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Rango

Arte Español Medieval

Desarrollo


Durante su largo reinado (1252-84), e incluso en su época de infante, Alfonso X se ocupó de promover numerosas traducciones del árabe al castellano y luego al latín. Obras de autores griegos, como el "Tetrabiblos" de Ptolomeo, obras islámicas (el "Libro de los Juicios de las Estrellas" de Alí Ben Ragel o la "Escala de Mahoma"), llegando en sus traducciones a la cultura hindú ("Calila e Dimna" y el "Libro de los Juegos de Ajedrez, Dados y Tablas") aunque a través de intermediarios musulmanes, y el mundo hebreo (traducción de la Biblia). Un numeroso equipo de especialistas colaboró en las traducciones (hebreos, árabes, cristianos: castellanos, italianos, etcétera) y también, seguramente, en obras que señalan al Rey como autor, diferenciándose claramente de aquellas, aunque en ocasiones don Alfonso ejerciera más como coordinador y como promotor editorial que como autor en sentido estricto, al menos de la totalidad de lo escrito. La cultura promovida por el rey Sabio ha llegado a nosotros en códices muy notables por sus pinturas, por su música (Cantigas de Santa María), además de por sus valores literarios, tanto en poesía como en prosa. Pero a la hora de hacer un balance sobre la misma nos interesa ante todo acercarnos al marco de pensamiento en que se inserta. Toda la obra cultural alfonsí se puede inscribir en un contexto sapiencial y astrológico, aunque para ello hemos de comprender el lugar central que la astrología ocupaba en la ciencia medieval.

La astrología alfonsí descansa en un concepto del universo teñido de neoplatonismo -cuyos orígenes se encuentran en la época helenística y es básicamente una renovación de la ciencia de la Antigüedad transmitida por los musulmanes- que considera al hombre como uno más, aunque superior, en la cadena de seres de la naturaleza (minerales, vegetales y animales) que reciben todas sus cualidades de los cielos y de sus astros (constelaciones y planetas). El macrocosmos tiene su reflejo en el microcosmos y existe una continua interrelación entre los diferentes seres. Una ley de simpatía universal rige todas estas relaciones y los influjos de los seres celestiales son definitivos para las criaturas terrenales. Poseer el máximo conocimiento de los astros permite al sabio modificar la influencia de los seres celestiales: es la magia a la que se hacen abiertas alusiones en diferentes obras alfonsíes. Al hombre, el elemento superior en la naturaleza, es a quien dedicó el Rey su obra. Y ello a pesar de estar inserto en un neoplatonismo cristianizado en el que Dios es el motor supremo que, a través de sus ángeles, imprime sus propiedades a constelaciones y planetas. Por eso la obra alfonsí se ocupa de la historia y el derecho ("General Estoria", "Estoria de España", "Siete Partidas"...), tiene caracteres psicológicos y medicinales (tipos de caracteres humanos según el momento de su nacimiento, propiedades medicinales y curativas de las piedras).

Incluso la "Biblia", que fue traducida al romance por iniciativa del Rey, es interpretada en un sentido literal como una recopilación histórica que permite conocer el pasado de la humanidad, junto a otras fuentes históricas de la Antigüedad clásica, del Islam y también medievales cristianas. Al ocuparse de las ciencias de la naturaleza su obra permaneció totalmente ajena, según Muñoz Sendino, "a los problemas filosóficos-teológicos que por los años de su reinado llegaban al ápice más alto alcanzado en la Edad Media... por... talentos como el de Santo Tomás de Aquino". Por ello el rey Sabio fundó en Sevilla unas escuelas generales basadas en las ciencias de la naturaleza y su fracaso -tras una vida lánguida desaparecen en el siglo XIV- hay que verlo como resultado de un clero y de unos sucesores que prefirieron inspirarse en las ideas de la Universidad de París, centrada en la Metafísica y en la Teología. La cultura alfonsí es en gran parte laica -aunque no atea- y los poemas en gallego dedicados a la Virgen -Cantigas de Santa María- reflejan una religión profundamente humanizada, dirigida sobre todo a la sensibilidad e incluso a la sensualidad del lector y descuidando el dogma. Es la religión de los franciscanos, que va a impregnar el arte bajomedieval, frente a las preocupaciones dogmáticas de los dominicos, fundadores de la Inquisición en el siglo XIII. La cultura promovida por el rey Sabio, aunque no guarda relación con la parisina, figura en la vanguardia de su tiempo y su modernidad justifica su larga repercusión, hasta el siglo XVI, en ambiente cortesanos y no eclesiásticos.

Don Alfonso fue en parte continuador de la tarea de Federico II Staufen, aunque como conocedor de la astrología llegó más lejos (remontándose con mayor seguridad hasta las fuentes griegas y orientales) por haber estado en contacto, tras la conquista de Andalucía (Sevilla en 1248 por su padre Fernando III), con lo más avanzado de la ciencia islámica. Su repercusión fue mayor, existiendo diversas copias de los siglos XIV y XVI tanto del "Libro de las Figuras de las Estrellas Fijas" (dentro de los "Libros del Saber de Astrología"), como del Lapidario y del "Picatrix" . Alfonso X fue acusado de haber creado una nueva religión -y la osadía y la novedad de la iconografía de las "Cantigas" parecen reflejarlo- y de haber gobernado con un absolutismo extremo, en contra de los intereses de la Iglesia. Será ésta la que, unida al descontento de nobles y ciudades, provoque la usurpación del trono regio por su hijo Sancho, que prácticamente destronó a su padre al frente de los conjurados. La obra alfonsí y su represión parecen reflejar una de las grandes luchas por el poder habidas en la Europa medieval. Era el enfrentamiento entre los güelfos (cultura eclesiástica, el poder procede de Dios quien lo transmite a los soberanos a través del Papado) y de los gibelinos (cultura laica, el poder procede de Dios, que lo transmite directamente al monarca). Se ha escrito sobre los antecedentes en la "Escala de Mahoma" de la concepción cosmológica de la "Divina Comedia" de Dante.

Hoy está fuera de duda que la cultura italiana del Trecento y del Quattrocento quedó notablemente impactada por los textos e iconografía de los manuscritos alfonsíes. La cultura alfonsí está teñida de hermetismo y como tal, se escribió para pequeños círculos de sabios, y no para el pueblo llano. El pensamiento hermético se muestra en aspectos filosóficos, religiosos, morales y científicos. En las miniaturas del códice rico de las Cantigas (Escorial, 1.1. 1) vemos al pueblo llano como protagonista de numerosos milagros, pero con mucha frecuencia aparece representado el rey don Alfonso, rodeado de un círculo de cortesanos, y alejado del pueblo. Los sabios antiguos son mencionados en diferentes textos como transmisores de la verdad y de la ciencia, y las miniaturas que los representan son antecesoras de los retratos de sabios de algunas pinturas del Renacimiento. El propio don Alfonso aspiraba a ser un sabio, no un científico, sino en el sentido del francés sage, y no savant. Lo mismo que al difundir la ciencia emulaba a Salomón, el rey Sabio por excelencia del antiguo Testamento, al componer sus cantares a María se inspiraba en el mismo Salomón, autor del "Cantar de los Cantares", poema de amor que se intercala en el Antiguo Testamento y en el que los Padres de la Iglesia habían creído ver la imagen de los amores de Cristo y la Iglesia. La heterodoxia de las imágenes en que el rey Sabio se representa como rey trovador, en el códice rico de las "Cantigas" (Escorial, T.

I.1.) se une al renacimiento de la astrología pagana en el Lapidario y a otros manuscritos astrológicos alfonsíes. Con el conocimiento de las formas e imágenes de las constelaciones y planetas, que se copiarán en numerosos manuscritos de los siglos XIII al XVI, y el de las piedras y minerales se podían fabricar talismanes mágicos efectuando entalles en las piedras, haciendo sortijas y acompañándose de recitaciones y conjuros (libro "Picatrix"). Pero también con el conocimiento de las constelaciones o figuras de las estrellas se podría construir un mapa del cielo, y siendo estas estrellas fijas en sus posiciones en el mismo (a diferencia de los planetas) servían como referencia en las navegaciones transoceánicas. De aquí la importancia de las "Tablas Alfonsinas", de las que se hicieron numerosas copias impresas -todas ellas carentes de imágenes- en la historia de la ciencia.

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