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África

Desarrollo


Coetáneamente a la grandeza y decadencia que fueron conociendo los distintos Imperios que florecieron en el Sudán nigeriano, desde antes de la recepción del Islam -Ghana, Mali y el Imperio Songhai-, quizá haya que recordar, al elaborar la historia del ámbito, a diversos reyes más o menos nombrados o rememorados por viejas tradiciones orales que conocieron cierta prosperidad y fama. Así, está un reino Sussu, descendiente de los Sarakolé expulsados de Ghana, tras la expansión almorávide y que encontraron refugio en el sur, en territorio Kaniaga. Así está también Sumanguru, el último de los reyes Sussu, que impuso hacia 1230 su autoridad durante algún tiempo sobre el territorio del antiguo Ghana y pudo liquidar la dinastía de los príncipes de Mah, con excepción del tullido Sundiata que, más tarde, lograría cumplir la venganza. Sabemos que tras la muerte de Sumanguru, el reino Sussu quedaría incorporado a Mali. No obstante, la dinastía derrocada continuaría luchando durante algún tiempo en Fixta Toro. En realidad, ello pone en evidencia un hecho que es corriente en el África de la Edad de Hierro: que la autoridad de un soberano se imponga en función de su propia personalidad, más que de su dinastía. Un Estado del Senegal, el Tekrur, conoció diversas dinastías. Le cuentan hasta siete a partir del 850. La primera encabezada por un personaje beréber, se asimiló muy pronto al país.

Sin embargo, la cuenca del Senegal, a caballo entre dos complejos étnicos, el negro y el blanco, y alejada de las grandes corrientes comerciales e incluso de las emigraciones históricas, hubo de servir de base y refugio al Islam. Así ocurrió con la expansión almorávide. A su vez, al sur del Níger, en la cuenca alta del río Volta, los Mossi constituyeron una casta guerrera, una supraestructura caballeresca llegada del este hacia el siglo XI; fundaron una serie de principados entre el Níger y las sierras togoleñas, entre los que destacan el de Mogho Naba de Uagadugu, el de los Dagomba, al norte del Togo; los Gurma y otros, cuya entidad histórica viene desvelándose en los últimos años. A finales del siglo XVI, tras la decadencia songhai, alcanzan relevancia los Bámbara, agricultores descendientes tal vez de un grupo de caballeros peules que, a inicios del siglo XVII, logran crear a orillas del Níger dos reinos-Estados: el de la orilla derecha, los Bámbaras de Segou, y los de la izquierda, los Bámbaras de Kaarta, continuamente rivales y competitivos, hasta el punto de que las leyendas tribales remontan su origen a dos hermanos peleados. Hoy el estudio de los Bámbara, no sólo de sus soluciones socio-políticas, sino asimismo de su animología, presenta ante el historiador contemporáneo la singularidad de una anarquía rural de un tipo semejante a otras que irán logrando cierta entidad en todo el continente negro y que, a la larga, fomentaron la penetración colonialista de Europa a partir del siglo XVII.

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