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Datos principales


Rango

Renacimiento Español

Desarrollo


De otro signo, el arte de Juan de Ancheta saca las últimas consecuencias del miguelangelismo de los retablos de Briviesca y Astorga, en los que quizás intervino, como se ha dicho, aunque su obra en Valladolid, donde se le documenta el año 1565, se desconoce y para la escuela castellana sólo interesa su corta estancia en Burgos, donde dejó muestras, en el retablo de la catedral, de su grandiosa concepción de la figura humana, reflejo de las obras tardías de Miguel Angel. La actividad escultórica de estos años es grande y va cubriendo de bellos altares las iglesias castellanas; la escultura funeraria cobra nuevo auge aunque se advierte el abandono gradual del trabajo en materiales duros incluido el decorativo de la arquitectura, que el nuevo sentir clasicista repudia como ajeno a tan noble arte, aunque por supuesto los cambios son graduales y las enseñanzas de los grandes maestros se absorben de forma distinta y en tiempos diferentes por las variadas escuelas castellanas. El triunfo de esta estética desornamentada, academicista y fría coincide cronológicamente con los encargos reales de la serie en bronce y mármol del emperador Carlos V y su familia a los Leoni. Su nombramiento como escultores de Carlos V y Felipe II, el asentamiento de Pompeo en España y la formación de una escuela de caracteres específicos en torno a la Corte, de más delicadas formas y suave sensualismo en torno al taller de los italianos, es el acontecimiento de mayor importancia en el desarrollo de la escultura castellana del último tercio del siglo XVI.

Leone Leoni padre, es llamado al servicio real en la temprana fecha de 1548, que se le encarga una larga serie de medallas, y sobre todo bustos y estatuas del Emperador y su familia que lleva a cabo en sus talleres de Milán, pero que el año 1556 se encarga Pompeo, su hijo, de traer a España, donde, guardados en su taller, no pudieron conocerse hasta el año 1608 que pasan al alcázar u otras residencias reales y de ahí, en el siglo XIX, al Museo del Prado. La serie de retratos de la familia imperial, sin precedentes en la escultura española, con fines de exaltación dinástica, al tiempo que el pintor veneciano Ticiano realizaba los suyos también por encargo del Emperador, constituyen una magnífica muestra del arte de los Leoni y su dominio de las técnicas del bronce y del mármol. La famosa escultura de Carlos V y el Furor muestra su admiración por la antigüedad en el bello desnudo del Emperador cubierto de indumentaria desmontable. La simbología de la composición, muy discutida, responde en parte a una tradición italiana con precedentes ilustres en el Bandinelli o el Montorsoli. Los modelos de sus otros retratos, como el de la Emperatriz o el de Felipe II, responden a la imagen que de ellos dio el Ticiano. El idealismo clasicista de estas esculturas se mantiene en la otra gran obra encomendada a estos escultores, el gran retablo de bronce, mármol y jaspe del monasterio de El Escorial, cuya traza se debe a Juan de Herrera y cuya dirección corrió a cargo de otro italiano, el famoso lapidario Jácome Trezzo, que con Juan Bautista Comane conciertan la obra con los milaneses el año 1579.

En las esculturas de bronce del magnífico Calvario que lo corona o en las de los Apóstoles que entre sus grandiosas columnas enmarcan bellas pinturas italianas, persiste la grandiosidad de la composición y la correcta factura de las formas. Al morir Leone aún ha de ocuparse su hijo Pompeo de los enterramientos reales que presiden la iglesia de este monasterio de El Escorial, a un lado y otro del altar mayor. La grandiosa arquitectura sirve de marco espléndido a los grupos orantes de Carlos V con la Emperatriz, sus hermanas María y Leonor y su hija María, a un lado, y del otro Felipe II y tres de sus esposas, pues no se incluyó a María Tudor, y al malogrado príncipe Carlos. Las figuras, por ejemplo, de Isabel de Valois de expresión teñida de melancolía, idealizan un rostro con recuerdos del natural. Como el tipo de retrato áulico, los personajes majestuosos y distantes definen un tipo que divulga Pompeo en otros encargos del entorno de la Corte, como el del enterramiento del inquisidor Valdés, en Salas, donde hay ciertos reflejos del sentido realista español. Hasta casi mediados de la siguiente centuria se mantuvo esta tipología funeraria. La obra del monasterio de El Escorial bajo el patronazgo real de nuevo actúa de centro receptor de artistas y a los Leoni se añaden otros españoles o italianos ocupados en la magna empresa. Uno de los más significativos es el toledano Juan Bautista Monegro, cuyo elegante clasicismo de tono más fuerte que el de los Leoni aparece en sus monumentales figuras en piedra de los Reyes o de los Evangelistas, en el patio y la fuente del claustro del monasterio. Esta nueva corriente que fortalece la vieja tradición de la importación italiana también abre paso a la escultura profana, apenas cultivada en España salvo en la decoración de las residencias reales como Aranjuez o de la nobleza, como el famoso del marqués de Santa Cruz en el Viso, en plena Mancha o el de la Abadía en plena Extremadura, pero ello de forma esporádica y salvo caso contrario a costa de obras o artistas italianos. La escultura castellana desarrolla en este siglo XVI su renacimiento y sobre todo su manierismo, cuya licencia curiosamente abre las puertas a una estética de signo diferente, la barroca, no obstante en germen en algunos de sus artistas.

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