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Datos principales


Rango

Arte Español del Siglo XVIII

Desarrollo


Debido a lo nutrido del taller estrictamente familiar no debió Salzillo necesitar mucha ayuda del exterior; aun así se le conocen dos discípulos (a los que deja juegos de herramientas en el testamento del 65) que son: José López Pérez, vecino de Caravaca, que hizo escritura en 1753, y Roque López (1747-1811) que la hizo en el 65. El primero murió joven y desarrolló su obra en su ciudad de origen y alrededores. Pero Roque López continuó con gran altura estética el taller del maestro, aunque dejando relación estricta de todo lo hecho por él en un catálogo que comienza precisamente el año de la muerte de Salzillo, dado a conocer por el conde de Roche en 1898. En el año 83 firmó la Santa Cecilia del convento de Agustinas, de Murcia, de vestimenta y policromía rococó pero opulenta y sonrosada como una bien nutrida huertana; el mismo tipo repite la Samaritana de su paso en la iglesia del Carmen, también de Murcia, y entre otras muchas obras de tono más mediano, destacamos también El Resucitado, de Lorca, de rostro y anatomía salzillesca, aunque más delicado y afectado en su pose. En esta órbita salzillesca hemos de incluir también a Juan Porcel, que marchó a Madrid hacia 1748, donde tuvo una importante labor entre los escultores del Nuevo Palacio Real (Mauregato, Enrico y Alfonso I de Portugal); en Murcia hizo la Santa María de la Cabeza, de San Juan, y seguramente, su pareja, San Isidro. Y por último, también se relacionan con él, o con Roque López, los caravaqueños Francisco Fernández Caro (muerto en 1841) y Marcos Laborda (muerto en 1822); ambos eran bastante más jóvenes y murieron bien entrado el XIX.

Las pocas obras que quedan son de calidad: Fernández Caro hizo una Inmaculada para la Concepción de Caravaca que se inspira y funde las dos de Dupar de la misma ciudad, y Laborda un hermoso Cristo del Prendimiento, de la iglesia de El Salvador, de esta localidad. Pero la estética de Salzillo no ha muerto en ningún momento. En el siglo XX, José Sánchez Lozano (1905) ha realizado cientos de pasos e imágenes para completar o rehacer figuras perdidas de Salzillo, actividad que, a la poca posibilidad de creación que se permitía, ha llevado con una gran dignidad artística. Y tras él, en las dos últimas décadas han menudeado otros buenos escultores, unos más fieles al antiguo maestro, otros más libres, que siguen incrementando año tras año la ya numerosa serie de pasos en Murcia (Francisco Liza Alarcón, Antonio Labaña Serrano, José Hernández Navarro), trabajando, incluso, para otras regiones (Liza, en Zaragoza).

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