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Datos principales


Rango

Roma

Desarrollo


La introducción del alfabeto en Roma se produce en tiempos de la monarquía gracias a los griegos de la Italia meridional. Desde ese momento podemos hablar de la existencia de una literatura primitiva, aunque no tengamos testimonios. Quizá los primeros restos escritos sean las anotaciones sagradas, los anales, los elogios o la literatura diplomática y legal de la que Roma cuenta con un amplio número de ejemplos -las XII Tablas o diferentes tratados-. Entre los primeros literatos encontramos a Apio Claudio, primer historiador romano que dio forma literaria a sus discursos. También es el autor de un tratado jurídico, de una serie de versos con cierto aire pedagógico y elaboró una reforma ortográfica que implicó el cambio de la letra "s" por la "r". En la época de las grandes conquistas se manifiesta en la literatura romana -y en el conjunto de la vida- la influencia griega, motivada por el estrecho contacto de Roma con las ciudades helénicas a través de relaciones militares, económicas o diplomáticas. Los saqueos de ciudades como Siracusa y Corinto llenaron las calles y las casas romanas de arte griego, al tiempo que un buen número de griegos llegaron a Roma como esclavos o diplomáticos. La elite cultural griega desembarcó en la península Itálica para formar a una amplia generación de hombres y mujeres romanos. Esta helenización se manifiesta con fuerza desde el siglo II a.

C., cuando la mayoría de la aristocracia romana hablaba en griego. Esta influencia cultural motivará la diferenciación de los géneros literarios. El primer poeta romano es Livio Andrónico (284-204 a.C.), griego de Tarento que fue hecho esclavo hasta su liberación por su amo, quien le dio el nombre de su estirpe. Dedicado a la enseñanza, ante la falta de libros para enseñar el latín decidió traducir la "Odisea", convirtiéndose en el principal texto escolar hasta la época de Augusto. Con motivo de los ludi Romani del año 240 a.C. Andrónico escribió una tragedia y una comedia, introduciendo el teatro griego en Roma. Su fuente de inspiración serían Eurípides y Meandro, aunque los versos de Andrónico no dejen de ser bastante malos, según la crítica. En el año 207 a.C. el Estado le encargó un himno en honor de Juno que sigue la línea de las piezas teatrales. La importancia de Andrónico radica en que estableció las bases para el desarrollo de una literatura romana original. Entre sus principales representantes encontramos a Cneo Nevio (270-200 a.C.) adaptador de tragedias y comedias griegas y creador del drama histórico romano -praetexta- y de las primeras comedias, basadas aún en las griegas. Quinto Ennio manifiesta una importante influencia griega, como se aprecia en las reformas en la métrica que realizó, introduciendo el hexámetro griego. Ennio escribió adaptaciones de comedias griegas y sus tragedias están inspiradas directamente en Eurípides, siendo muy apreciadas por la sociedad culta.

También se dedicó a la sátira a través de las fábulas, leyendas o parodias. Plauto (hacia 254-184 a.C.) será el creador de la comedia romana. Entre su dilatada producción -la leyenda le atribuye más de 130 obras- se han conservado 20 comedias completas, en las que adapta el modelo extranjero a las condiciones específicas de la vida romana, apareciendo personajes característicos como la brillante cortesana, el hábil ladrón o el locuaz cocinero. Su lenguaje es muy rico, introduciendo elementos populares -incluso insultos- al habla culta para otorgar así ciertas dosis de humorismo a sus obras, lo que le convierte en uno de los más importantes dramaturgos de la antigüedad. Terencio (195-159) nos ha dejado sólo seis obras, en las que adapta la comedia griega de una manera muy sutil, con un idioma elegante, personajes más estudiados y psicologías matizadas, alejándose de la chabacanería de Plauto. La gran prosa de la época de las conquistas está encabezada por Catón, autor de innumerables discursos de los que nos han llegado fragmentos de unos 80. Sus obras están caracterizadas por su agudeza, imaginación y expresividad, recurriendo a dichos populares para acercar el discurso al pueblo. También conservamos íntegramente "De agricultura", trabajo en el que Catón hace referencia a la economía agrícola, la vida doméstica, recetas medicinales o preparación de comidas.

Aunque pueda resultar paradójico, la cultura romana alcanzará su máximo esplendor en la época de las guerras civiles y en el principado de Augusto. La encendida defensa de las ideas de cada uno de los grupos políticos llevará al desarrollo de la oratoria, donde los Gracos alcanzarán un elevado grado. Tras ellos encontramos a Lucio L. Craso (140-91), quien tuvo la oportunidad de recibir formación de los grandes oradores atenienses, brindando su oratoria a la causa senatorial. Hortensio (114-50) recogió su testigo hasta que fue superado por Cicerón, momento en el que la oratoria romana alcanza su apogeo. Los maestros romanos y atenienses formaron a este genio de la palabra, de amplio vocabulario en el que incluía metáforas, parangones o sinónimos, utilizando la ironía e incluso la violencia dialéctica como ningún otro. Si durante el siglo II a.C. encontramos las primeras muestras de poesía satírica; será en los últimos años de esa centuria cuando dé sus mejores frutos Cayo Lucilio (180-100), testigo de la decadencia de su ciudad, que fue recogida en una treintena de libros satíricos de los que nos quedan unos 80 fragmentos. En ellos se aprecia el empleo de un lenguaje fácil, popular, que permitió una mayor difusión de sus escritos. La lírica se va a desarrollar en Roma en el siglo I a.C. cuando un grupo de jóvenes pondrá empeño en reformar la lengua lírica latina, adaptándose a la métrica griega.

El más importante de este grupo será Cátulo (87-54 a.C.) en cuya obra podemos encontrar obras cargadas de sentimiento con versos eruditos o poemas políticos. Sus versos amorosos están dedicados a Clodia, por la que sentía un atormentado y ardiente amor, narrando las diferentes etapas de su pasión. El teatro alcanzó su máximo esplendor en época de los Graco, momento heroico que bien recoge Lucio Acio (170-85 a.C.) en sus numerosas tragedias, en las que imitaba a los griegos Esquilo y Sófocles. El testigo de la tragedia fue recogido por la comedia llamada "atelana" o "mimo", donde se ofrecían más posibilidades para el autor y el actor, participando incluso mujeres en los papeles femeninos, algo del todo inusual. La vida cotidiana era el tema preferido de estas obras, aunque también encontramos asuntos mitológicos o de aventuras. El esquema no era muy tenido en cuenta, ya que se permitía y favorecía la improvisación e incluso la participación del público. La paz que trajo el gobierno de Augusto fomentará el desarrollo cultural, especialmente gracias a dos personajes que patrocinaron a los literatos y artistas: Cayo C. Mecenas y Mesala. El primero se considera el creador de una corte literaria en la que se reunían Virgilio, Propercio y Horacio, entre otros, intentando dirigir las obras de los maestros hacia la posición más favorable al emperador. El más importante poeta de esta época es, sin duda, Virgilio, el autor de las "Bucólicas" -canciones pastorales idílicas-, las "Geórgicas" -obra propagandística en la que se canta la economía agraria- y "La Eneida" -donde narra las aventuras del héroe mitológico Eneas, inspirándose en las obras de Homero, cargando la obra de elementos políticos pare enaltecer al pueblo romano y la estirpe del emperador-.

Horacio (65-8 a.C.) nos ofrece una visión más calmada y equilibrada del mundo, invitándonos a disfrutar de la felicidad. Su poesía está llena de elegantes imágenes, diversos metros y variados temas. Conocemos 103 odas en las que alcanza la perfección lírica y nos transmite su pensamiento, que se recoge en la expresión "Carpe diem". Con las "Epístolas" inaugura un nuevo género poético, exponiendo las ideas estéticas griegas basándose en Aristóteles. El tercer gran maestro de esta generación es Ovidio (43 a.C.- 17 d.C.). Desde joven sintió atracción por la poesía, realizando un amplia producción que se divide en tres etapas: juventud -con obras eróticas en las que puede alcanzar la pornografía, como en los "Amores" o "El arte de amar"-, madurez -con las obras festivas como "Los fastos", en la que se dedica a recoger los orígenes de las principales fiestas del calendario romano, o su principal poema, "La metamorfosis" donde narra las transformaciones de dioses, hombres y objetos-; y decadencia -motivada por el exilio a la actual Constanza donde escribe "Los tristes" y las "Cartas del Ponto"-. En los siglos I y II de nuestra era la literatura romana presenta un curioso contraste entre evolución y anquilosamiento. Mientras algunos géneros avanzan vertiginosamente otros se anclan en el pasado, como la epopeya y la tragedia. Entre las grandes figuras de este periodo destaca Marco A. Lucano (39-65), de quien sólo nos ha llegado "La guerra civil", obra en la que narra el enfrentamiento entre César y Pompeyo, utilizando hexámetros y un estilo rebuscado, refinado, pero algo frío.

El "Satiricón" será una de las mejores obras de este momento. Posiblemente fue escrito por Petronio y los escasos fragmentos que se conservan nos transmiten una imagen despiadada de la vida cotidiana de su tiempo, presentándonos a diversos personajes de manera naturalista, estereotipada, grotesca o fantástica. Su estilo expresivo recoge los distintos lenguajes de los protagonistas. Ese aire satírico también se manifiesta en buena parte de Marco V. Marcial (41-102) cuyos versos envenenados están dirigidos a tipos específicos de la población: ladrones, esposas infieles, taberneros, ancianos ricos y sin descendencia, etc. Esta sátira superficial, que no penetra en los sentimientos, será superada por Juvenal, convirtiéndole en un poeta cáustico que ridiculiza los vicios de su tiempo. Sin embargo no aporta ningún elemento alternativo, sólo se dedica a la crítica. Apuleyo, autor de "El asno de oro", también se encuentra en la nómina de los satíricos. Bajo el aspecto de una novela de aventuras, tomando como modelo una fábula griega, Apuleyo enseña los aspectos negativos de la vida y del ser humano, mostrándonos un completo cuadro de las provincias romanas durante el siglo II con los abusos de los administradores, la dureza de los esclavos o la ruina de los pequeños agricultores. Luciano de Samosata será el último poeta satírico, dirigiendo sus envenenados dardos a las religiones de la época, empezando por los dioses del Olimpo y acabando con los cristianos.

También satiriza sobre las novelas de aventuras o la historiografía. El llamado "renacimiento griego", que se produce en el siglo II debido a la política helénica de los emperadores, inaugurada por Nerón, nos trae a grandes maestros entre los que destaca Plutarco, eminente historiador y genial literato. Conservamos una serie de obras morales donde manifiesta su filosofía ecléctica. El teatro serio de la época republicana acabó dando paso a lo que podemos denominar comedia. El drama grave deja de ser interpretado y pasa a ser leído por las clases más cultas. Séneca se convertirá en el mejor representante del drama literario. Nos ha dejado ocho obras ("Medea", "Agamennon" o "Phaedra") inspiradas en la tragedia griega, en las que nos presenta a sus personajes condenados a terribles sufrimientos y desesperados, sin encontrar ninguna esperanza. Su estilo sencillo cae en ocasiones en la monotonía.

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