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Desarrollo


Aunque luego un clérigo de nombre Atienza, ya en el siglo XVI, confirme que el retablo de la catedral de Burgos era obra de Silóe, la primera noticia procede del momento en que se decide dotar la capilla del recién fundado colegio de San Gregorio de Valladolid con el apropiado retablo. Se dice que se encargará a Gil de Silóe y Diego de la Cruz y se hará a imitación del otro. En 1489 estaba terminado. A pesar de la indicación sobre el modelo, probablemente, esto afectaba sólo a hechos como el de tratarse de una gran fábrica de madera policromada y muy adornada, porque las noticias de que disponemos afirman que desarrollaba la vida de Cristo y María en veintidós escenas, centrándose en una gran Deposición de la Cruz. Causó un fuerte impacto durante mucho tiempo a todos los viajeros que lo vieron y dejaron por escrito sus impresiones, pero ha desaparecido por completo. En este caso era el fraile obispo Alonso de Burgos quien estaba detrás del proyecto. Era persona muy afecta a los Reyes Católicos, especialmente a Isabel, y se supone que fue quien habló a ésta cuando pensó en llevar a buen fin las obras inacabadas por su padre en la cartuja de Miraflores. En el colegio de San Gregorio se trabajó aprisa y todo estaba listo en 1496. La documentación nos cita a Simón de Colonia y Juan Guas, además de Silóe y De la Cruz en el retablo. En el momento de la terminación era algo deslumbrante y en lo arquitectónico destaca, aún por encima del famoso claustro, la gran portada.

Se trata de una de las llamadas colgadas, tapiz o estandarte, seguramente la más hermosa y elegante de todas. No existe unanimidad a la hora de buscarle un autor, cuando suenan los tres nombres tan notables como posibles. A juzgar por lo que conocemos de otros lugares conviene desechar a Juan Guas. Si pensamos en la fachada del vecino San Pablo, obra en origen de Simón de Colonia, es palpable la semejanza, pero la abundante escultura está más próxima al taller de Silóe. Los grandes frisos decorativos verticales que enmarcan en los extremos el conjunto los ocupan putti desnudos enredados en hojas de roble, muy próximos a los que figuran en el sepulcro del infante Alfonso en Miraflores, realizado entre 1489 y 1493. También están cerca los numerosos guerreros con armadura a los que flanquean el escudo del mismo sepulcro. Es perfectamente factible que un diseño tan soberbio se deba a Gil de Silóe y en él trabaje su taller, mientras el maestro sigue ocupado preferentemente en los sepulcros de Miraflores. De todos modos conviene recordar que la presencia de la granada próxima al escudo de los Reyes fecha el final de las obras a partir de 1492. En todo caso, nada se demuestra con pruebas y este tremendo telón de algo que no esconde ningún escenario detrás, importante también iconográficamente, sigue siendo difícil de adscribir a Simón de Colonia o a Gil de Silóe e incluso a la colaboración de ambos.

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