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Datos principales


Rango

Arte Español del Siglo XVIII

Desarrollo


En conclusión, el Museo queda dispuesto como tres edificios estrechos y profundos, con tres entradas, ninguna preferente para el edificio como totalidad, sino específicas para cada programa parcial, características para cada destino funcional. De este modo se entiende la ausencia, a veces criticada, de una gran escalera interior en la obra de Villanueva. El edificio tenía varias, pero pequeñas y casi privadas, escondidas, sin ninguna presencia evidente. La gran escalera de conexión vertical no existía simplemente porque no era necesaria. Cada uso desarrolla en la profundidad horizontal de su propio estrato un esquema de funcionamiento interno en el que se produce una circulación obligada de ida y vuelta, de salida y entrada por el mismo, único y particular acceso. La planta de la Academia de Ciencias se recorrería por un itinerario perimetral que, desde el zaguán sur, bordea el patio y la primera sala rotonda y conduce a través de unas arquerías laterales -en los lados de levante (hoy desaparecida) y poniente, que rodean dos amplias salas de estudio como si de patios cubiertos se tratase- hasta la rotonda del extremo norte, que se encarga de devolvernos de nuevo hacia la entrada en un recorrido paralelo alternativo, de sentido contrario al anterior. A la Galería de Historia Natural se accedería mediante una rampa curva, de acuerdo con el proyecto de Villanueva, desde el nivel del Paseo del Prado. El itinerario del recorrido en este caso se inicia desde la rotonda de columnas para pasar a una antesala y a la gran galería, que cierra su perspectiva en una nueva rotonda asomándose al patio desde un gran ventanal.

Aquella rampa curva tenía una singular importancia para la concepción de Villanueva; era el mejor instrumento, por la naturalidad con que relacionaba el nivel del Paseo del Prado directamente con la entrada a la Galería, para evitar la necesidad de una escalera principal a la que, en rigor, sustituía sin perturbar con su presencia las funciones propias de la Academia, al margen de ella y sin condicionar su distribución con una servidumbre ajena a su propio programa. De esta forma, mientras que en la planta de la Academia se sitúan las circulaciones en el perímetro para mantener los espacios servidos al margen de esos movimientos, en la Galería todo el espacio lineal que desarrolla el ámbito para la exposición de objetos de Historia Natural es espacio para la circulación, como corresponde a su aptitud programática. En ambos casos el esquema de circulaciones interiores tiene forma de fondo de saco, cerrado en su extremo por una forma espacial rotonda, que con su geometría circular devuelve al mismo itinerario, ahora a la inversa, hacia la salida. Al Salón de Juntas para la Academia de San Fernando, o para la propia Academia de Ciencias Naturales, se accedería desde el gran pórtico dórico de poniente, un pórtico semiexcavado en el edificio, cubierto con una bóveda esquifada, que da paso a una rotonda que actúa como zaguán interior, cubierto con una cúpula rebajada en carpanel, una pieza que es también el centro de articulación de las circulaciones de la Academia -dato que tendrá una curiosa trascendencia, como veremos al comentar la disposición de los órdenes clásicos en el edificio-, y de éste a la secularidad sala basilical, de columnas corintias en el proyecto de Villanueva, que es específicamente, retomando su originario destino civil, el lugar de asamblea de la comunidad académica, una basílica absidal que cierra el itinerario de circulación con un deambulatorio semicircular.

Nuevamente un fondo de saco rotondo. Otro asunto peculiar del edificio de Villanueva es su modo de utilizar los órdenes clásicos como procedimiento de diferenciación de aquel sistema de superposiciones y maclas espaciales en el que he intentado reconocer la autonomía de los estratos que lo ordenan por la continuidad de las circulaciones interiores. Cómo se manifiestan figurativamente esos estratos al exterior es algo que los órdenes se encargan también de resolver con la fragmentaria horizontalidad de sus desarrollos. El caso del piso destinado a Galería de Historia Natural es el más claro; todo él se expresa y se caracteriza en jónico: el dístilo de la entrada norte, la rotonda inmediata, las cuatro columnas centrales del espacio asimilable al coro de la basílica y la galería acristalada hacia el Paseo del Prado, que traslada al exterior como por transparencia la lateralidad del recorrido y el sentido lineal de la articulada continuidad interna de la galería hasta llegar al punto de retorno de la sala rotonda que se asoma el patio. La planta baja destinada a la Academia de Ciencias no contiene orden clásico alguno ni en el interior ni en el exterior. Toda ella responde a un esquema murario, propio de su sentido y carácter basamental, incluyendo ese ritmo intermitente de arcos y hornacinas que aligeran su fábrica y soportan la galería jónica hacia el Paseo del Prado. En su fachada, frente al Botánico, encontramos la gran puerta de acceso con las ménsulas de escamas que sostienen un guardapolvos como piso del balcón del pórtico corintio superpuesto.

Con este pórtico aflora al exterior una particularidad del proyecto de Villanueva: la entrada de la Academia sirve de acceso al zaguán rotondo que articula su centro y que actúa también como nártex de la basílica, espacio que precede el Salón de Juntas, basílica de orden corintio en la concepción del arquitecto. La existencia de ese espacio compartido se traslada a la fachada sur mediante el pórtico corintio, revelando que desde la entrada particular de la Academia existe una posibilidad alternativa de entrada al lugar de sus juntas y ello es legible desde el exterior gracias al orden clásico que lo anuncia. Finalmente, el edificio transversal destinado a Salón de juntas reúne una síntesis de los tres órdenes clásicos del Museo como totalidad con el dórico gigante de su pórtico exterior como rasgo característico. El significado de la simultaneidad de los órdenes nos habla de este cuerpo como eslabón central de una cadena de cinco, pieza de engarce de las dos plantas bajas dedicadas a Galería y Academia, única parte frontalizada respecto al Paseo y que contiene las leyes que generan y rigen la totalidad. Sin embargo, su acento heroico y dominante, que consigue frontalizar finalmente todo el edificio, es tan solo aparente. Otros centros disuelven su jerarquía como focos alternativos con un énfasis aún más trascendente para el interior y para que el espacio, el gran protagonista del Museo, a veces compartimentado, a veces focalizado, a veces interpenetrado, revele la virtud de sus efectos por la diversidad formal, la movilidad volumétrica y la heterogeneidad figurativa de sus miembros.

Ya se dijo que la construcción no fue concluida en vida de su arquitecto. Faltaban por cerrar las bóvedas de la gran galería, cubierta con una armadura provisional; la fábrica envolvente de la sala basilical estaba construida hasta el nivel de la segunda imposta, a falta del último cuerpo de enlace con la cornisa general, vacía y sin cubrir en su interior, aunque quedaron labradas las bases corintias de columnas y retropilastras. En esta situación fue ocupado el edificio por las tropas francesas y Villanueva tuvo que asistir, a pesar de su nombramiento como arquitecto mayor inspector de las obras reales de José Bonaparte, a la ruina parcial de su mejor obra, provocada por el ejército intruso.

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