Octógonos mágicos

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Arte Español Medieval

Desarrollo


El mihrab de la mezquita de Córdoba es un espacio octogonal, con un zócalo de grandes lastras de mármol liso, obtenidas mediante cortes de una misma pieza, abiertos como las hojas de un libro para conservar la simetría de sus vetas, sobre el que monta un friso de arcos de herradura trilobulados, con finas columnillas empotradas; más arriba has podido adivinar una cúpula gallonada que, créetelo, es como una gran concha marina cuya charnela queda detrás del arco deembocadura, donde aparecen las columnas de Abd al-Rahman Al Awsat; la fachada, luego veremos de dónde viene su idea, constituye una disposición que se hizo clásica en el Islam peninsular, y se centra en la reiteración y acompañamiento del rotundo arco de entrada al mihrab, coronándolo con un friso de siete arcos, también trilobulados; fíjate en los mosaicos, algunos de ellos muy restaurados; en los atauriques que todo lo cubren, especialmente los cuatro paneles del zócalo, que son unos primorosos bajorrelieves de mármol, absolutamente impactantes; los numerosos letreros árabes, que contienen jaculatorias y el recuerdo de las circunstancias en que se labró el conjunto, son los únicos elementos compuestos con cierta libertad respecto a las leyes de la simetría musulmana, que mostró siempre un amor por la geometría como no se ha vuelto a ver. Sobre todo esto, y los arcos entrelazados del frente y los laterales, campea una cúpula de la misma serie de la capilla de Villaviciosa, pero ahora recubierta de mosaicos dorados, reiterando octógonos, gallones y similares ventanas, que colaboran, por su insuficiencia, al carácter irreal del conjunto.

A la izquierda de esta cúpula existe otra, casi toda ella restaurada, que cubría un tramo lateral de la maqsura, el cual, por una puerta similar al arco del mihrab, daba paso a la primera de una serie de cinco cámaras intercomunicadas, tantas como naves tiene la mezquita hacia levante, alojadas en el doble muro de la qibla, y que sirvieron para alojar el Tesoro de las Fundaciones Piadosas. Al otro lado del eje existe una serie de cámaras idénticas que, por una puerta parecida a la que acabamos de ver, permitían al califa entrar y salir de la maqsura sin agobios; es decir, éste era el sabat que sustituyó al obsoleto del año 888. Entre el arco del mihrab y este del sabat existió otro hueco, estrecho y alto, cancelado en restauraciones modernas, que ciertamente rompía la simetría, pero que en origen permitía guardar cómodamente el alminbar. Bueno, o volvemos al relato peripatético o nos quedamos sin almorzar; me parece que si hacemos una rápida visita a la zona de poniente, a la derecha, podremos regresar a reflexiones más coordinadas, más documentadas, a medida que nos alejemos de la magnética maqsura, cuyas formas octogonales, reiteradamente expuestas en sus tres cúpulas, remiten al más antiguo de los edificios musulmanes conservados, la Qubat al-Sajra, o Cúpula de la Roca, que un antepasado de estos omeyas cordobeses levantó en el área del templo de Jerusalén tres siglos antes. Fíjate que, aunque los soportes intercalados en los tramos normales de nave sólo existen en la T, a los lados de ésta las columnas más próximas a la qibla están enlazadas por arcos que recogen los empujes de los entrecruzados de la maqsura y los llevan hasta los muros laterales, pero como el reparto de columnas en el sentido de la oración era independiente de la ordenación estructural de los muros, observa que el último arco de la línea que vamos siguiendo descarga justo en el centro de una de las puertas de la aljama de Al-Hakam.

Con esto empezamos un breve recorrido por el costado de poniente, el más próximo al alcázar, que nos muestra, además de capillas enteras, restos de otras, piezas arqueológicas y un desorden que ya comienza a hacérsenos familiar, diversos elementos del edificio musulmán, como son sus puertas por el interior, enfiladas a veces por las líneas transversales de columnas, y las ventanas que las flanqueaban, cerradas varias de ellas por celosías originales, hechas, con temas de lazo, en losas de mármol cuidadosamente caladas; como en la cubierta no había más lucernarios que los escasos de las cuatro cúpulas, quiere decir que una gran parte del interior hubiera estado en tinieblas sino hubiera sido por la profusión de racimos y pirámides de mariposas de aceite que alumbraban tenuemente sus profundas naves. Si tuviéramos tiempo buscaríamos por esta zona, en la capilla de las Animas, la tumba de un ilustre americano, el Inca Garcilaso, que murió, en esta ciudad, el mismo año que lo hicieron Shakespeare y Cervantes; fue el primero que asumió orgulloso su mestizaje. En este paseo con la qibla a nuestra espalda hemos llegado a un sitio rarísimo, pues se ve que nos han escamoteado la mezquita para intercalar una iglesia; está claro que eliminaron dos filas de columnas para labrar unos grandes arcos apuntados, muy altos y transversales, que sostienen una cubierta a dos aguas, de madera, profusamente pintada con letreros góticos y estilizadas flores, iluminada por ventanas ojivales, todo ello muy distinto de lo que llevamos visto; es la catedral que excavó en la mezquita y recreció sobre ella el obispo Manrique de Lara, en los años en que Colón llegaba, sin saberlo, a un continente que se le pareció a Venecia y a cuyas orillas llamó tierra de gracia.

Aquí podemos apreciar un detalle de interés; observa que los arcos de esta catedral descargan por la derecha en unos estribos góticos, mientras que por la izquierda sus pilares son de otra forma y muy parecidos al que vimos al comienzo, como soporte de los arcos que dan al patio; es decir, que la aljama de Al-Hakam se separó de su antecesora como si ésta hubiera sido un patio, remarcando así su autonomía espacial. Bueno, pues volvamos al edificio de don Alonso Manrique, que nos explica además la desaparición del lado occidental de la capilla de Villaviciosa, pues quedó convertida en presbiterio de esta iglesia, que no fue la primera, ya que desde el momento de la invasión de Al-Andalus, eso que los libros llaman Reconquista, parcelaron los cristianos el interior de la aljama, obteniendo de su democrático espacio, uniforme y muy diáfano, multitud de recintos particulares, mediante celosías, tabiques y rejas, cada uno de los cuales fue una capilla más o menos extensa, cerrada a las otras y pronto llenas de objetos de culto y enterramientos. Una de estas parcelas acotadas es la que aparecerá tras el muro que nos corta el paso, al fondo de la capilla de Villaviciosa, según vamos caminando, maravillados pero hambrientos, pues esto de recorrer siglos en poco rato cansa y más a estas horas, vencido ya el mediodía.

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