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Renacimiento Español

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Quizá por haber nacido en el siglo XVI El Greco pretendió ser un artista completo. Por fuentes de la época sabemos que, además de a la pintura, dedicó una parte de su actividad creadora a la arquitectura y a la escultura. Conocía la teoría arquitectónica, pues en su biblioteca poseía textos de Vitruvio, Alberti, Palladio, Vignola y Serlio, entre otros, y él mismo escribió un tratado de arquitectura como ya se ha dicho. Ignoramos si algún edificio llegó a construirse con sus planos, aunque su labor en este campo debió de centrarse principalmente en el diseño de retablos -Santo Domingo el Antiguo, Illescas, Hospital Tavera, etcétera-, concebidos generalmente siguiendo las estructuras del clasicismo veneciano y del manierismo. También proyectó, en 1587, unos arcos triunfales en la plaza de Zocodover para las fiestas en honor del traslado de la reliquia de Santa Leocadia a Toledo y el catafalco de la reina Margarita levantado en la catedral, en 1611. Menos relevante fue su dedicación a la escultura. Hoy existen algunas piezas consideradas de su mano y una serie de documentos que confirman esta actividad del artista, que en ocasiones realizó dibujos para las estatuas de sus retablos, pero para ser ejecutadas por otros. También solía hacer pequeñas figuras de barro que le servían de modelos para sus pinturas, siguiendo la costumbre veneciana, lo que prueba su conocimiento de esta técnica artística.

Pero el Greco que hoy conocemos, admiramos y aún estudiamos fue esencialmente un pintor. Un pintor único y magistral que logró aunar en sus lienzos su personal temperamento artístico, los planteamientos estéticos de la época y las inquietudes del mundo en el que vivió. Siempre fue fiel a sí mismo. Sabía lo que quería y en lo que creía y de él mismo fundamentalmente extrajo su arte. Si éste puede definirse de alguna manera, en principio hay que calificarlo como original, subjetivo e intensamente imaginativo. Para él la pintura era una ciencia, una forma de conocimiento, pero nunca basada en la experiencia ni en la imitación de la naturaleza, sino en la visualización de un mundo ideado en la mente del artista. Era, en suma, una creación intelectual. Lo mismo pensaban los manieristas, pero ninguno de ellos fue capaz de alcanzar la arrebatada expresión, la lírica belleza y la sublime espectacularidad de sus obras, que no deben ser nunca entendidas como el resultado de una reacción emocional, sino como la consecuencia de una elaboración mental. Con su arte creó una realidad de orden superior, en la que lo conceptual primaba sobre lo formal. Por consiguiente, para comprender su pintura hay que saber que sus pinceles nunca plasmaron lo que sentía su corazón sino lo que ideaba su mente. Del Manierismo dependen el canon alargado de sus figuras, la anulación del espacio y sus extrañas asociaciones cromáticas. También siguiendo este estilo rompió con las normas de proporcionalidad y perspectiva tradicionales y buscó la conquista de la dificultad, ya que para los manieristas el arte más complejo era el más intelectual y por tanto el más valioso y apreciable. Sin embargo, todas estas características que forman parte de la estética esencial del Manierismo, estilo en el que puede incluirse al Greco, adquieren en su obra una dimensión distinta y una interpretación absolutamente personal que proporcionan a su pintura un carácter único y original, difícilmente explicable desde planteamientos artísticos genéricos. Efectivamente sus figuras son alargadas, pero él no busca con ello plasmar una apariencia refinada y antinaturalista, sino que trata de desmaterializar así los cuerpos para lograr la visualización de lo espiritual.

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