Compartir


Datos principales


Rango

América

Desarrollo


Chavín de Huantar se emplaza en el Callejón de los Conchucos, en una pequeña terraza aluvial que deja la confluencia del río Mosna con el Wachecsa, ocupando un área aproximada de unos 2.000 m2 levantada a 3.180 m. de altitud. El mencionado Callejón está separado del Pacífico por dos cadenas montañosas, denominadas Blanca y Negra, y de la Amazonía por otras dos, que se llaman Central y Oriental, colocándose en un punto medular de conexión este-oeste y norte-sur. Los orígenes de la ocupación de Chavín de Huantar no están muy claros, aunque sus primeros ocupantes bien pudieran ser remanentes Kotosh y de otros sitios Mito, dedicados a la agricultura y que pudieron llegar al sitio hacia el 1.400 a.C. Sin embargo, los inicios de la arquitectura pública coinciden con una aportación cultural de las poblaciones de la costa: en efecto, el Templo Viejo, situado en el norte de la terraza, presenta un plano en U con el extremo abierto orientado hacia el este, una planificación que curiosamente se estaba perdiendo en algunos sitios costeros como Cardal, Mina Perdida y Canchay. En el espacio central que dejó su forma en U se colocó una plaza circular rehundida, resultado de la asimilación de las tradiciones de la costa y de la sierra. Sobre este templo antiguo se colocó otro, denominado Templo Nuevo, que rompió parcialmente el plano en U. Estos dos edificios constituyen los espacios públicos del centro, y se rodean de plazas y platafórmas con otras construcciones secundarias.

Desgraciadamente, desconocemos la naturaleza de las edificaciones domésticas de Chavín, aunque las evidencias cerámicas encontradas en el centro y la periferia indican que no existen grandes contrastes entre ambas. En cualquier caso, esta población de apoyo no debió ser numerosa. Lumbreras ha definido el yacimiento como un centro pequeño pero de gran significación religiosa, de vital importancia arquitectónica y escultórica para las culturas de la sierra; ocupado por unos pocos sacerdotes y sus auxiliares de servicio, y un volumen muy importante de peregrinos que llegaban al lugar en busca de oráculos y llevaron ofrendas de muy diverso tipo. En buena medida esta función de oráculo fue definida por el gran desarrollo que tuvo la escultura monumental en el centro, la cual estuvo preferentemente asociada a la arquitectura. Cornisas, dinteles, frisos, paneles, columnas y obeliscos, tallados en relieve y en bulto redondo, recogen el panteón Chavín. Este panteón identificaba una religión que tenía como fundamento las representaciones del mundo animal circundante o que habían sido integradas de otras regiones por el culto Chavín. De ahí que las tallas contengan seres zooantropomorfos abstractos, donde las figuras fundamentales son el hombre y el felino de grandes fauces y terribles colmillos, pero también águilas, serpientes, halcones, caimanes, peces y aves, junto a motivos vegetales como yuca, lagenaria, achira y ají. Con todo, el motivo fundamental, el que más se expandió por los Andes Centro-Sur, fue el Dios de los Bastones y el Dios Sonriente, que junto a los anteriores formaron el núcleo de la religión Chavín, y se expandieron por todo el territorio central andino.

Estos se han encontrado en más de 200 tallas localizadas en el sitio, y de las cuales las más conocidas resultan el Lanzón, el Obelisco Tello y la Estela Raimondi. La gran cantidad de diseños que proceden de un medio ambiente de bosque tropical llevaron a algunos investigadores, como Lathrap, a pensar que la cultura Chavín procede de la selva y, en cualquier caso, significa una clara aportación de las tradiciones del bosque tropical húmedo amazónico al desarrollo central andino. Esta escultura, que no se distribuyó grandemente por la zona central, y la cerámica -gris y negra- decorada con incisión y relieve, operan mediante metáforas, a partir de símbolos convencionales complejos que sustituyen a los motivos que intentan representar. En definitiva, son diseños y combinaciones que pueden tener sus antecedentes en el arte textil, que en Chavín fue muy preciado por los sacerdotes. La iconografía Chavín es fiel reflejo de una ideología religiosa que se expandió por el norte y el centro del Perú, y fue trasladada a textiles, cerámica, objetos de metal, madera y hueso y comercializada a amplios territorios de los Andes Centrales, produciendo el primer momento de integración cultural a gran escala en el área. En definitiva, y como sostiene Lumbreras, Chavín no es la capital de un gran estado que somete a un territorio, ni tampoco es un foco civilizador originario; es el resultado de un largo proceso de neolitización en los Andes Centrales donde convergen los logros tecnológicos, económicos y sociales de la costa, la sierra y la selva.

Es un gran oráculo que tuvo tal vez fines astronómicos de inmediata aplicación a la agricultura. Como tal no fue el único, aunque sí el que más prestigio tuvo en esa época. Otros como Pachacamac y Pariacasa integrarían sus regiones circundantes; pero sí fue el que más consíguió expandirse por los Andes Centrales, de ahí que pudiera desarrollar un estilo que fue la expresión simbólica de una ideología religiosa. El centro inicia una lenta decadencia hacia el 450 a.C., tal vez como consecuencia del florecimiento de otras culturas de carácter urbano en todas aquellas zonas de su antigua influencia. Cuando culmina su decadencia, hacia el 200 a.C., se inicia una nueva etapa definida por el regionalismo cultural que caracteriza lo que algunos autores han denominado el período Clásico de las culturas andinas.

Obras relacionadas


Contenidos relacionados