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Datos principales


Rango

Renacimiento Español

Desarrollo


La introducción de las nuevas normas renacentistas se debe al impulso de los principales promotores del arte, la realeza o miembros de la nobleza y el clero que por su situación social y económica pudieron decidirlo. A su través llegan a España las primeras obras del arte italiano, de encargo en su mayoría, o facilitan la venida a nuestras tierras de sus artistas al tiempo que otros extranjeros conocedores del nuevo arte trabajan en Castilla y a los muy pocos años vuelven de Italia los mejores intérpretes españoles del renacimiento italiano. Prácticamente hacia el año 1525 habían llegado a Sevilla los sepulcros genoveses de los Aprile y los Gazzini, se habían encargado los sepulcros reales al florentino Fancelli, el Torrigiano trabaja en Sevilla y Jacopo Torni Florentino en Granada, Bigarny introducía en Castilla su versión de lo italiano y tres de nuestras Aguilas, que eran escultores, Berruguete, Ordóñez y Diego de Siloe, impulsaban con su finísimo arte la implantación del Cinquecento en la escultura castellana. Aunque conviene no olvidar que todos estos hechos se producen casi al mismo tiempo, representan facetas distintas de la introducción del Renacimiento en Castilla, que tuvo su paralelo menos esplendoroso en otras regiones españolas a las que en casos llegaron también los ecos castellanos.

Las importaciones de obras italianas, en general genovesas, de un renacimiento en cierto modo industrializado aunque muy correcto, se realizan de hecho en un área externa a los centros castellanos y, desde otro punto de vista, su influjo es tangencial en la progresiva asimilación del nuevo gusto. Muchas de ellas, monumentos sepulcrales o elementos arquitectónicos, llegaron a Andalucía, como por ejemplo los citados de don Fadrique Enríquez y su esposa doña Catalina de Rivera, se erige el sorprendente castillo de La Calahorra, con elementos importados, o el de Vélez Blanco, para el que artistas italianos trabajaron con materiales españoles. Llegan puertas, fuentes, ventanas, columnas, figuras y otros elementos que divulgan el nuevo lenguaje artístico y, a la larga, la propia emigración de los artistas para la instalación en sus respectivos edificios que inicia una nueva corriente de difusión del nuevo arte. La perfecta organización de los talleres ligures atiende estos encargos en asociaciones de artistas, como la de los Della Porta, uno de cuyos miembros, Nicolo da Corte, intervendrá en una de las más depuradas representaciones del arte italiano, el palacio de Carlos V en Granada, encomendado a otro de nuestras Aguilas, el pintor y arquitecto Pedro Machuca. La corriente de estas importaciones hacia Castilla es menos intensa aunque posiblemente mayor de lo que se conoce. Bello ejemplo de ello fue el sepulcro del obispo Ruiz en San Juan de la Penitencia de Toledo, destruido hace pocos años.

Esta corriente de arte genovés se mantendrá durante toda la centuria y se reavivará en el siglo XVII. Pero ya por estos años se ha emprendido la gran empresa de los sepulcros reales, que se encomiendan al florentino Doménico Fancelli, iniciando otra vía de expansión más auténtica y depurada del Renacimiento italiano en España, fortalecida por la obra de otros dos florentinos, Jacopo Florentino y Pietro Torrigiano, instalados en España por las mismas fechas de hacia 1520. Aunque la obra de estos dos últimos tiene menos incidencia en la escultura castellana, el carácter itinerante del arte del siglo XVI facilita interrelaciones y, además, aunque la actividad del Torrigiano se desarrolla en Sevilla, la del Florentino tiene su asiento en Granada por el tiempo que llegan a ella Bigarny, Siloe y Berruguete. En efecto, si el San Jerónimo y la Virgen con el Niño del Torrigiano fueron sin duda obras conocidas y admiradas por nuestros artistas, es aún más segura la influencia que en ellos pudo ejercer, por ejemplo, el Entierro atribuido a Jacopo Florentino.

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