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Arte Español Medieval

Desarrollo


Entre los monasterios cistercienses femeninos destacan los de Santa María de Carrizo, Santa María en Sandoval, San Andrés del Arroyo o Villamayor de los Montes (Burgos). Santa María de Carrizo debe su fundación a la condesa Estefanía Ramírez y don Pedro Ponce de Minerva. Ambos acordaron levantar un monasterio, con la advocación de Santa María, en su palacio de Carrizo y otro de Santa María en Sandoval, que en 1174, cuando fallece el conde, al parecer ya estaba concluido. La construcción de Carrizo se inició con anterioridad a la fecha de fundación, que es la de 1176. Probablemente en este año la abadía ya estaba en situación de ser habitada y es entonces cuando doña Estefanía, ya viuda, se traslada con varias religiosas, ostentando el cargo de gobernadora de la fundación hasta su muerte en 1184. Según el "Tumbo Antiguo", en 1174 ya se había edificado la capilla mayor y parte de las dependencias monásticas. Tras el fallecimiento de Ponce de Minerva, las obras fueron continuadas por su yerno, Diego Martínez de Villamayor, y concluidas por doña Estefanía, quien, como ya hemos visto, otorgó en 1176 el documento fundacional para que el monasterio fuera ocupado por monjas del Císter. La iglesia de Carrizo es, por la tipología de su cabecera, la más románica de todas las construcciones femeninas de Castilla y León. Se proyectó un templo de tres ábsides semicirculares escalonados, siguiendo el modelo benedictino, precedidos por un tramo recto; un amplio transepto y un cuerpo de tres naves.

Sin embargo, el conjunto de la obra no llegó a terminarse. La cabecera, quizá la obra más homogénea y completa, cubre sus tres ábsides con bóvedas de horno reforzadas por cuatro nervios que concurren en la clave del arco de ingreso y están precedidos por un tramo recto, como se había hecho en Sandoval. En esta primera campaña constructiva, las obras llegarían hasta el transepto y posiblemente se haría el perímetro del edificio. Con esta disposición quedaría la iglesia hasta el último tercio del siglo XIII. Una lápida en el muro norte, de 1272, hace referencia a nuevas intervenciones. Quizá en torno a estos años el sistema de construcción se modifica al renunciar a las tres naves, quedándose como única la central formada por cuatro tramos que se cubrieron con una armadura de madera, que en el siglo XVII fue sustituida por cuatro bóvedas de arista. De las laterales, la de la epístola quedó dentro de la clausura y la del Evangelio como ámbito independiente. Las dependencias claustrales son de distintas épocas y casi todas posteriores a la fábrica medieval. Solamente la sala capitular, con sus tres vanos en arco apuntado carentes de ornamentación y cubierta con una techumbre de alfarjes sin pintar, podía ser coetánea a las obras primitivas. La primera noticia documental que tenemos sobre la fundación del monasterio de San Andrés del Arroyo es un privilegio de Alfonso VIII, de 23 de abril de 1181, por el que compensaba a la condesa doña Mencía de Lara -que ya figura como abadesa- de los 2.

000 áureos que le debía, concediéndole la iglesia de San Millán, cerca de Villasandino. El monarca siguió acrecentando el patrimonio del monasterio con numerosas donaciones, lo que confirma que San Andrés del Arroyo si no es una fundación real como Las Huelgas, al menos obtuvo grandes beneficios por parte de Alfonso VIII. El monasterio de San Andrés es una réplica en pequeño del de las Huelgas. Al igual que en la abadía burgalesa, la entrada principal de la iglesia se halla en un lado de ésta, como era habitual en los monasterios femeninos. Un pórtico lateral se extiende a lo largo del muro norte, como el de los Caballeros, formado por una serie de arcos de medio punto. La iglesia, en su cabecera, es una copia de las Huelgas. Está formada por una capilla central poligonal, precedida de un tramo recto; flanqueándola, dos capillas de planta cuadrada, tipología de cabecera utilizada en otros ejemplos, como veremos. La construcción llega hasta el transepto, quedando sin concluir el posible proyecto original. El claustro es la parte más espectacular del monasterio. En él se pueden advertir las pervivencias románicas, con sus capiteles vegetales que recuerdan a los de las Claustrillas o a otros de la zona palentina, como los de Aguilar de Campóo. Entre las dependencias claustrales destaca la sala capitular, donde se hace notar la influencia de la arquitectura burgalesa, cubierta con una esbelta bóveda octopartita que la aproxima, más que otros monasterios, a los sistemas empleados en Las Huelgas o en Cañas.

Por todas las connotaciones que Arroyo tiene con Las Huelgas podemos creer que son fábricas coetáneas, cuyas obras se están realizando a lo largo del segundo cuarto del siglo XIII. Por otra parte, dada la protección real de ambos monasterios, no nos extrañaría que algunos maestros de Las Huelgas interviniesen aquí en San Andrés, ya que tanto el pórtico como la iglesia o el claustro no sólo repiten las mismas estructuras, sino que los motivos ornamentales, en algunas partes, parecen haber salido de la misma mano. Al conde García Fernández y a su esposa doña Mayor Arias se debe la fundación del monasterio de Villamayor de los Montes (Burgos). Había heredado don García una parte de lo que había sido un monasterio familiar de curas seculares, denominado San Vicente Diácono. En 1223 el matrimonio adquiere toda la propiedad del antiguo monasterio y, a instancias de doña Mayor, se inicia el trámite de fundación para establecer en él como abadesa a una hermana suya, doña Marina Arias, religiosa de Las Huelgas. Así, el nuevo monasterio se somete en obediencia a la abadesa de Las Huelgas como filial suya. La construcción se empezó ese mismo año de 1223 y las obras se llevaron a cabo con gran celeridad, ya que, al parecer, las religiosas en 1227 ya habitaban el nuevo edificio, aunque no estaba concluido. En 1228 se autorizó la fundación por el obispo de Burgos, don Mauricio. La planta de Villamayor es una copia de la de San Andrés del Arroyo: ábside central poligonal, precedido de un tramo recto. A cada lado hay una capilla rectangular. El transepto es de tres tramos, lo que denota el proyecto de una iglesia de tres naves, de las que sólo se realizó la central para coro de las monjas. El claustro es una imitación del de las Claustrillas y el de Arroyo. Arcos de medio punto voltean sobre columnas geminadas, con capiteles vegetales donde abundan los crochets. Aunque la disposición sea la de un románico inercial, sin embargo, la ornamentación responde a las fórmulas del gótico pleno.

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