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Rango

Mesopotamia

Desarrollo


Destruida la capital asiria Nínive en el año 612 a.C. a manos de una coalición medo-babilónica, ambas naciones deciden repartirse los restos del antiguo Imperio asirio. Para medos será la región central asiria hasta el curso medio del Tigris; para los babilonios, el resto. Sobre las ruinas de la antigua ciudad gobernada por Hammurabi volvió a florecer Babilonia, convertida, gracias especialmente a Nabucodonosor II, en una urbe cosmopolita. Con este rey el imperio caldeo alcanzó su máxima expansión, a pesar de tener que hacer frente a algunas revueltas, especialmente en las zonas fronterizas de Cilicia y el litoral mediterráneo. La expansión babilónica les llevó a saquear Jerusalén en el 597 a.C., ciudad que será destruida diez años después, tras una rebelión, resultando incendiado su templo y eliminado el reino vasallo de Judea. Como tantas otras veces anteriormente, la población fue deportada a Babilonia, lo que quedó reflejado en los textos bíblicos como el exilio de los israelitas. La expansión militar de Nabucodonosor hizo que a Babilonia afluyeran tributos, productos y poblaciones deportadas, lo que contribuyó al esplendor de la ciudad. No sólo israelíes, sino egipcios, asirios, sirios e iranios llegaron a Babilonia, lo que sin duda fue en gran medida decisivo a la hora de forjar el mito de la Torre de Babel, en realidad el zigurat de 90 m de altura del templo de Marduk.

A Nabucodonosor le siguieron varios reyes que no dejaron mayor huella. En el año 555 a.C. se hizo con el trono el usurpador Nabónido, quien intentó legitimar su gobierno proclamándose heredero de la grandeza asiria. Esto y su devoción por el dios Sin de Harran -no en vano era hijo de una sacerdotisa de este culto extranjero- hizo que contra él se levantaran parte de la población y el sacerdocio. Probablemente los conflictos religiosos o quizás motivos de índole política le empujaron a dejar el trono durante diez años en manos de su hijo Belsazar, periodo de tiempo durante el que se dedicó a recorrer diversas ciudades del norte de Arabia. Con todo, este autoexilio temporal no impidió que Nabónido fuera detestado por su pueblo, quien vio en el persa Ciro el Grande a su libertador. Éste, tras acabar con el reino medo en el año 549 a.C. y someter a la Lidia de Creso, entró en Babilonia el 29 de octubre del año 539 a.C., aclamado por su población.

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