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Puede afirmarse con seguridad que del pueblo azteca sólo tenemos certeza histórica de los hechos de un siglo antes de la llegada de Cortés y sus hombres a las costas del golfo en donde hoy está situada Veracruz. Todo lo anterior se debate entre las nieblas del mito y las certezas objetivas de la arqueología. Parece como si los pueblos del Anahuac (el lugar donde hay agua = lagunas) se empeñaran voluntariamente en cruzar las pistas que ha de seguir el investigador para averiguar de dónde vinieron, por dónde entraron y cuándo sucedió todo esto. Mezclan su propia historia de tribu con la de los otros pueblos con ellos emparentados lingüísticamente. Ellos se llamaron a sí mismos nahua, porque hablaban el nahuatl, pero cuando narran su propia historia se dan varios nombres, siendo el principal el de mexica, como pueblo, o el de azteca "hombres de Aztlán", lugar o provincia a la que pertenecieron cuando eran parte del Imperio tolteca y como estirpe los tenochcas o seguidores del caudillo Tenoch. Pero también narran que en un tiempo fueron chichimecas o pueblos cazadores, lo que hace referencia a su etapa de emigrantes. También se dieron el nombre -pero por presunción de pertenecer a una estirpe ennoblecida- de culhúas, haciendo referencia, como se verá, a Culhuacán. De esta intrincada maraña de nombres, que hacen memoria de etapas de su peregrinar y establecimiento, no se podría salir sin la esclarecedora ayuda de la lingüística.

Veamos cómo. Los lingüistas no son historiadores, sino que éstos sacan sus conclusiones de las informaciones que aquéllos les dan. Los lingüistas han establecido, después del estudio minucioso de todos los dialectos e idiomas desde México hacia el norte, que la lengua nahua tiene parentesco con indígenas muy septentrionales, estableciendo así la gran familia yute-azteca, integrada por gran número de lenguas. Los ute o payute estaban situados en la zona del gran Lago Salado, junto al desierto de Utah. Grupos emigrantes de esta zona se fueron desplazando hacia el suroeste, para emprender luego la ruta suroeste-sur-este, dejando grupos de dialectos emparentados. Emigración lenta, de siglos, en que van cazando o aprendiendo rudimentariamente prácticas agrícolas, pero sin perder las lenguas originales, más o menos diversificadas en dialectos. Hay, pues, un flujo, quizá desde el siglo VIII de la era cristiana, de pueblos que buscan zonas más benignas. En este estado emigratorio todos son chichimecas, cazadores y depredadores. La derivación general hacia el sur produce diversas oleadas, la más importante antes de los atzecas es la que después se denominará tolteca, no por su procedencia, sino porque fundan la ciudad de Tollan, desde la cual, levantando templos a su dios Quetzalcoatl ("serpiente emplumada" o "de plumas"), unifican todas las tierras, desde el actual norte de México hasta la zona central de las múltiples lagunas, o Anahuac).

Pero estas primeras oleadas ya eran nahuas y el hecho de que se den diversos nombres a cada una de las tribus emigrantes no quita que todos fueran étnicamente hermanos y hablaran una misma lengua, o dialectos derivados de ella. Esto explica que las tradiciones emigratorias, que luego los aztecas atribuyen a ellos solos, sean en realidad comunes a todos los invasores o bárbaros del norte. El origen, pues, de los aztecas está íntimamente ligado con el de las emigraciones de pueblos nahua y vecinos desde las sequedades del desierto de Utah hasta la meseta y valle de México. El que los aztecas llegaran a ser un pueblo importante, una verdadera nación y un imperio, dificulta discriminar qué es lo que corresponde concretamente a ellos. Lo dificulta porque para servir -ante los propios miembros de la comunidad- a la gloria del Imperio, los sacerdotes, que impartirían sus enseñanzas en los calmecaque, o escuelas, y redactaban los libros pictográficos, incorporaron todas las tradiciones comunes exclusivamente a su aventura nacional. Pese a ello, los investigadores han podido ir reconstruyendo las líneas generales de su historia. Dos puntos esenciales tiene el relato de la emigración hasta su llegada al valle de México: Chicomoztoc y Aztlán. El primero como punto de partida y el segundo como lugar de donde toman el nombre de azteca (Az (tlan) tecatl = hombre de Aztlan, perdiendo el tlan al añadirle la terminación patronímica) y toman contacto con agricultores, aprendiendo a trabajar la tierra.

Precisar cronológicamente todos estos datos creemos, sinceramente, que será casi imposible, pero no así establecer una muy probable interpretación. Bandas vagantes de cazadores van derivando desde los desiertos nórdicos hacia el suroeste, y llegan a la región de acantilados rocosos de Nuevo México y, a semejanza de otros pueblos pariente suyos, se instalan en cuevas viviendo una existencia troglodítica, que deja huella en su memoria tribal: siete u ocho grupos -tribus- con diversos nombres según las varias tradiciones (Acolhuas, Culhúas, Chalcas, Tepanecas, Tletepozcas, Talhuicas), que seguramente responden a sus patronímicos posteriores, se asientan allí, e inician nuevas aventuras hacia el sur-este. Estas siete cuevas son siete bocas, y de ahí la denominación de Chicome (siete) oztoc (bocas). Año probable de esta aparición de bandas cazadoras en esta región, el 1168, si hacemos caso a la cronología de las fuentes indígenas recogidas por los españoles. Pero les han precedido otros nahua (los toltecas), que habían absorbido toda la sabiduría agrícola de las poblaciones establecidas desde casi los comienzos de la era cristiana en la meseta de México -los teotihuacanos y otros pueblos- y organizado una dominación total sobre tribus y aldeas de muy diverso origen, incluidos los indígenas anteriores. Parece, según la opinión muy respetable de Paul Kirchhoff, que algunos de los nuevos invasores pudieron ser dominados por los toltecas y se asentaron en diversos lugares.

Entre ellos, los que luego se llamarían azteca. Se colocaron, como pueblo belicoso, en el centro de una laguna, en un islote central. Este lugar fue Aztlán, de donde toman nombre, como se ha dicho. La idea de Krickeberg y otros de que Aztlán no existió nunca y que era proyección hacia el pasado de la situación insular de la insular México-Tenochtitlan en medio de la laguna de Texcoco, resulta falsa ante esta acertada hipótesis. Cuando Tollan, la capital del Imperio tolteca, cae ante el empuje de los nuevos chichimecas o tribus bárbaras del norte, los habitantes de Aztlán se suman a ellos y entran en el valle de México hacia 1215. Aquí comienza la historia de los mexicas en la tierra a la que iban a dar nombre.

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