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Arte Español Medieval

Desarrollo


El rey Muhammad V al acceder al trono de Granada en 1354, siguiendo la costumbre islámica, va a edificar de nuevo sus propias estancias palatinas. Esta costumbre es la causa de las transformaciones sufridas por la Alhambra ya en la propia época nazarí. El carácter efímero de la arquitectura islámica, más acentuado en la arquitectura granadina, es evidente. Esta circunstancia no se debe sólo a los materiales y a la estética de la arquitectura del Islam; para Granada, Prieto Vives ha hablado de palacios levantados con cuatro palitroques, mientras que Gómez Moreno se ha referido a materiales pobres convertidos en materia de arte. Se trata de una arquitectura perecedera, ya que sólo Allah permanece e intentar emular esta pervivencia a través de los monumentos implica un arrogante desafío a la divinidad. Esta estética musulmana nos conduce a la tarea edilicia de los califas y sultanes, que no construyen para la eternidad sino para su exclusivo reinado. Así Muhammad V destruyó el mexuar de su padre Yusuf I, quien a su vez había hecho lo mismo con el de Ismail; en realidad Muhammad V, en un frenesí constructivo que reflejan perfectamente los textos árabes, vació la zona palatina, respetando únicamente el Baño Real y el recinto defensivo con las torres, disponiéndose a levantar de nuevo la zona palatina que ha llegado hasta nuestros días, porque el agotamiento político de la dinastía nazarí no añadirá elementos sustanciales a lo largo del siglo XV.

Hoy conocemos por el texto de Ibn al-Jatib del año 1362 que la fiebre edificadora de Muhammad V comenzó por la sala de las Dos Hermanas, realizada con seguridad para mexuar y trono del sultán durante la primera etapa de reinado, antes de su deposición y destierro a Africa, ya que en el mismo año 1362, apenas repuesto en el poder, no habría dado tiempo a su construcción. Los poemas epigráficos de Ibn al-Jatib que decoraban esta sala fueron sustituidos por los actuales de Ibn Zamrak en una especie de damnatio memoriae, tras la huida y muerte del primero. El resto de las dependencias del palacio de Leones fueron construidas a partir de 1363, ya que en diciembre del año anterior, cuando se celebra la fiesta conmemorativa del nacimiento del Profeta que describe el texto de Ibn al-Jatib, no existían. La sala de las Dos Hermanas presenta un espacio central de planta cuadrada, con función de mexuar o sala del consejo de visires, cubierto con cúpula de mocárabes sobre tambor octogonal, flanqueado por tres salas laterales, y al fondo se abre el mirador de Lindaraja, como sala del trono, desde el cual, porque los jardines con su fuente se hallaban abiertos sobre Granada antes de las reformas del emperador Carlos V, el sultán podía contemplar la capital del sultanato, como dice el poema: "Desde aquí contempla la capital del Califato,/ cuando espléndido aparece y brilla en el trono". A partir de 1363 Muhammad V construye las restantes dependencias palatinas, ordenándolas en torno a un patio de crucero, cuyo centro se halla ocupado por la fuente de los Leones, que le da nombre.

Todo el patio queda rodeado de galerías, con pabellones sobre el mismo en los lados cortos. Ya se ha dicho, al hablar de la Alhambra antes de los nazaríes, que los doce leones de mármol, dispuestos en rueda, que soportan la taza, son reaprovechados de un palacio anterior y se adscriben artísticamente a la tradición cordobesa de los siglos X-XI. Pero la taza se labró de nuevo, al igual que la situada en suelo de la sala de Abencerrajes, y va decorada con uno de los poemas más bellos de Ibn Zamrak, en el que se explica el ingenioso mecanismo de funcionamiento de la fuente, sus valores estéticos en los que interviene el mármol y el agua, sin que se sepa cuál de los dos se desliza, y su significado simbólico, ya que el agua es un don del sultán que se derrama sobre sus fieles vasallos, los leones agazapados que se aprestan a defenderlo. De las restantes dependencias en torno al patio de los leones, la sala de los Mocárabes, en el lado occidental, con función de antesala, quedó muy dañada tras la explosión de un polvorín próximo en el año 1590, por lo que en época de Felipe IV se le dotó de la actual bóveda barroca de escayola. Al sur del patio de los Leones se alza la sala de Abencerrajes, que emula la disposición de la sala de Dos Hermanas, esta vez cubriendo el espacio central cuadrado con cúpula de mocárabes sobre un tambor estrellado. Su nombre actual responde a que en la misma el sultán Muhammad IX ordenó la decapitación del jefe de la casa de los Banu Sarrach, siendo él mismo también degollado en este lugar.

Tanto la sala de Abencerrajes como la sala de los Reyes, esta última dispuesta en el lado oriental del patio, sirvieron para la celebración de fiestas y banquetes. Sorprende la sabia compartimentación espacial de la sala de los Reyes, particularmente la crujía que por medio de arcos atajos de mocárabes en pabellón queda dividida en siete tramos, alternando cuatro rectangulares en sombra con tres cuadrados abiertos al patio para iluminar las alcobas del fondo, que se cubren con las famosas pinturas. En las albanegas de estos arcos de mocárabes se aprecia ya la decoración floral naturalista del arte mudéjar toledado, lo que implica intercambio de mano de obra con la España cristiana. Las tres alcobas del fondo se cubren con techos de madera, en forma de bóveda, y recubiertos de piel de carnero, sobre el que se han pintado los temas con técnicas al huevo, dentro del estilo gótico lineal tardío, en torno a 1380. En el techo de la alcoba central se representa una reunión de diez personajes musulmanes, que se acostumbra identificar con los diez primeros sultanes de la dinastía nazarí, desde Muhammad I hasta Muhammad V, en donde se aprecia un magnífico estudio de la indumentaria. En las alcobas laterales se representa respectivamente la caza del jabalí por un caballero musulmán y la caza del oso por un caballero cristiano. Sorprende el hecho de encontrar esta decoración figurada en un palacio nazarí, lo que corrobora el profundo influjo de la España cristiana; el autor de las pinturas no se limitó a copiar temas de los repertorios europeos, sino que observó y representó con agudeza el entorno de la corte nazarí.

Tras esta somera descripción de las salas que completan el conjunto ordenado por el patio de los Leones, hay que concluir que esta zona constituyó el núcleo palatino esencial de la Alhambra durante el reinado de Muhammad V, puesto que aquí se halla el mexuar-trono en la sala de las Dos Hermanas y las salas de fiestas y banquetes en las salas de Abencerrajes y de los Reyes, e incluso disponía de un baño desaparecido en el ángulo nordeste. Por ello debe abandonarse definitivamente la interpretación tradicional, que contraponía el palacio de Comares con carácter público y el de Leones con carácter privado. La actividad constructiva de Muhammad V tras la batalla de Algeciras (1369), en la que adopta el laqab de "al-Gani billah", va a adquirir un acento de exaltación triunfal y victoriosa. La referencia a Algeciras constituye un dato seguro para algunas construcciones de Muhammad V, entre las que se cuentan el patio de los Arrayanes, la reforna de la puerta del Vino, y la llamada puerta de Comares. El estudio reciente de García Gómez sobre la Alhambra (1988) ha defendido la tesis de que la llamada puerta de Comares fue trasladada por el emperador Carlos V en el año 1538 a su emplazamiento actual, con motivo de las obras de su nuevo palacio, pero su emplazamiento original estaría en eje con el patio de los Arrayanes, y constituiría una puerta de entrada no a Comares, inexistente como conjunto, salvo el torreón de Yusuf I, sino a toda la zona palatina de la Alhambra.

Sería la puerta triunfal de Muhammad V. La inscripción poética de Ibn Zamrak en el arrocabe de la puerta ha sido asimismo objeto de controversias en la traducción. Según la versión ofrecida por García Gómez su gran alero funciona como corona para el sultán, al que la puerta se apresta a abrirse cuando pase bajo ella victorioso, constituyendo su trabajo artístico una envidia para el Islam de Oriente. Como conclusión puede afirmarse que las construcciones de Muhammad V en la Alhambra alcanzan el máximo esplendor del arte nazarí en su versión ornamental y a la vez constituyen el canto del cisne de la ciudad palatina. Muy lejos ya los difíciles tiempos guerreros del sultán fundador, se apuesta abiertamente por una arquitectura del ocio, integrada por palacios, salones dorados y jardines, mansiones para el placer de los sentidos, en las que arquitectura y naturaleza se entrelazan sutilmente. Esta Alhambra de Muhammad V, al ser la última, es la que ha llegado más entera hasta nuestros días; los patios de Leones y de Arrayanes se han convertido en paradigmas de la fascinante arquitectura nazarí.

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