impuestos; sus apariciones las hacía en medio de un gran boato. En 1482, el avance portugués permitiría llegar a Diogo Cao a la desembocadura del Congo. Sin embargo, habrá de esperar hasta un segundo viaje para conocer el reino de Manicongo, con el que establece los primeros contactos y logra que el monarca Nzinga Nkuv, remita una embajada al soberano Juan II a Lisboa.

El jefe de la legación kuska recibirá las aguas del bautismo y el nombre de Joao da Silva. Al regresar, en 1491, los lusitanos al reino del Manicongo, serían recibidos con grandes muestras de alegría, y se entablarían relaciones amistosas entre los portugueses y congoleños. El propio monarca será bautizado, más que por convicción, por deferencia hacia los misioneros. No obstante, pronto volvería a la religión tradicional basada en el animismo. La presencia lusitana dará lugar a una división de pareceres en el reino, más tras la crisis que tiene lugar a raíz de la sucesión al trono, por la que luchan los dos hijos del rey Mpanzu, defensor del culto tradicional, y Alfonso, que aboga por la implantación del cristianismo. Este último, a raíz de vencer a su hermano en 1506, sube al trono e inaugura un nuevo período en la historia del país, dado que la sucesión no se basa en el derecho hereditario, sino que podían aspirar a la misma los hijos o sobrinos del rey, en virtud de normas matrilineales. Tras ser elegido el rey, su gobierno era mediatizado por diversos consejos de notables y la administración del Estado corría a cargo de funcionarios retribuidos. En realidad, se seguía una especie de modelo federativo, asumiendo la capitalidad del reino la ciudad de Mbanza, que se hallaba amurallada y en la que confluían las rutas comerciales ya de la costa, ya del interior. Al sur de la ciudad, se abría una gran plaza en la que el Rey impartía justicia utilizando ordalías, y la población recibía la bendición de su soberano, cuyo poder se fundaba en el de un ejército que sobrepasaba los 200.

000 guerreros, integrado mayormente por una infantería pertrechada con arcos y flechas envenenadas y se protegían corazas de piel de elefante y rinoceronte. Los prisioneros de guerra, los delincuentes y los deudores insolventes eran reducidos o condenados a la esclavitud. Entre las actividades económicas alcanzó gran importancia el tráfico de manufacturas de hierro, alfarería, cestería, marfil, joyas de cobre y la sal. Se utilizaban como moneda corriente los cauri o conchas -nzimbu-, que venían a ser un monopolio real, explotado en la isla de Luanda. La penetración portuguesa y el programa de cristianización no se consolidarían hasta la dinastía del monarca converso Alfonso I, bien entrado el siglo XVIII. La capital, Mbanza, será rebautizada con el nombre de San Salvador. Todo esto trajo consigo una administración a la portuguesa, que se perpetuó hasta que Diego entra en conflicto -1527- con un grupo de religiosos de la Compañía de Jesús, a los que termina por expulsar. Labróse con ello su propia ruina, pues acto seguido el Congo inicia una decadencia política imparable, agravada por la fusión de los reinos de Portugal y España en la persona de Felipe II y el incremento del comercio esclavista con destino al Nuevo Mundo. La suerte del Congo está echada, aunque sus soberanos puedan seguir hasta el pasado siglo. Tras la Conferencia de Berlín (1885), verán anexionado su reino, más o menos teórico, a Angola (el país de Ngola), de población jagga, que en el siglo XVII pasaría a ser vasallo del reino portugués.

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