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Renacimiento Español

Desarrollo


La arquitectura verdaderamente renacentista se inicia en Toledo a finales de la cuarta década del siglo XVI con Alonso de Covarrubias (Torrijos, 1488-Toledo, 1570), cuya actividad había comenzado en los primeros años de la centuria. Este arquitecto pertenece al grupo de los introductores y definidores del nuevo estilo en nuestro país, junto a Diego de Silóe, Jerónimo Quijano, Hernán Ruiz y Andrés de Vandelvira. Al contrario que alguno de ellos, no tuvo un contacto directo con la arquitectura italiana contemporánea, de manera que sus conocimientos sobre la misma dependerían de los grabados y de los tratados arquitectónicos que fueron publicándose, a los que seguramente tuvo un fácil acceso puesto que su hermano Juan, arcediano de la catedral de Salamanca, residió en Roma durante algún tiempo. Lo cierto es que Covarrubias debía ser un hombre bastante cultivado, puesto que en su ambiente familiar aparecieron dos humanistas destacables, sus hijos Diego -obispo de Segovia y Ciudad Real, Presidente del Consejo de Castilla- y Antonio -canónigo de la catedral toledana-. La formación de Covarrubias se inició en la tradición gótica, concretamente en la de los Egas, figuras importantísimas en el Toledo del momento y con quienes llegó a emparentar al casar con su sobrina María Gutiérrez. Seguramente comenzó su aprendizaje con Antón Egas en Torrijos, donde consta que éste residió algunas temporadas en la primera década del siglo.

El hecho de que la formación de Egas fuese fundamentalmente de entallador hace lógico que su discípulo aparezca junto a él como imaginario en los inicios de su carrera, concretamente en una escritura otorgada en Salamanca en 1510 y en la junta de maestros -entre ellos Juan Gil de Hontañón, Juan de Alava y Juan de Badajoz el Viejo- que, en 1512, redefinió los alzados del proyecto de Antón Egas y Alfonso Rodríguez de 1510 para la catedral salmantina. Pese a tal intervención como maestro, lo cierto es que su primera obra conocida data del año siguiente y es, como las inmediatamente posteriores, un trabajo de talla: dos frontales decorados al romano para las sepulturas de los padres de don Francisco de Rojas en la capilla de la Epifanía en San Andrés de Toledo, a los que siguieron los bultos funerarios del obispo don Tello de Buendía y del arcediano de Calatrava don Francisco Fernández de Cuenca, ambos en la catedral, obras aún góticas acabadas en 1514. Las intervenciones del año siguiente en la catedral de Sigüenza (Guadalajara), si bien no fueron trabajos de primera línea, le permitieron ponerse en contacto con la escuela alcarreña de Lorenzo Vázquez. Entre 1517 y 1524 trabajó en la fábrica del Hospital de Santa Cruz de Toledo, construido probablemente con trazas de Enrique Egas de 1504 ó 1505. Sus intervenciones en este edificio híbrido, estructuralmente gótico pero con ciertos elementos propios del nuevo estilo aún no bien asimilados, debieron limitarse a la fachada, el zaguán y el patio principal, remodelado posteriormente, donde la columna única como solución de esquina recuerda la del Hospital de Santiago de Compostela, trazado por el mismo Egas y en el que aparecen los capiteles de tipo alcarreño -con un característico collarino de hojitas-, los dentellones en el entablamento, los tallos de los rincones de los arcos, las rosetas cuadradas de los intradoses y la decoración de acanaladuras que Covarrubias repetirá en sus obras de los años treinta.

El año 1526 es significativo en la actividad arquitectónica de Covarrubias: de él datan su primera titulación como maestro de cantería y su primera traza documentada. Se trata de la iglesia del convento de Nuestra Señora de la Piedad de Guadalajara, encargada por doña Brianda de Mendoza, que no concluiría hasta 1530. Aunque es en su conjunto una obra plateresca, en ella aparecen algunos elementos particulares, como las bóvedas de crucería que son en realidad tabicadas sobre arcos de medio punto y con nervios falsos, el interés por las proporciones basadas en la columna, o el rigor del lenguaje decorativo a la antigua, en el que no se encuentra un solo error. Este tipo de decoración renacentista, compendiada en las "Medidas del Romano" de Diego de Sagredo (Toledo, 1526), es el que también emplea en 1529 en la Capilla de Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, en la que modificó las trazas previas de Enrique Egas para aumentar el número de los nichos que albergan los bustos reales. Como en Guadalajara, en la decoración de la capilla de los Trastámara no se observa error alguno sobre las estructuras góticas de las capillas primitivas. Ya aparecen aquí, bajo las medias columnas que flanquean la puerta de acceso desde la girola catedralicia, los pedestales de medio cilindro decorados que se convertirán en habituales en su obra posterior. En 1529 la construcción fue visitada por Diego de Silóe; ese contacto con el arquitecto burgalés se aprecia en algunas de sus obras de los años treinta, en las que se acelera su evolución hacia el clasicismo.

Tal es el caso del Sagrario Nuevo o Sacristía Mayor de la catedral de Sigüenza, cuyas trazas datan de 1532. En ella destacan las medias columnatas acanaladas, el sistema de apoyo de los arcos que compartimentan la bóveda de cañón y las cabezas y florones inscritos en círculos que decoran la misma. Esta última solución se ha relacionado con los frescos de Santa Constanza de Roma, conocidos por el cuaderno de dibujos italianos de don Diego Hurtado de Mendoza, aunque no es segura la introducción del tema por Covarrubias, ya que al abandonar la obra en 1534, tras ser nombrado maestro mayor de la catedral de Toledo, el encargado de cerrar la bóveda, en 1552, fue su discípulo Nicolás de Durango. Esa misma influencia se observa en la capilla-relicario del Espíritu Santo (1537-1566), en la misma catedral, en la que la cúpula encasetonada es sostenida por cariátides y telamones con capiteles. El contacto con Silóe se estableció en Baza (Granada), adonde acudió Covarrubias en 1533 gracias a su fama y a que el arzobispo toledano tenía jurisdicción sobre parte de la Andalucía oriental, donde dio trazas para la reconstrucción de la cabecera de la iglesia colegial. Si bien el proyecto es bastante conservador -con girola- y no tuvo la trascendencia de otros, supuso la primera intervención del arquitecto en Andalucía y la mencionada relación con Silóe, que fue nombrado visitador de la obra.

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