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Transición

Desarrollo


El resultado del deterioro de la UCD fue que un partido político que había jugado un papel trascendental en la transición española a la democracia concluyó su vida en las elecciones parlamentarias de octubre de 1982. Este hecho ha llevado a pensar que UCD no tenía otra razón de ser que la transición misma y por ello su desaparición resultaba inevitable una vez concluida ésta, pero esta afirmación contrasta con lo sucedido en transiciones producidas a la democracia en otros países, como Alemania o Venezuela. Por lo tanto, quizás haya que recurrir a otras razones para explicar lo sucedido en España. La propia inefectividad de Adolfo Suárez como promotor de un partido fue decisiva, pues su tendencia natural fue la de no intervenir en actos públicos, no dejar funcionar de manera regular los órganos directivos y no definirse ideológicamente sino propiciar una yuxtaposición de principios. Pero cuando Suárez dejó la Presidencia del Gobierno y del partido, tampoco mejoró la situación. Como diría Calvo Sotelo, Suárez era el clavillo del abanico que unía a los distintos sectores de UCD y, al desaparecer, no encontraron un modo de organizar el consenso interno dentro del partido. Hubo divergencias de tipo ideológico, ninguna de ellas insalvable, pero fueron mucho más graves las personales. Fue la inconsciencia practicada en las disputas internas quien liquidó a UCD como partido. UCD no estaba consolidada en una etapa inaugural de una democracia y hubiera debido esperar algún tiempo para permitir que en su seno se configurara una opción situada en el centroizquierda y otra en el centro-derecha.

Después de las elecciones de 1979 las encuestas revelaron que tres de cada cuatro electores de UCD podían considerarse como consolidados a favor del partido. Sin embargo, entre marzo de 1979 y febrero de 1981 se produjo un deterioro importante de la imagen. Adolfo Suárez no sólo dimitió de la Presidencia del Gobierno sino de la del partido y a este hubo que encontrarle solución en el congreso celebrado en Palma de Mallorca en enero de 1981. Fue ésta una reunión estéril y muy poco ejemplar en la que lejos de debatirse en serio las divergencias programáticas, se mantuvo una disputa inacabable acerca del reparto de los puestos en los organismos internos del partido. Fue elegido como nuevo presidente del mismo Rodríguez Sahagún. Volvieron a reproducirse las disputas en el verano de 1981 a causa de algunas disposiciones legislativas en política económica y en el divorcio. No eran cuestiones tan importantes en la sociedad española como para arruinar la unidad interna del partido. Al poco tiempo dimitió el representante más destacado de los socialdemocrátas, Fernández Ordóñez, indicando una voluntad de recuperación de su propia identidad que le haría abandonar el partido en el mes de noviembre, aunque no todos los pertenecientes a este sector del partido siguieron su trayectoria. En octubre de 1981 se celebraron las elecciones gallegas, en las que por primera vez Alianza Popular superó a UCD en una región española.

Lo verdaderamente decisivo de estas elecciones fue que la derecha empezaba a conquistar las clases medias urbanas, que hasta ahora habían votado UCD de modo mayoritario. A causa de los resultados electorales gallegos se produjo un relevo en la dirección centrista, pasando a ocupar la presidencia de UCD el propio Calvo Sotelo. Al mismo tiempo, intentó evitar la fragmentación del partido incorporando a su gabinete a ministros socialdemócratas y nombrando como vicepresidente a Martín Villa, la figura más destacada de los centristas procedentes del régimen anterior. Pero a comienzos de 1982 se producían las primeras incorporaciones de diputados centristas a Alianza Popular y, poco después, los seguidores de Fernández Ordóñez se pasaban al grupo mixto en el Parlamento. Las elecciones andaluzas de mayo de 1982 revelaron todavía más el declive de UCD. En ellas Alianza Popular obtuvo 350.000 votos más que en las elecciones precedentes, mientras que UCD perdía medio millón de sufragios. Finalmente, Landelino Lavilla se hizo cargo de la presidencia, logrando incorporar a su equipo a algunos de los ministros más significados de UCD en los pasados años, pero su esfuerzo estaba destinado al fracaso ya que no logró detener la sangría de escisiones en un momento en que ya se daba por descontada la victoria del PSOE. Aparte del Centro Democrático y Social de Suárez, otro grupo de diputados centristas formó el Partido Demócrata Popular, de tendencia democristiana. En esta etapa final del centrismo ni siquiera hubo buen entendimiento entre el presidente del Gobierno y el del partido; en agosto Leopoldo Calvo Sotelo, ya abrumado por la derrota, disolvió las Cortes. Antes de las nuevas elecciones, estaba ya prácticamente liquidado un partido, Unión de Centro Democrático, que había desempeñado un papel decisivo en la transición.

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