Los judíos en la Edad Moderna y Contemporánea

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Durante la Edad moderna, las tensiones y conflictos provocaron el desplazamiento de numerosos judíos a Europa oriental, en busca de una situación menos precaria. No obstante, la persecución y presión hacia los judíos fue en aumento prácticamente en todas partes. Una de las respuestas del judaísmo fue refugiarse en el misticismo y la especulación mesiánica, buscando una salida y una esperanza a una situación desesperada en el mundo terrenal. En este contexto hay que situar el surgimiento de algunos falsos mesías, siendo el más famoso el turco Shabbetai Zvi de Esmirna (1626-76). La Ilustración, con su descomunal esfuerzo por imponer la razón sobre la fe y las creencias, produjo un fuerte impacto tanto en el mundo judío como en el cristiano. Por vez primera les fue concedido a los judíos en muchos países el acceso a una igualdad de derechos civiles. En este proceso de emancipación tuvo un gran papel el propio proceso de apertura que experimentó el mundo judío gracias, especialmente, a la labor del filósofo Mendelsohn. Éste se dio cuenta de que la tradicional persecución que sufrían el judaísmo y los judíos debería ser combatida desde el aperturismo de la propia comunidad hebrea, superando la visión cerrada, de ghetto que, decía, no viene sólo impuesta desde fuera, sino también desde dentro. Mendelsohn tradujo el Pentateuco al alemán y le añadió un comentario y una puesta al día.

La traducción al alemán tenía una repercusión de hondo calado: suponía romper con el yiddish, la jerga propia de los judíos centroeuropeos, un factor de apartamiento. Además, el comentario hebreo suponía llevar a las masas una visión más moderna de los escritos antiguos. Por último, Mendelsohn trató de poner en armonía el judaísmo con el nuevo papel otorgado a la razón. En la práctica, las ideas de Mendelsohn se plasmaron en el uso del alemán en vez del yiddish en las escuelas, así como en la entrada en éstas de disciplinas profanas. Otro gran acontecimiento que jugó en favor de la emancipación judía fue la Revolución Francesa, con su defensa de los derechos humanos y el deseo de renovación y alejamiento de las cerradas estructuras medievales y de la Edad Moderna. Hijo de la Revolución, Napoleón impuso en todos los países conquistados la condición de la libertad judía, lo que convertía en una realidad jurídica el ideal expresado por la Ilustración. Sin embargo, el camino distaba mucho de estar exento de dificultades, tanto dentro como fuera del mundo judío. La emancipación produjo en el seno del judaísmo una fuerte escisión interna, surgiendo el movimiento liberal, el movimiento reformado y la ortodoxia. Tampoco fueron menores los problemas que generó la nueva situación en el resto de la población no judía y en sus gobierno. El auge de los nacionalismos, con su defensa generalmente acrítica de las "esencias nacionales", la búsqueda de la uniformidad y el consiguiente rechazo a los elementos extraños a su propia tradición histórica hacen que lo judío sea visto con recelo y animadversión.

El nuevo papel otorgado a los judíos despreciado por el grueso de las poblaciones, especialmente sus progresos en materia económica, política o cultural. De alguna forma la emancipación judía, como reconocería el mismo Theodor Herzl, había traído consigo un nuevo antisemitismo, de fondo social o nacional. El antisemitismo, el odio hacia todo lo judío, comienza incluso a ser justificado con argumentos presuntamente científicos, utilizando la biología. Wilhelm Marr, creador del concepto, un agitador político alemán, redefinió el sentimiento de odio hacia los judíos en términos raciales, ya no sólo religiosos. Gobineau postulaba que los judíos eran miembros de una raza inferior, posición similar a la defendida por Dühring. Desgraciadamente, los escritos de filósofos, científicos y pensadores son el reflejo de un sentir general, su punta de lanza. Frente a estas posturas el mundo judío encuentra respuesta en la búsqueda de las esencias, afirmándose en el nacionalismo. Herzl, Pinsker o Hess opinan que el problema judío es un problema como nación, defendiendo la creación de un centro nacional judío Pinsker postula que los judíos deben tener su propio territorio, no necesariamente en Palestina, proponiendo países o regiones como Turquía o América. Al movimiento nacionalista judío que defiende la creación de un estado hebreo lo bautiza Natán Birnbaum con el nombre de sionismo, pues pretendía la reconstrucción del futuro estado judío en Sión, es decir, el monte santo de Jerusalén.

Entretanto, el nuevo antisemitismo basado en las ideas raciales tiene su máxima y más desgraciada expresión en la Europa de la primera mitad del siglo XX y, más concretamente, en la Alemania nazi. El régimen de terror instaurado por Hitler (1933-45) y sus numerosos seguidores fue el responsable de una tragedia sin precedentes en la Historia de la Humanidad, por su carácter programado y calculado. Durante el llamado Holocausto (1941-45), nombre dado al exterminio masivo, indiscriminado y sistemático de la población judía llevado a cabo en la Alemania nazi, fueron asesinados dos tercios de los judíos europeos, es decir, una tercera parte de la población judía mundial. En 1945 sin duda la cuestión judía había llegado a su punto álgido. La aspiración a poseer un patria judía ya había venido cristalizando desde hacía tiempo. Los dirigentes sionistas ya habían venido actuando desde primeros del siglo XX en un doble sentido: por un lado, favoreciendo una emigración masiva a Palestina; por otro, presionando en medios diplomáticos para ganarse el favor de la comunidad de naciones. En este sentido, el mayor éxito se consiguió con la llamada declaración Balfour, en la que el secretario de estado Británico de Asuntos Exteriores, Balfour, propugnaba el establecimiento (1917) en Palestina del pueblo judío. Los esfuerzos sionistas de crear un estado judío en Palestina contaron desde el principio con la oposición de los países árabes y, en menor medida, dada su debilidad, de Turquía, de hecho potencia dominante de la Palestina en aquel momento.

Por el contrario, Gran Bretaña, desde su asentamiento como potencia mandataria en Palestina, favorecerá la llegada de emigrantes si bien más tarde, constatando la oposición árabe y jugando en beneficio propio, pondrá numerosas trabas al establecimiento de judíos en Palestina. El asentamiento hebreo en Palestina provocará desde el primer momento la reacción contraria de los países árabes. Las relaciones entre las dos comunidades religiosas serán de total enfrentamiento, en especial en los momentos puntuales en que la llegada de nuevos emigrantes judíos es mayor. La conflictividad de la zona dará lugar a la creación de una comisión especial de Naciones Unidas para estudiar una solución. Esta comisión dictaminará, el 29 de noviembre de 1947, la partición de Palestina y la creación de un estado judío al lado de otro árabe. Finalmente, el 14 de mayo de 1948, Ben Gurión, en nombre del Consejo Nacional judío, proclamará la creación del estado de Israel, el mismo día en que el comisario británico abandonaba Haifa. Apenas unas horas después, tropas árabes invadían Palestina, dando comienzo la primera guerra árabe-israelí. La solución al problema judío había provocado el surgimiento del problema palestino. A partir de entonces Palestina se convertirá en uno de los mayores focos de tensión del mundo actual, un problema todavía en busca de solución.

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